¿Ya te cansaste de que a tus películas se les preste poca atención por ser demasiado innovadoras, muy distintas a las que Hollywood estrena durante el verano o en periodos vacacionales? ¿Quieres incursionar en el cine de arte, pero no tienes un gran presupuesto para hacerlo? ¡No te preocupes! En este Tutorial podrás adherirte a una propuesta cinematográfica a la que muy pocos se atreven. Y quién sabe: tal vez un día los mismísimos Lars von Trier o Thomas Vinterberg, autores originales de este ideario, le den el espaldarazo a tu filme.
Quizá recuerdes que hace veintidós años, precisamente en el año que da nombre a esta propuesta, dicho par de directores daneses enunció su Dogme: un decálogo que buscaba una estricta pureza cinematográfica en una industria plagada de efectos visuales generados por computadora, de bandas sonoras que telegrafiaban indubitablemente el tipo de escena que el espectador debía esperar —y, por ende, la clase de emociones que éste debía estar sintiendo en ese momento—, y de tomas picadas o contrapicadas, cámaras lentas y demás clichés que se alejaban cada vez más de la esencia del cine.
Aquí está el decálogo explicado:
I. Filmar en locación. Este dogma está en contra de las locaciones decoradas, construidas o modificadas. Incluso está restringido el uso de utilería especial: sólo hay que emplear lo que se encuentre naturalmente en algún sitio específico —y, en ese caso, usar tal lugar como locación para la escena.
II. Sonido original. El sonido no debe editarse por separado de la imagen y la música sólo se acepta si ocurre naturalmente dentro de la escena; por ejemplo, si en ésta aparece una orquesta o banda que la esté tocando en el momento de la filmación. La música de fondo no está permitida ni el modificar las características del audio —volumen, énfasis de graves o agudos, velocidad, etcétera— a lo largo de la película. Uno de los autores originales del Dogma lo definió de este modo: “Al editar, se decide cómo serán las características del audio durante el filme al inicio y ya no se vuelven a mover los controles”.
III. Cámara en mano. Tampoco se permiten el uso del dolly —base con ruedas que corre sobre rieles—, de tripiés o arneses para estabilizar la imagen. Lo único admitido es la estabilidad, o su ausencia, que proporcionen las manos del camarógrafo. Se dice que el rodaje no debe ocurrir donde está la cámara, sino que la cámara debe acudir a donde está sucediendo la acción.
IV. Color natural. La película debe ser a color y éste no debe recibir tratamiento especial, ni la iluminación debe ser específica para ninguna escena. Lo máximo que se permite es unir un foco casero a la cámara. En el último de los casos, es preferible eliminar la escena antes de violar este “voto de castidad”.
V. Sin efectos o filtros. Para adherirse al Dogma también es obligatorio evitar el uso de efectos visuales o de filtros en la cámara; en otras palabras, la imagen debe ser tal y como la capta la cámara.
VI. Historias reales. Esta regla se conoce también como “la película no debe contener acciones superficiales” y se refiere a las situaciones que se desarrollan en la historia. En este punto, el ejemplo más claro es el evitar la aparición de armas y escenas violentas. Si aplicáramos esta regla a la cinematografía hollywoodense, ¿cuántos de sus éxitos veraniegos pasarían la prueba?
VII. Aquí y ahora. Más que una admonición zen, este punto intenta evitar la alienación espacial o temporal; o sea que la acción se debe situar en el tiempo actual y en el lugar donde se está filmando.
VIII. No películas de género. Los géneros cinematográficos suelen implicar, además de la aparición de determinados personajes —vaqueros, astronautas, monstruos, héroes o villanos—, una serie de clichés, posibilidades de desarrollo, conflictos y desenlaces. El Dogma 95 trata de evitar ese tipo de elecciones por parte de quien dirige el rodaje.
IX. Formato académico. Sin hacer referencia a aspectos escolares, este mandamiento es muy específico: las películas originalmente se grababan en acetato de 35 milímetros, en cuadros de 1:1.85. Ésta es probablemente la regla más criticada por considerarse arbitraria, aunque sus creadores hayan dicho que de este modo el filme podría ser exhibido en cualquier sala de cualquier parte del mundo. Las cámaras digitales —incluyendo las de los teléfonos inteligentes— han hecho que esta regla sea la menos observada.
X. Sin créditos autorales. Por último, el dogma estipula que en la película no se dé ningún crédito a quien la creó.
¿Te parecen demasiado extremas algunas de estas medidas? No eres la única persona que piensa así. A los directores daneses que las formularon les ocurrió lo mismo; pero con incluir una confesión al final del filme —como ellos lo han hecho en más de una ocasión— es posible salvar una falta y lograr que nuestra obra de arte sea considerada dentro del canon.
Algunos filmes notables de la escuela Dogma 95
Festen —La celebración— (1998), dir. Thomas Vinterberg; Idioterne —Los idiotas— (1988), dir. Lars von Trier; Mifunes sidste sang —Secretos en familia—, dir. Søren Kragh-Jacobsen; Julien Donkey Boy (1999), dir. Harmony Korine; Fuckland (2000), dir. José Luis Marqués; Esker dig for evigt —A corazón abierto— (2002), dir. Susanne Bier.