¿Cómo nos afecta la destrucción de obras de arte?

¿Cómo nos afecta la destrucción de obras de arte?
Guadalupe Gutiérrez

Guadalupe Gutiérrez

Creatividad

El arte como expresión creativa idealmente responde a los estímulos y los deseos de cada artista, por lo que al estudiar la obra se puede teorizar sobre la razón de su construcción y si ésta contiene algún mensaje que valga la pena interpretar. Se analizan las técnicas, los procesos de producción e inspiración, y también hay casos en los que se estudian las razones de su alteración o destrucción.

La iconoclasia o iconoclastia es el acto de destruir imágenes con el objetivo de borrar toda representación visual de un hecho, idea o creencia. En la antigüedad, esta práctica respondía principalmente a motivos religiosos, pues los iconoclastas rompían y prohibían las imágenes para evitar la idolatría. Sin embargo, en su ensayo titulado Iconoclasia: tres casos modernos, Jens Braarving sostiene que no existe una sola motivación para realizar esta práctica, sino tres: la económica, la ideológica y la religiosa.

La iconoclasia ha adquirido distintos matices a lo largo de la historia; originalmente, se asociaba a causas religiosas, pero más adelante fue practicada por artistas que desafiaron al régimen establecido en sus regiones. Incluso, este término se ha empleado para abarcar la remoción o destrucción de íconos culturales como lo fueron las Torres Gemelas de Nueva York, lo que derivó en la posterior invasión del ejército de Estados Unidos a Irak, y en la destrucción y saqueo del patrimonio cultural de ese país.

Torres Gemelas en Nueva York

La destrucción de símbolos e imágenes tiene consecuencias irreversibles para la memoria cultural, ya que por más esfuerzos que realicen los arqueólogos, resulta casi imposible recuperar una pieza alterada con brutalidad, y eso lo sabemos muy bien los mexicanos. Un acto de iconoclasia es lo que hicieron los españoles con muchos de los templos, las estatuas y las representaciones de los dioses que adoraban los nativos de México-Tenochtitlan: los destruyeron y utilizaron los mismos materiales para construir sus propios edificios y monumentos, con lo que resignificaron la ubicación e imaginería colectiva y privaron a futuras generaciones del acercamiento con sus raíces culturales.

Es innegable que estas acciones no van dirigidas únicamente a las imágenes, pues el último nivel del borrado cultural implica la eliminación de los miembros de la cultura que los generó para que nadie recuerde los elementos destruidos. Estamos hablando de actos de censura extrema, en los que se destruye todo lo que atente contra la ideología de los ejecutores. A estas actividades realizadas en conjunto también se les agrupa bajo el concepto de genocidio cultural, pues se busca destruir la identidad e historia de un pueblo.

La pérdida de patrimonio cultural debido a estas actividades, sobre todo durante conflictos bélicos, ha sido tan alta que, tras la Segunda Guerra Mundial, se buscó establecer acuerdos y tratados que protegieran las obras de arte y los monumentos en caso de existir algún conflicto de este tipo. Sin embargo, según se ha observado en los conflictos bélicos recientes, esto no funcionó.

'Retrato de Trude Steiner', de Gustav Klimt

Fotografía en blanco y negro del Retrato de Trude Steiner, de Gustav Klimt, obra pictórica que fue destruida por los nazis.

Diversos grupos políticos e ideológicos actuales han adoptado formas de iconoclasia como herramientas de protesta. Ejemplos de ello son los ataques a obras de arte en museos por activistas ecológicos o las marchas realizadas en diversas partes del mundo en las que se intervienen —o vandalizan, dirían otros— monumentos históricos como protesta a la desigualdad, la represión policiaca, la inseguridad o los estados de derecho fallidos.

Las intenciones de cada grupo que practica la iconoclasia están abiertas a interpretación ideológica, pues se perciben como buenas o malas, justas o injustas, violentas o heroicas, según las creencias y convicciones de cada individuo. La única certeza es que la destrucción o la alteración irreversible de obras de arte, monumentos históricos y otros patrimonios culturales privará a generaciones futuras de conocer parte de su historia.

Sin embargo, cuando se trata de la remoción de estatuas o imaginería que glorifica actos deleznables como el esclavismo, la xenofobia, el racismo y la opresión de cualquier tipo, la destrucción de los íconos podría sustituirse o complementarse con explicaciones o nuevas figuras que concienticen y brinden información acerca del tema en cuestión, pues como dijo el poeta y filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: “quien olvida su historia está condenado a repetirla”.

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