
En biología, la longevidad es el tiempo máximo de vida de un ser vivo, la cual depende, además, de la propia naturaleza del individuo —su fisiología y genética— así como de las condiciones externas en que se desarrolle, tales como el entorno o y disponibilidad de comida. Es importante aclarar que los humanos percibimos la longevidad de los otros seres vivos tomando como patrón la nuestra: así, aunque pueden parecernos pocos los 37 años de la rata desnuda más vieja (Heterocephalus glaber), su longevidad es diez veces mayor comparada con la de su primo el ratón doméstico (Mus musculus).

Probablemente hayas oído que, según registros confiables, ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) han vivido 95 años, tiburones como el de Groenlandia (Somniosus microcephalus) alcanzan los 392 años y hay termitas reina que logran cumplir los 60 años. Pero, ¿qué hay sobre la edad máxima que puede alcanzar un pez de agua dulce?
Para responder esta pregunta, hay que retomar una historia muy bien documentada sobre tres especies de peces de agua dulce nativos de América del Norte, conocidas comúnmente como “peces búfalo” porque tienen un cuerpo robusto que recuerda al de los búfalos o bisontes. Estas especies son: Ictiobus cyprinellus, Ictiobus bubalus e Ictiobus niger.
Durante la década de 1910, dichos peces fueron criados en estanques a lo largo del río Misisipi y de ahí se llevaron a localidades de todo Estados Unidos, incluyendo el Lago Roosevelt de Arizona en 1918, para apoyar su pesca y aprovechamiento comercial, pues su carne es una rica fuente de proteínas y de buen sabor. De 1930 a 1960 se desarrolló una importante explotación pesquera en ese lugar, que concluyó en la década de 1970; desde entonces, muy poco se sabía de aquellos peces búfalo que se desarrollaron en Arizona.
Fue hasta 2018 que un grupo de investigadores estadounidenses liderados por Alec Lackmann, de la Universidad de Minnesota, estudiaron a los peces búfalo del Lago Apache —adyacente del lago Roosevelt— y encontraron que más del 90% de los peces capturados tenían más de 80 años de edad. Esto hizo suponer a los científicos la existencia de ejemplares aún vivos de aquella primera camada que fue traida a la región desde el Misisipi en el año de 1918.

Para determinar su edad, los científicos sacrificaron algunos peces para extraerles los otolitos —piezas duras compuestas de carbonato de calcio que les ayudan a su equilibrio y audición— alojados en la cabeza, los cuales se desarrollan durante toda su vida y dejaron grabadas líneas de crecimiento llamadas anulli, que como los anillos de los árboles registran el tiempo transcurrido durante días, estaciones o años. Al contar los anillos formados, se puede saber cuantos años tiene un pez de determinado tamaño.
Así, el equipo de Lackman descubrió que los peces búfalo de los Estados Unidos pueden vivir más de cien años. Este registro los convierte en el único género de animales (Ictiobus) —además de los peces roca marinos (Sebastes)— con tres o más especies que, se ha demostrado, viven más de 100 años. Hasta ahora, los ejemplares más viejos que se han documentado superan los 127 años; su larga vida se debe a su ritmo de vida lento, pero el riesgo es que esa misma vida apacible puede ser puesta en riesgo debido a cambios drásticos en su ambiente.
