En una de las escenas más recordadas de la emblemática cinta de ciencia ficción The Matrix (1999), un confundido Neo ve pasar a un gato negro que, tras sacudir su peludo lomo y maullar suavemente, pasa de largo y desaparece de su vista; un momento después, el mismo gato vuelve a pasar y hace exactamente los mismos movimientos y sonidos. “Déjà vu”, exclama Neo, para luego enterarse de que —al menos en el universo construido por la pareja Wachowski— eso es un error en la mátrix y los agentes le han tendido una trampa.
Como le pasa a Neo, casi todos reconocemos cuando nos ocurre un déjà vu —una expresión francesa que significa “ya visto”— y en ninguna ocasión nos ha dejado indiferentes. Una descripción simple y parcial podría ser que se trata de algo que reconocemos y que, desde su significado, sentimos que “ya lo vimos” o “ya lo vivimos”. Pero, ¿a qué se debe este fenómeno?
En 1876, el investigador francés Émile Boirac hizo un estudio al respecto y, en una carta dirigida al editor de la revista Revue Philosophique, le dio nombre a esos segundos casi inasibles que ocurren y que nos hacen sentir que lo que pasó ya nos pasó. Sabiendo que no había forma de medir dicha sensación en un laboratorio, la vinculó con una paramnesia del reconocimiento, que es una experiencia que se siente como si estuviéramos reviviendo algo. La explicación que le dio era simple: todo alrededor, las formas y estructuras espaciales, se parecía a un viejo recuerdo que, por alguna razón, brota en nuestra mente.
Boirac no fue el único que se interesó en el fenómeno. Durante décadas los científicos de varias ramas han recorrido el trayecto para desentrañar el déjà vu, y los métodos para explorarlo han ido variando. Uno de estos estudiosos fue Alan Brown, quien concluyó que éstos se debían a que la información no había llegado completa al cerebro; otras teorías han señalado que el déjà vu obedece a una “lentitud del cerebro” o a que la imagen se “mueve” de un hemisferio a otro.
Así llegamos al año 2018, cuando la doctora Anne Cleary —líder de un grupo de científicos de la Universidad de Colorado— tomó otra ruta y llegó a una explicación distinta: el déjà vu sería causado por un mecanismo llamado “familiaridad Gestalt”, la cual se presenta cuando la configuración de elementos que conforman una escena coindicen con una configuración previamente vista, pero no podemos recordar la primera escena. Para comprobarlo, Cleary usó equipos de realidad virtual y, valiéndose de ellos, sometió a un grupo de voluntarios a diferentes entornos artificiales con ciertas configuraciones y, después, a otros con configuraciones semejantes: de la nada, el déjà vu se hizo presente, justo como ella lo había descrito en su hipótesis.
Si bien esta es una ruta que explicaría el fenómeno, los científicos admiten que sólo se ha localizado un factor que contribuye a su desarrollo, y no descartan que existan otros elementos aún por descubrir. Sólo esperamos que al final no resulte que —como afirman muchos físicos teóricos—, en efecto, vivamos en una simulación y los déjà vu se deban a errores de programación de la mátrix, como cuando no podemos hallar un objeto y, un minuto después, lo encontramos justo en el lugar donde lo buscamos antes…