El dibujo es la expresión más directa y espontánea del artista, una especie de escritura que revela, mejor que la pintura, su verdadera personalidad.
Edgar Degas
Cuando éramos pequeños, jugar de forma creativa era fácil, casi natural. Una caja de cartón era el cohete espacial con que explorábamos galaxias lejanas o una máquina con la que nos transformábamos en monstruos y viajábamos en el tiempo. Luego crecimos, empezamos a emitir juicios sobre cada evento y cada acción propia o ajena, nos avergonzamos fácilmente de nuestra postura o de nuestras ideas y, así, nos volvimos más correctos… y más aburridos. Sin embargo, en lo más profundo de nuestro ser como individuos, seguimos siendo esa personita que se cuestiona cosas mientras contempla las estrellas. Permite que ese pequeño ser tuyo emerja de tu interior y que tu lado creativo se divierta con los siguientes juegos para dibujar.
1. Completa el dibujo incompleto
Este es un ejercicio estupendo para estimular la imaginación. Toma una hoja en blanco y un lápiz. Coloca la punta del lápiz en el centro de la hoja, cierra los ojos y, durante un segundo, traza un rayón espontáneo y arbitrario. Abre los ojos: lo que ahora tienes no es una hoja arruinada, sino una imagen escondida; obsérvala con atención, dale la vuelta y encuéntrale una forma, como si se tratara de una nube. ¿Qué encontraste? Completa el dibujo de eso que viste y, si quieres, añade colores. Te aseguro que el resultado será divertido y original.
2. Dibuja sin mirar el papel
El objetivo de este ejercicio es dibujar lo que realmente ves, en lugar de lo que crees ver. Toma un lápiz y una hoja de papel; ahora, en cinco minutos, dibuja el motivo que elijas, pero esfuérzate por no mirar el papel mientras lo haces; en lugar de eso, observa tu objetivo con detenimiento y trata de reproducir cada detalle, cada arruga, cada pliegue y cada marca sin dar ni un vistazo a lo que estás trazando. El resultado será, con toda seguridad, un dibujo poco convencional y extraño, pero con carácter por tanta atención al detalle. Lo extraño también puede ser interesante.
3. Dale la vuelta al mundo y dibújalo al revés
Una forma de cambiar las cosas es poner el mundo —o el dibujo— bocabajo. Y este ejercicio consiste en buscar el retrato de una persona, ponerlo de cabeza y dibujarlo así. El truco es tratar de olvidar que estás copiando una cara y enfocarte en cada uno de los detalles —surcos, brillos, ángulos y texturas—, así como en las formas abstractas que genera cada mancha de luz y oscuridad.
Dibujar lo que ves, sin intentar que se parezca a alguien, sirve para “desaprender” la tendencia condicionada a buscar rasgos reconocibles en los rostros, de buscar ejes de simetría y de colocar la nariz “donde se supone que debe ir la nariz”; de este modo, aprendes a observar mejor, lo que te permitirá dibujar de forma más realista. Así, también podrás empezar a dibujar con mayor fidelidad los objetos.
4. Hazte un retrato con “la otra mano”
Tu capacidad para dibujar no radica en tu mano, sino en tu cerebro. Lo que sucede es que, con el tiempo, la mano con la que escribes se ha vuelto más “diestra” —un juego de palabras intencional— y ha desarrollado mayor pericia para el dibujo. Pero, con todo, tu dibujo nace en tu mente; para comprobarlo, coloca un espejo frente a ti y dibuja un autorretrato con tu mano menos dominante, a sabiendas de que no tendrás el nivel de habilidad acostumbrado, pero reconociendo este nuevo trazo y aprovechándolo. Te sorprenderás del resultado.
5. Dibuja tu mano
¿A qué me refiero? A que no sólo dibujes el contorno de tu mano; en lugar de eso, intenta ser lo más minucioso posible con todos los detalles que veas: arrugas, manchas, cicatrices, poros, venas, uñas, lunares, vellosidades, etc. Mírate con fría objetividad y tómate todo el tiempo que necesites.
6. Dibuja rápido
Dibujar rápido e imponerte un tiempo límite para terminar es un excelente modo de estimular tu confianza y simplemente dejarte ir,liberando a tu mente del acoso del perfeccionismo y obligándote a tomar decisiones clave —por ejemplo, qué vas a incluir y qué no en tu dibujo— en poco tiempo. Acepta el desafío, elige un tema —una persona de pie, por ejemplo— y dibújala en sesenta segundos; luego, en treinta y, finalmente, en quince. Te darás cuenta de que muchas veces los dibujos más rápidos son más efectivos y tienen más carácter, fuerza y determinación que aquéllos que uno toma con más seriedad y tiempo.
Al final, se trata de disfrutar con todos estos ejercicios, pues dibujar es uno de los más grandes placeres en la vida. Compárteme tus resultados y recuerda: nunca dejes que pase un solo día sin dibujar.
[1] Todos los dibujos incluidos en este artículo fueron realizados por Franz de Paula