El arquetipo de la sombra

El arquetipo de la sombra
Michelle Medrez

Michelle Medrez

Mente y espíritu

La sombra es una parte de nuestra personalidad que, cual cabeza de Medusa, no puede ser contemplada directamente, pero está presente en ciertos comportamientos nocivos como las adicciones, los trastornos alimenticios, la depresión, la ansiedad, o en enfermedades psicosomáticas como la fibromialgia, la colitis, y demás conductas autodestructivas como, por ejemplo, la sensación de culpa desproporcionada. También se muestra en conductas destructivas, como la infidelidad, la envidia, la mentira, el robo, el sarcasmo y la violencia verbal. Oculta para nuestra consciencia —pues es un aspecto del inconsciente—, la sombra no forma parte de la imagen que tenemos de nosotros mismos, y al irrumpir abruptamente en nuestras acciones hace que nos cuestionemos quiénes somos y qué es lo que realmente queremos. Carl G. Jung, quien acuñó el término, la describía como una ventana angosta, cuya dolorosa constricción a lo largo del tiempo resulta prácticamente inevitable, a menos, claro, que nos atrevamos a mirar dentro de ella.

Y es que nuestra sombra se oculta detrás de nuestros defectos corporales, está en nuestros remordimientos y en todo aquello que nos genera vergüenza. Se muestra en los rasgos y conductas que nos molestan de otra persona y que nos hacen reaccionar desmedidamente. También se hace presente en aquellas conductas propias a las que no damos crédito; la sombra acecha detrás de las acciones compulsivas que quieren llenar un vacío invisible.

En la medida en que el Yo tiende a embellecerse a través del desarrollo de los aspectos más fuertes de su personalidad, las características que menos empatan con las normas sociales son recluidas en el inconsciente, en donde poco a poco van formando a la sombra. Sin embargo, la sombra —que comienza a edificarse desde las etapas tempranas de formación, en las que la familia tiene un rol principal— no sólo se compone de rasgos socialmente negativos, sino también de elementos socialmente catalogados como positivos pero rechazados por el individuo y su medio.

Connie Zweig, psicoterapeuta especializada en temas de espiritualidad y creatividad, ha señalado que la sombra contiene, de hecho, todo tipo de capacidades en potencia; es decir, cualidades que no hemos expresado ni manifestado. Podemos poner por caso al artista innato que hace a un lado sus talentos para perseguir el ideal familiar de convertirse en abogado: al internalizar la voz crítica de los padres, la vergüenza y el rechazo quedarán integrados en la imagen del artista bohemio que vive en la sombra del respetable hombre de leyes.

En suma, lo que se considera indeseable se empuja al inconsciente —por medio de la represión—, y el malestar provocado por esto puede manifestarse en el cuerpo, mediante la somatización, o en la incomodidad producida por conductas ajenas, por medio de la proyección. Al mismo tiempo, los llamados rasgos positivos o la adopción inconsciente de las cualidades de alguna figura de autoridad —la llamada identificación— acaban convirtiéndose en nuestro ego ideal —aunque no sea lo que realmente deseamos.

Paradójicamente, la sombra es más destructiva, traicionera y peligrosa cuanto más la negamos. William A. Miller, analista y escritor de Make friends with your shadow —‘Vuélvete amigo de tu sombra’—, propone algunos métodos eficaces para poder ver, aunque sea de reojo, a nuestra sombra: 1. solicitar la opinión o el consejo de los demás, 2. examinar nuestros lapsus linguae —equivocaciones involuntarias que nos meten en líos; por ejemplo, querer decir ‘emociona’ y terminar diciendo ‘erosiona’— y los lapsus conductuales —como no poder parar de reír ante una noticia devastadora—, y 3. analizar nuestras proyecciones —intentar reconocer qué es lo que nos altera, desagrada o enoja en las acciones de las personas que nos rodean.

Emprender esta marcha al mundo de la sombra tiene grandes beneficios, pues entre más distancia existe entre el rostro visible y lo que se trata de ocultar, mayor es la incapacidad para tolerar la sombra propia y la de los demás. Así, acercarnos a nuestra sombra exige asumir nuestras propias responsabilidades, renunciar a falsos ideales de perfección, dejar de culpabilizar a los demás y profundizar en nuestra conciencia. En palabras de Jolande Jacobi, analista jungiana, a nadie le gusta admitir su propia oscuridad pero, a pesar de esto, solemos proyectar los aspectos ignorados de nuestra alma sobre el mundo que nos rodea, y es precisamente ignorar a nuestro lado oscuro lo que lo vuelve hostil. Entonces, querido lector, ¿estás listo para ver qué has puesto en tu sombra?

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