El término “pensamiento positivo” normalmente se refiere a la actitud que adoptamos ante las limitaciones e imperfecciones de la realidad; básicamente consiste en poner nuestra atención en el lado amable de las cosas. Cuando a nuestros semejantes les va mal es común decirles que sólo necesitan “pensar positivo”, como sugiriendo que en un abrir y cerrar de ojos cambiarán su realidad y la forma en que la perciben. Es cierto que alejar las ideas negativas de nuestra mente nos puede ayudar a afrontar de modo más leve el curso de nuestros días, pero vivir nuestros pensamientos negativos, aceptarlos y conocerlos, si bien requiere de mucho trabajo, tiene más beneficios de los que podemos imaginar.
La idea de que lo negativo es algo que debemos rechazar, evitar o incluso despreciar es una idea firmemente asentada en nuestra sociedad contemporánea. Sin embargo, desde otras variadas perspectivas —científicas, sociales, filosóficas, religiosas y hasta místicas— lo negativo es conceptualizado como algo que debe entenderse, pues es un aspecto fundamental de la realidad. Pero, ¿cómo se normalizó el desdén a lo negativo en nuestra sociedad actual?
El pensamiento positivo y los líderes motivacionales
Antoni Doménech le realizó una entrevista a Barbara Ehrenreich, que fue publicada bajo el título “El lado negativo de pensar en positivo”. Ehrenreich es una activista política estadounidense, autora de libros como Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America (“El lado amable: Cómo la implacable divulgación del pensamiento positivo ha dañado a los Estados Unidos”). En la entrevista, ella afirma que el optimismo simplista de hoy en día comenzó a gestarse en las décadas de los ochenta y los noventa, cuando la globalización empezó a adquirir mayor fuerza y tuvo como una de sus principales consecuencias la desestabilización de la economía y, por lo tanto, de las oportunidades de trabajo para la población. En su opinión, esto dio origen a la creación de los líderes motivacionales como un método para hacerle creer a los empleados que todo lo sucedido en su vida laboral era culpa de ellos mismos, y no la de los corporativos o del sistema económico en general. La principal arma que esgrimieron para alcanzar su propósito fue justamente la idea de que sólo transformando su pensamiento —y viendo “el lado amable”— podrían afrontar tranquilos tan avasallante realidad.
Entre otros aspectos, Ehrenreich propone que el “pensamiento positivo” es un mecanismo de control social para mantener al sistema en equilibrio. En este sentido, los ex presidentes George W. Bush y Barack Obama pueden ser considerados como “animadores”, como los “líderes motivacionales” que propagan el optimismo y la esperanza en lugar de proponer planes concretos de transformación. La alternativa que Ehrenreich sugiere es la delrealismo y la determinación para actuar y gestar el pensamiento crítico: crear una verdadera conciencia de la situación real política, económica, o de cualquier otra índole.
El pensamiento positivo y la espiritualidad
Desde una perspectiva científica, los términos “positivo” y “negativo” hacen referencia a fuerzas que existen en el universo sin que nosotros tengamos algo que ver con ellas. Esas fuerzas están allí todo el tiempo, guiando, por ejemplo, la composición de un átomo —en forma de electrones y protones—; pero los seres humanos tendemos a dotar de connotaciones culturales a cada una de las energías.
En otros campos, algunas personas han sugerido que la glándula pineal, al ayudar en la creación de pensamientos, desprende energía que se conecta con las vibraciones del universo. Y, desde este punto de vista, se dice que los pensamientos son una fuerza que en esencia es negativa y positiva.
Por otro lado, encontramos las enseñanzas del reconocido místico armenio Georges Gurdjieff. Para él, evitar la expresión de emociones negativas es un paso muy importante en la evolución humana; esta tarea implica no sólo dejar de emitir juicios negativos, sino transmutar las impresiones que se tienen de lo que vivimos: el objetivo es liberar a la mente de juicios y tratar de observar los acontecimientos tal y como son. Lograr esto es, según Gurdjieff, desarrollar la conciencia. Gracias a esa conciencia es posible observar nuestros pensamientos, positivos o negativos, y así preguntarnos de dónde provienen, en virtud de qué prevalecen y por qué han surgido. De este modo, paradójicamente, nuestros pensamientos positivos surgen de examinar la utilidad de los pensamientos negativos en nuestra vida diaria.
Pero lo esencial para poder evaluar nuestros pensamientos es transmutar las impresiones que tenemos de los acontecimientos. Esa posibilidad de transmutación es considerada una tercera fuerza esencialmente neutralizante. Dicha fuerza puede remontarse a la phrónesis aristotélica —un ideal de prudencia en la vida. Vivir esa tercera fuerza es alcanzar la sensatez, estar en un punto medio en el que sea posible experimentar lo negativo y lo positivo.
Al atender cada una de las situaciones en donde tenemos pensamientos negativos, podemos romper la cadena de la repetición y dejar de cometer el mismo error. Es posible entonces minimizar la frustración y dejar de alimentar un círculo vicioso de identificación prolongada con lo negativo. Percatarse de la trama de nuestros pensamientos es, pues, una posibilidad infinita de autoconocimiento. Conocerse a sí mismo facilita prevenir, solucionar y transformar nuestras experiencias. El desarrollo de esta conciencia interior abre los campos del entendimiento del universo en sus distintas manifestaciones, como la realidad política y social.
Entonces, el pensamiento positivo y el negativo siempre son parte de nuestra vida. Lo recomendable es evitar polarizarnos. El rechazo a la realidad tal cual es nos provoca sufrimiento, y dejar de luchar para alejar lo negativo es un paso para entender que el dolor, la tristeza y el enojo son emociones que tienen una utilidad y que señalan algo que debemos acomodar en nuestra vida individual o colectiva.
Propongo que observemos con calma todos los regalos de la vida y hagamos de ella una especie de bello poema que habite nuestros pensamientos. Pero también seamos activos e imprimamos voluntad en nuestro quehacer cotidiano. Cuando lo negativo aparezca en nuestro pensamiento, veámoslo como una nube que pasa por el azul de nuestro cielo; no hay por qué retenerlo, ni rechazarlo, es mejor observarlo y dejarlo ir. Con esa nueva calma, transformemos la realidad desde el desarrollo de nuestra conciencia.