El secreto para tener fuerza de voluntad

El secreto para tener fuerza de voluntad
Francisco Masse

Francisco Masse

Inspiración

Levantarse a las cinco treinta de la mañana, hacer ejercicio a diario, renunciar a los dulces, las frituras, las harinas blancas y los azúcares añadidas, no fumar ni tomar alcohol, practicar el ayuno intermitente, apagar la televisión dos horas antes de irse a dormir, dejar de consultar las redes sociales… Todos estos son hábitos benéficos para nuestra salud, pero cuya adopción exige un considerable acopio de fuerza de voluntad; ¿en qué consiste ésta, cómo se define, cuál es su importancia y, sobre todo, qué se puede hacer para incrementarla?

Según la Asociación Psicológica de los Estados Unidos —APA, por sus siglas en inglés— la fuerza de voluntad es “la capacidad de retrasar la gratificación, resistiendo las tentaciones a corto plazo, para alcanzar objetivos a largo plazo”. De igual forma, es la habilidad de anular un pensamiento, sentimiento o impulso no deseado, así como de emplear un sistema de conducta “frío” o racional en lugar de un sistema emocional “caliente” e impulsivo.

Un experimento muy famoso para medir esta fuerza en la infancia consistía en poner frente al niño o la niña un delicioso panqué y decirle que tenía dos opciones: comérselo justo en ese momento o esperar treinta minutos y, a cambio, recibir dos. Según estudios de hace unas décadas, los pequeños que soportaban la tentación, aguardaban y recibían una doble ración, se desempeñaban mejor en la escuela y, años después, eran más exitosos y felices en sus vidas.

A veces, esperar tiene sus recompensas

Debido a hallazgos como ese, en la literatura de la psicología laboral y de la auto superación a menudo la fuerza de voluntad se valora como un recurso definitivo que pronostica éxito y plenitud en la vida. Nadie pone en duda que tener la entereza de espíritu para renunciar al placer de una cama tibia o al sabor de un pastel de chocolate, y soportar la incomodidad, la molestia o el cansancio hasta llegar a la meta propuesta, es una aptitud que facilita los logros en varios campos. No obstante, hay consideraciones que hacer al respecto.

La primera idea es que la fuerza de voluntad es un recurso limitado y finito, el cual depende de factores fisiológicos como la cantidad de sueño, el cansancio o el hambre; psicológicos como la motivación, la atención y el estado emocional; y sociales, como el nivel socioeconómico, los valores o la educación de la persona. Entonces, a pesar de lo que predican las frases motivacionales, el pozo de la fuerza de voluntad no es inagotable ni es igual de pródigo con todos.

La segunda noción deriva de un estudio de la Universidad de Carleton, en Canadá, que cuestiona la idea del autocontrol como ingrediente esencial para el éxito en la vida. En él, un grupo de voluntarios recibió un dispositivo que aleatoriamente vibraba y les preguntaba qué pensaban en ese instante; al tabular los resultados, se concluyó que quienes se desempeñan mejor en las pruebas de autocontrol no es por una férrea fuerza de voluntad, sino porque han aprendido a disfrutar las actividades que se imponen, adoptan hábitos más sanos y genéticamente son menos proclives a sentir el apremio de la tentación.

Disfruta de las actividades que te impones

Así, tal vez sea una falacia la idea de que la fuerza de voluntad es como un monje que con la pura templanza de su curtido espíritu y animado por la idea de un bien superior, resiste todas las tentaciones terrenales. Tal actitud, por heroica que parezca, no es sostenible a mediano plazo y está destinada al fracaso por el enorme peso psicológico y el desgaste emocional que implica.

¿Qué hacer, entonces, para aumentar nuestra fuerza de voluntad? Expertos aconsejan llevar a cabo pequeños ejercicios “de incomodidad” para educar el músculo de la voluntad —tales como escribir o bañarse con la mano contraria—, dormir y descansar lo suficiente, y sobre todo evitar las tentaciones mediante la adopción de hábitos que estructuren tu vida de forma diferente.

Permítanme ilustrar esta idea con la frase de un amigo que fue criado por jesuitas: “No enfrentes al pecado; huye de él”. En términos menos catequizantes, la idea es poner el reloj con la alarma del otro lado de la habitación para obligarte a levantarte por las mañanas o “huir” del pasillo de los postres en el súper si quieres dejar de comer azúcar, pues entre menos esfuerzo tengas que hacer para evitar la tentación más fácil será alcanzar tus metas. ¿Quieres intentarlo?

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