
“Tanto al escribir como al dormir, aprendemos a estar físicamente quietos al mismo tiempo que alentamos a nuestra mente a liberarse del pensamiento racional monótono de nuestra vida diurna”.
La inspiración puede emerger de los lugares más inesperados; por ejemplo, de los enigmáticos sitios imaginarios que visitamos mientras dormimos. El arte abunda en ejemplos de creadores famosos que han usado los sueños para nutrir sus creaciones: uno de los casos más sonados es el de Paul McCartney, quien afirma haber soñado la melodía de “Yesterday”, la canción con más versiones en la historia.
Salvador Dalí, por su parte, estaba tan obsesionado con el potencial creativo de los sueños que a propósito dormía con una cuchara en la mano para que cuando cayera lo despertara y, así, plasmar imágenes oníricas en surrealistas pinturas como La persistencia de la memoria, con sus relojes derritiéndose. Otro más es Edgar Allan Poe, quien sufría de pesadillas que inspiraban sus cuentos y poemas —algunos como “Dreamland” y “A Dream Within A Dream”, sobre el fenómeno de los sueños.

Salvador Dalí, La persistencia de la memoria, 1931.
Quizá la razón por la que los artistas se sienten tan apegados a sus sueños es porque éstos emulan una etapa clave de la creatividad: son como lluvias de ideas —algunas, más bien, son tormentas— en torno a los rangos de posibilidades de la mente, y de todo esto se deriva el fenómeno de la asociación libre.
El caso de Stephen King
Stephen Edwin King, prolífico autor de libros que ya forman parte de la cultura popular —como Carrie, Eso, Misery y El resplandor—, cuenta que mientras se recuperaba de un accidente que sufrió en 1999 comenzó a tener sueños vívidos que fueron la base de Dreamcatcher, una novela publicada en 2001 y que luego sería convertida en película. Pero ésa no es la única obra de King inspirada en la vida onírica: él mismo ha declarado que sus sueños le ayudan a retratar, en su escritura, inquietudes y eventos de forma simbólica.
Por esta y otras razones más, King recomienda tener una pluma y un cuaderno de notas al lado de la cama, pues en la atmósfera mental de los momentos previos a caer dormido, a media madrugada o cuando recién despiertas, es cuando resulta más probable que broten ideas nuevas en tu cabeza. Afirma, incluso, que para los escritores puede resultar provechoso adoptar un estado de sueño que es casi como si estuvieras dormido, pero sigues consciente y despierto.
En su libro On Writing: A Memoir of the Craft, publicado en 2000, King explica por qué para él los actos de escribir y de soñar son similares: según él, es importante mantener una rutina diaria que te ayude a entrar en esa especie de trance, la cual no sólo disciplina tu mente, sino que también libera una energía creativa acostumbrada a estar reprimida. King llama a esto “sueño creativo” y compara el proceso de la creatividad con una especie de “sueño en vigilia”.

Al llevarlo a la práctica, el “sueño creativo” permite cultivar nuestros mundos internos mientras escribimos, una capacidad bloqueada por las distracciones que desbordan las grietas de nuestra vida cotidiana. King nos ofrece consejos prácticos para crear el espacio idóneo, alejarse de las distracciones y soñar despierto. Sugiere, por ejemplo, que tu habitación de escritura sea un espacio tan privado como tu dormitorio: un lugar al que vas exclusivamente a soñar, con horarios regulares todos los días para forjarte el hábito y fortalecer tu habilidad.
“El espacio puede ser sencillo, y realmente sólo necesita una cosa: una puerta que estés dispuesto a cerrar. La puerta cerrada es tu forma de decirle al mundo que hablas en serio. Si es posible, no debe haber teléfono en tu sala de escritura, y ciertamente no debe haber televisión ni juegos. Si hay una ventana, corre las cortinas o baja las persianas, a menos que mires hacia una pared en blanco.
Para cualquier escritor y para el principiante en particular, se aconseja eliminar tantas distracciones como se pueda. Si sigues escribiendo, comenzarás a filtrar los distractores de modo natural; pero al principio es mejor resolverlos antes de escribir. Cuando escribes, quieres deshacerte del mundo, ¿no es así? Por supuesto que sí. Cuando escribes, estás creando tus propios mundos”, acota el autor.

¿Realmente funciona?
Aun cuando son muy útiles consejos, a menudo la vida real no se distingue por ser como uno quisiera, y si un escritor espera las condiciones ideales para trabajar será más fácil que muera o desista antes de poner una letra en el papel, como lo señaló Charles Bukowski en su poema “Aire y luz y tiempo y espacio”, titulado así por las condiciones que consideraba irrelevantes para el verdadero escritor.
Con todo, la idea es fortalecer la habilidad creativa de la mente y nutrir sus fuentes de inspiración. No es casualidad que los estudiantes incapaces de prestar atención al discurso lineal en un salón de clase sean etiquetados como “soñadores”: es probable que en algunas de estas mentes inquietas estén sucediendo cosas más interesantes que los asuntos académicos que las envuelven en ese momento. Lo anterior puede tomarse como un guiño para idear un sistema educativo que se enfoque en alimentar la imaginación más que el conocimiento.
Soñemos despiertos. Y de esos sueños traigamos ideas que se vinculen con lo que amamos, y nos ayuden a transformar nuestra mente y nuestro mundo.
