
Desde luego, a botepronto puede resultar paradójico que estés leyendo sobre los daños y perjuicios en la salud mental derivados del uso de las redes sociales —o social media, en inglés— justo en un artículo que se promovió en éstas y, por otro lado, también se podría argumentar que si bien todos sabemos que pueden generar adicción, depresión, ansiedad y otros trastornos, también nos ayudan a permanecer informados y conectados con gente afín o querida, aunque físicamente lejana. Pero vayamos por partes.
En un artículo publicado por la Sloan Management School del prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts —MIT, por sus siglas en inglés—, que a su vez cita un estudio cuantitativo realizado por Luca Braghieri de la Universidad Bocconi y Ro’ee Levy de la Universidad de Tel Aviv, se afirma por fin que existe una relación causal entre la presencia de la red social Facebook y el aumento de casos de ansiedad y depresión entre estudiantes universitarios.

Es importante subrayar que es el primer estudio que pone la mira en la relación causal, pues cifras previas —como la de que la taza de suicidos entre jóvenes de entre 10 y 24 años aumentó en 57% de 2007 a 2017, durante el boom de la plataforma lanzada en 2004— sólo permitían ver una correlación; es decir, no era claro si quienes usan con más frecuencia las redes sociales se deprimen más o si la gente deprimida entra más veces a su Facebook, lo cual sería lógico.
Por eso, Braghieri y Levy fueron más allá de la estadística y formularon preguntas que incidían en la influencia de la red social en la vida y el equilibrio emocional de los jóvenes, además de tomar en cuenta otros factores —como el consumo de alcohol y drogas— y la ansiedad o depresión preexistentes. Los resultados fueron contundentes: el acceso constante a Facebook deriva en un aumento de 7% en los casos de ansiedad y de 20% en los de depresión.

Entre las causas directas de estas incidencias, destaca la comparación que las personas hacen de sí mismas, de su aspecto y de sus vidas con la supuesta perfección que a menudo vemos publicada en el social media, así como la actual omnipresencia de los smartphones en la vida diaria. Los investigadores aclaran, sin embargo, que su intención no es satanizar Facebook, las redes sociales y el uso de la tecnología en general, pues “la salud mental es sólo un aspecto con el que se puede medir el impacto del social media; también hay beneficios como el contacto con viejos amigos o familia, y la relación con gente afín a nuestros intereses”.
Los académicos orientan sus esfuerzos no a la prohibición o la condena, sino a la regulación y a la creación de mecanismos offline que puedan aligerar los potenciales efectos nocivos de las redes sociales de los 4 mil 500 millones de personas que tienen una cuenta. Y una de las cosas que uno puede hacer, sin tener que esperar a que una autoridad actúe, es elegir qué ver y qué hacer en nuestro tránsito por las redes; porque, sí, éstas sirven para opinar, ver imágenes o videos, discutir o hasta pelear con otras personas, pero también para informarse, motivarse y alimentar nuestro interior a partir del contacto con personas e ideas positivas.
¿O tú qué opinas?…
