Estoicismo para la vida moderna

Estoicismo para la vida moderna
Igor Übelgott

Igor Übelgott

Mente y espíritu

El pensamiento debe ser más fuerte que la materia,
y la voluntad, más poderosa que el sufrimiento físico o moral.

Zenón de Citio

Si vieras a través de tu ventana a una persona que, sin prisa pero sin pausa, camina bajo una lluvia torrencial, con la ropa empapada y los zapatos inundados, sin bailar jovialmente como Gene Kelly pero sin lucir molesto, abrumado o triste, quizá dirías que “soporta estoicamente la tormenta”.

Lo mismo podrías decir de alguien que ha perdido sus posesiones a causa de un fenómeno natural y, aún con lágrimas en el rostro, empieza pacientemente la reconstrucción, o incluso de un padre o madre solteros que, sin cuestionárselo mucho, hace lo que tiene que hacer para procurar su supervivencia y la de su familia. Todos ellos podrían calificarse de estoicos; pero, bien a bien, ¿qué es el estoicismo y cómo puede ayudarnos a sobrellevar la vida moderna?

Para ser feliz hay que vivir en guerra con las propias pasiones
y en paz con las de los demás.

Séneca

El estoicismo es una corriente filosófica fundada por el griego Zenón de Citio al despuntar el siglo III a.C. Tomó su nombre del lugar donde este pensador impartía sus primeras clases: la Stóa poikilé, o el pórtico pintado del ágora de Atenas. Algunos de los seguidores más destacados de esta escuela fueron Crisipo (281-208 a.C.), Séneca (4 a.C.-65 d.C.), Epicteto (55-135 d.C.) y el emperador romano Marco Aurelio (121-180 d.C.)

¿Y por qué el caminante empapado, la persona que reconstruye y los padres y madres solteros pueden calificarse de estoicos, igual que estos sabios de la antigüedad? Porque esta corriente se aleja de la posmoderna idea de la “búsqueda de la felicidad” y sostiene que la libertad y la tranquilidad del espíritu sólo pueden obtenerse siendo ajeno a la comodidad material y a los vaivenes de la fortuna externa, guiándose por la razón y la virtud.

Esta parte del siglo XXI es un momento de la historia humana en el que el éxito o la felicidad se equiparan con la satisfacción plena de nuestros deseos: deseamos más dinero, una casa grande y lujosa, una pareja atractiva y amorosa, un auto nuevo o un trabajo que sea sencillo y satisfactorio. Todo ello podríamos englobarlo como las “comodidades materiales” a las que se referían los estoicos.

Pero, como sabemos, la vida casi nunca es como la deseamos y en general el curso de nuestra vida es una línea trazada por nuestros deseos y modificada por las circunstancias que permiten o impiden que los cumplamos. El estoico, consciente de esta realidad, deliberadamente pone freno a sus deseos y atempera sus emociones, pues sabe que la felicidad que sigue a la satisfacción del deseo es fugaz, y la recibe con la misma templanza que a las pérdidas, las desgracias y las emociones que éstas causan, que también son pasajeras.

Tu felicidad depende de tres cosas, todas las cuales están en tu poder:
tu voluntad, tus ideas sobre los eventos en los que te involucras
y el uso que haces de tus ideas.

Epicteto

Si alguna vez has dicho o pensado que “tu pareja te hizo enojar”, que “tu trabajo te deprime” o que “la muerte es algo triste”, los estoicos te aconsejarían darte cuenta de que no son los acontecimientos externos los que provocan en ti estas emociones, sino tus propios pensamientos con respecto a ellos.

Por ejemplo, si en la noche tu pareja está demasiado cansada para escuchar tus quejas y tú al verla dormir piensas que “en realidad no le importan tus problemas”, es probable que esta idea te moleste o te entristezca y, para eludir la responsabilidad de tus propias emociones, decidas ofenderte y culpar al otro o a la otra. Lo mismo sucede con el empleo, que resulta deprimente por lo que piensas de él, y con el natural cese de funciones orgánicas de un ser querido.

El estoico comprende que el mundo gira y seguirá girando indiferente a sus deseos y problemas, y por ello no se otorga demasiada importancia personal. Tampoco se deja embelesar por la idea de la “búsqueda de la felicidad”, como si ésta fuera un objeto externo y ajeno a él que debe esforzarse por alcanzar: atendiendo a las palabras de Marco Aurelio, sabe que su vida es creada por sus juicios y pensamientos, y no por los acontecimientos externos.

La pérdida no es otra cosa que un cambio,
y el cambio es el deleite de la naturaleza.

Marco Aurelio

Pero no por ello hay que confundir la postura estoica con la mediocridad, el conformismo, la pereza o, incluso, con el masoquismo o el goce por el propio sufrimiento. Por el contrario, Zenón nos recordaría las ideas de la virtud y la razón, y nos instaría a estudiar filosofía para entender la naturaleza humana, y ciencias para distinguir la verdad natural del mundo; también a evitar las pasiones acendradas —pathos en latín— y a adoptar actitudes como la ataraxia, que podría traducirse como “imperturbabilidad” —que no es lo mismo que la insensibilidad.

Así, una persona que actúa conforme a esta idea del estoicismo ejecutaría sus labores diarias de la mejor manera posible de acuerdo a sus capacidades, pero ejercería el autocontrol para impedir que las emociones derivadas del éxito o el fracaso de sus empresas empañaran su imperturbabilidad.

Hoy en día, mucho se dice en libros de autoayuda —y en las redes sociales de quienes gustan de las frases motivacionales— que “el cambio está en uno mismo” o que tu felicidad depende de ti y de cuánto te esfuerces —normalmente, en términos empresariales o de trabajo remunerado— en conseguirla. Y así es como pensamos que la ruta a seguir es trabajar más y “ascender” para ganar más dinero para comprar más cosas que, supuestamente, nos harán más felices.

Por eso es liberador darse cuenta de que desde hace más de dos mil años hubo quienes supieron alcanzar la felicidad y la sabiduría prescindiendo de las riquezas materiales, anteponiendo la calma y la serenidad ante las adversidades y aceptando que éstas son inevitables. Y es que, citando de nuevo a Epicteto —cuya voz hace eco en el budismo, en San Francisco de Asís y en San Agustín—, la felicidad consiste en ser libre; es decir, en no desear nada…

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