
Cuando pensamos en grandes inventores de la historia, suelen venir a la mente nombres como Thomas Alva Edison, Nikola Tesla o Alexander Graham Bell. Sin embargo, aquí te contaré la historia de un inventor cuyo nombre prácticamente ha sido olvidado por la historia, pero que tuvo un impacto impresionante en las ciencias agrícolas. Era estadounidense, se llamaba George Washington Carver y su vida estuvo marcada por las adversidades desde el principio, pues nació siendo esclavo en el seno de una familia afroamericana.
A pesar de tenerlo todo en contra, gracias a su gran inteligencia y a su incansable deseo de superación logró inscribirse en la escuela y llegar hasta la universidad, donde desarrolló su gran talento para la botánica, creó algunos inventos que hasta hoy son fundamentales para la agricultura y compartió sus conocimientos con generaciones enteras de estudiantes. Conozcámoslo un poco más…

Un inicio difícil
George Washington Carver nació esclavo en el año de 1864, en un pueblo de Missouri llamado Diamond Grove; su fecha de nacimiento es incierta, pues en aquel tiempo no se acostumbraba llevar registros precisos de los esclavos. Lo que sí se sabe es que su padre murió antes de que él naciera, y que su madre, sus hermanos y él eran propiedad de Moses Carver, un granjero de ascendencia alemana.
Cuando tenía sólo una semana de nacido, el pequeño George fue raptado junto con su madre y su hermana por unos cuatreros que los llevaron a Kentucky para venderlos. El afligido Moses Carver contrató a un pistolero para localizarlos, pero éste sólo encontró a George y lo llevó de regreso a Missouri. En enero de 1865, cuando la esclavitud se abolió en el estado, Moses y su esposa Susan adoptaron a George y a su hermano James —quien había logrado escapar de los cuatreros— y los criaron como sus propios hijos, enseñándoles a leer y escribir.
A pesar de que la familia Carver siempre alentó al joven George Washington[1] a ir a la escuela, educarse en ese tiempo era extremadamente difícil para una persona negra. Por su color de piel, fue rechazado en la escuela pública de su pueblo y tuvo que acudir a una escuela para negros en Neosho, a quince kilómetros de distancia. Una anécdota cuenta que ahí conoció a una mujer que le rentó un cuarto; cuando ésta le preguntó cómo se llamaba, el joven le contestó como siempre: “Carver’s George” —algo así como “George, propiedad de los Carver”—, pero la dulce anciana lo corrigió diciéndole que ahora se llamaba George Carver y lo instó a aprender todo lo que pudiera y “entonces, comparte al mundo y a la gente todo lo que hayas aprendido”. Esas palabras marcaron su alma para siempre.

Estudió el bachillerato en Kansas y desempeñó varios trabajos relacionados con las plantas. En 1891 obtuvo un crédito educativo y se convirtió en el primer alumno negro en la Universidad Estatal de Iowa, donde estudió botánica; cinco años después obtuvo el grado de Maestro y fue el primer afroamericano en impartir clases a nivel superior en todo el estado. Pero todos estos honores nunca lo distrajeron de su objetivo: mejorar la vida de los agricultores negros del sur de los Estados Unidos.
Innovaciones agrícolas
George W. Carver promovió la rotación de cultivos y el uso de fertilizantes naturales para revitalizar las tierras empobrecidas por el cultivo intensivo del algodón, que estaba agotando los suelos de los estados sureños. Y aunque la idea de que Carver inventó la mantequilla es sólo un mito, sí estudió los cacahuates a profundidad y halló más de trescientos usos para este cultivo, entre ellos:
- Aceites y grasas: Carver descubrió que el maní podía ser utilizado para producir aceites lubricantes y grasas industriales, lo que representó una alternativa más económica a los derivados del petróleo.
- Tintes y pinturas: Desarrolló pigmentos y pinturas ecológicas usando derivados del maní, algo revolucionario en su época.
- Jabones y cosméticos: Carver logró extraer componentes del maní que resultaron útiles para la fabricación de jabón y lociones.
- Combustible: también exploró la posibilidad de crear fuentes renovables de energía, anticipándose a la actual dependencia de los hidrocarburos.

Pero Carver no se limitó a investigar el maní. También estudió el camote y encontró más de cien aplicaciones para este tubérculo, incluyendo harinas nutritivas y almidones, pegamentos y adhesivos, así como tinturas textiles naturales, una alternativa a los colorantes químicos de la época, que eran mucho más costosos y contaminantes.
Un legado de educación y servicio
Además de inventor, George Washington Carver fue un educador apasionado que pasó gran parte de su vida en el Instituto Tuskegee —hoy Universidad Tuskegee, en Alabama—, donde impartió clases durante 47 años a generaciones de estudiantes a quienes enseñó cómo aprovechar los recursos naturales y mejorar sus técnicas agrícolas. Creía firmemente en el poder del conocimiento y en la autosuficiencia como herramientas para el progreso.
Su trabajo llamó la atención de personas tan importantes como el presidente Theodore Roosevelt y el empresario Henry Ford, quienes reconocieron su talento y lo apoyaron en sus investigaciones. Y algo que llama mucho la atención es que, a pesar de las oportunidades que tuvo de ganar dinero con sus invenciones, Carver jamás patentó la mayoría de ellas. Su filosofía era clara: el conocimiento debía ser compartido para el beneficio de todos, no para el lucro personal.
George W. Carver murió en Tuskegee, Alabama, el 5 de enero de 1943. A pesar del impacto real que sus invenciones tuvieron en las vidas de millones de personas y de que la casa donde creció en Missouri fue convertida en monumento nacional, su inspiradora historia no ha recibido la atención que merece.
Hasta el último de sus días, Carver nunca dejó de soñar, investigar y enseñar. Su vida es un recordatorio de que la ciencia es una herramienta poderosa para mejorar el mundo y de que el conocimiento, cuando se comparte, tiene un impacto mucho mayor. Fue un verdadero genio, pero su legado no sólo radica en sus inventos: su creatividad, perseverancia y generosidad han sido inspiración en la vida de muchas personas que buscan superarse, no para beneficio personal, sino para mejorar las condiciones de quienes los rodean.

[1] Quien casi nunca usó su segundo nombre y solía firmar como “George W. Carver”.