‘Ghosting’: qué es y qué hacer cuando la gente desaparece

'Ghosting': qué es y qué hacer cuando la gente desaparece
Igor Übelgott

Igor Übelgott

El tutorial

Si lo que quieres es sufrir, una forma garantizada de hacerlo es aferrarte a tus expectativas. Y si, además, crees que tu felicidad depende de que la gente —o, en específico, “esa persona especial”— actúe de cierta forma contigo, y cuando no sucede así te preguntas por qué o si hiciste algo mal, es probable que tarde o temprano acabes googleando la palabra ghosting para ver si su definición se ajusta a lo que acabas de sufrir, saber sus causas o tratar de darle solución.

Así, hallarás que se le llama ghosting al fenómeno cuando alguien con quien tenías contacto cesa la comunicación de forma abrupta, unilateralmente y sin dar explicaciones. Por ejemplo, si el candidato ideal para una vacante laboral no se presenta a la entrevista, no responde correos ni tus mensajes y mucho menos te toma la llamada. Pero no nos hagamos: el término casi siempre refiere a relaciones sentimentales o que, al menos, parecía que lo eran o iban a serlo.

Esto del ghosting —y el verbo que de él deriva, ghostear— es de cuño reciente. Fue Rachel Thompson, una desafortunada periodista del website de cultura pop Mashable, quien acuñó el término en 2011, tras haber sido plantada como margarita en una cita con alguien que había conocido en una dating app y que, por si había sido poco, después la bloqueó en todas las redes y formas posibles.

...el ghosting invariablemente involucra a la vida digital y a sus formas de comunicación y de ligue...

Así que, en efecto, el ghosting invariablemente involucra a la vida digital y a sus formas de comunicación y de ligue pues, así como los dispositivos, redes sociales y apps permiten conocer a gente de forma remota e incluso anónima, de igual modo facilitan que el objeto de nuestro interés se haga “ojo de hormiga”, deje de contestarnos y desaparezca sin razones aparentes o avisos de por medio.

Hace años, antes de que este vocabulario se popularizara, alguien me dijo una frase que resulta oportuna: “El silencio enloquece”, refiriéndose a esas dolorosas situaciones en las que, al no decir nada, uno lo dice todo. Y sí: cuando a alguien “lo ghostean” a menudo su cabeza da vueltas, reacciona con ira, decepción o confusión, y sobre todo se pregunta la causa: ¿qué hice para merecer esto?

Algunos estudiosos del tema ofrecen un poco de alivio y dicen, por ejemplo, que el fenómeno tiene más que ver con el ghosteador y no con el ghosteado —el término es gramaticalmente flexible—, ya que al cortar la comunicación de ese modo se elude la responsabilidad de acabar gentilmente con el proceso de cortejo o con la relación en sí, si la hay, lo cual daría a la otra persona una sensación psicológica de cierre.

Entonces, ante la perspectiva de hablar de frente y decir algo así como: “Mira, sé que hemos salido un par de veces, pero me doy cuenta de que tú buscas algo formal y yo, la verdad, sólo me la estoy pasando bien; así que mejor lo dejamos aquí”, lo cual sería claro y honesto, pero también muy incómodo, el ghosteador opta por, simplemente y de la noche a la mañana, dejar de enviar y contestar mensajes o, de plano, bloquear a la otra persona. Una indirecta muy directa.

...el ghosteador opta por, simplemente y de la noche a la mañana, dejar de enviar y contestar mensajes...

Desde luego, toda vez que comprobamos que no obedeció a un infarto fulminante o a una abducción extraterrestre, algo así detona una serie de mecanismos en nuestra psicología: todas nuestras inseguridades salen a flote, la sensación de no ser suficientes y las dudas sobre nuestro propio valor escapan de sus escondites y nos muestran su horrible sonrisa burlona. La sensación de rechazo y la desilusión nos duelen en toda la piel, especialmente si el ghosteo tuvo lugar de la nada o, peor, inmediatamente después de la primera relación sexual.

Sin duda, y dependiendo de cada caso, los ghosteadores —sean hombres o mujeres— pueden sufrir de trastornos psicológicos, ser emocionalmente crueles, estar compensando una baja autoestima o intentando resolver una vivencia traumática desquitándose con las incautas y los malaventurados que encuentran a su paso y caen en sus redes de seducción. Sin embargo, si sufres por un episodio de ghosting, siempre vale la pena preguntarse: ¿realmente había algo que terminar o simplemente yo tenía expectativas que no se cumplieron?

En el mundo actual, es muy común que se idealicen las relaciones amorosas —y, a veces, también las amistades— y se les dote de un halo de perfección y de una especie de promesa de felicidad. Contaminados por el sinfín de historias rosas que vemos en el cine y la televisión, nos imaginamos cómo debe ser nuestra propia novela de amor y nos aferramos a expectativas de cómo deben lucir, ser o comportarse ellos y ellas. Así, a veces uno ve lo que quiere ver y cuando la realidad no se ajusta a nuestras ideas preconcebidas, sobreviene el sufrimiento.

Desde luego, es de buenas personas tener la cortesía de contestar mensajes y no se puede negar que desaparecer como ninja tras haber consumado una conquista es una conducta reprobable: no estoy excusando ni justificando a nadie. Pero si tras haber sido ghosteado o ghosteada lo que viene a tu mente son ideas como “Hice algo mal”, “No soy lo suficientemente…” o “Vio cómo soy en realidad”, quizá deberías revisar lo que piensas sobre ti y trabajar en tu autoestima, antes de intentar hallar en una pareja la felicidad o la sensación de sentirte amada o amado.

Si quienes nos relacionamos en parejas somos adultos que ejercen su libre albedrío, entonces nadie tiene el control sobre las conductas de los demás y, por lo tanto, nadie debería hacerse responsable por los actos de otros. Y si bien el ghosting habla más de quien lo practica que de quien es víctima de él, como dicen los psicólogos, también es cierto que la forma en que reaccionas a él tiene más que ver contigo y con tu salud mental que con quien “te deja en visto”.

Las redes sociales nos han hecho creer que somos muy importantes y que los demás —a quienes nos dirigimos y muchas veces ni siquiera conocemos— también son muy importantes. Y es por la importancia que le damos a esa interacción virtual que nos duele tanto haber sido ghosteados por un prospecto sacado de Tinder, y exigimos que nos explique por qué ejerció su inalienable derecho a perder el interés.

Las redes sociales nos han hecho creer que somos muy importantes...

Como todos los que nos hemos relacionado a través de las redes sociales, el que escribe ha ghosteado y ha sido ghosteado varias veces, incluso antes de que se le llamara de ese modo: así es la vida, más aún la vida digital. Pero creo que quizá lo que más nos duele no es el corazón, sino la abolladura que sufrió el ego digital que, con tantas poses, tantas selfies y tantas frases mordaces, nos esforzamos en construir todos los días.

Después de todo, si algo me ha quedado claro es que, si nuestra felicidad depende de la cantidad y la calidad de nuestros matches y de lo que aparece en la pantalla de nuestra laptop o del smartphone, tal vez sea momento de dejar de perseguir fantasmas que a la larga desaparecen y de empezar a enriquecer nuestra vida con seres de carne y hueso.

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