
Para vivir ejerciendo una profesión creativa, lo primero que tienes que hacer es estar absolutamente enamorado de tu trabajo. No existe otra forma de sobrellevar este tipo de vida, sobre todo cuando se pone rasposa. En esos casos —que son muy frecuentes—, los obstáculos sólo sirven para probar qué tan obstinado eres en seguir tu pasión.
Desde que estudiaba la primaria, tenía la certeza de que cuando fuera grande necesitaría trabajar en algo que amara. No tenía claro si iba a convertirme en director de orquesta, en pintor o en monje ermitaño, pero dedicarme a algo que me hiciera infeliz no me parecía inteligente. Me refiero a esa eterna batalla entre hacer lo que quieres y lo que supones que se espera de ti. Y aunque pintar y componer música no parecían ser actividades que me permitirían vivir holgadamente, yo siempre creí que la pasión era lo que importaba.
Pero no tardé en darme cuenta que el mundo no funciona así. A medida que crecía, veía a la gente dedicándose a algo que odiaba y, en el mejor de los casos, manteniendo su cordura en sus ratos libres con un hobby. Pocos se dedican a algo que realmente aman, pues no es tan sencillo: la preocupación por pagar las cuentas tarde o temprano nos desvía la mirada de lo que realmente queremos hacer.
No debería ser así, pues nadie, sin importar su ocupación, tendría por qué venir a esta vida a sufrir ni permitir que el dinero determinara nada importante, mucho menos su profesión. Pero el mundo no se distingue por ser justo y menos aún por funcionar como debería. Invariablemente hay cuentas por pagar, y un artista cuya obra no se difunde públicamente —porque los espacios están secuestrados por el sistema— de seguro se verá en constantes aprietos para pagar sus propias cuentas, y ya no hablemos de las de una familia. En nuestra sociedad, pocas labores creativas son respetadas con un pago. En el momento en que monetizas tu pasión, adquiere otras proporciones en tu cabeza, pues sabes que debe sostenerte emocional y económicamente. Lo ideal, por supuesto, es hacer dinero de lo que amas. El problema es que la pasión y el dinero son una pareja conflictiva.
Vivir haciendo lo que amas es una de las labores más complicadas que existen. Se requiere un balance entre la practicidad y la pasión, y un artista no siempre es práctico. Si lo que amas no te aporta suficiente dinero para vivir, y no buscas otro ingreso, será más complicado aún y corres el peligro de que la necesidad haga que el fuego de la pasión se extinga en tu interior, asfixiado por la ansiedad: nada es más triste que eso.
Cualquier persona que tome la decisión de seguir lo que ama debe considerar el factor de la supervivencia. No será una relación fácil y ciertamente será un camino espinoso, a menos que una circunstancia insólita lo suavice, como la subvención de un padre, un tutor, un mecenas o una herencia inesperada; pero todas ellas son situaciones extraordinarias. Grandes artistas y visionarios de la historia han quedado sepultados bajo la carretera de la vida porque su talento y su disciplina no fueron suficientes, pues éstos no son los únicos factores involucrados en el éxito de una profesión creativa. No sólo somos seres con imaginación y emociones: también somos órganos y agua, y como todo ser vivo, necesitamos cubrir esas necesidades básicas previas al acto creativo. Crear a tu máximo potencial es especialmente difícil cuando tienes hambre o cuando estás preocupado por pagar la siguiente renta.
Sin embargo, el hecho de seguir creando bajo tales circunstancias es lo que le atribuye cierto encanto a este proceso agridulce. No es un asunto sencillo, porque no existe nada que lo defina con un parámetro, ni tampoco un camino ideal. Aún así, hay un par de consideraciones que valdría la pena reflexionar. Por un lado, cuando se trata de la vida de un verdadero artista, los sentimientos de ansiedad y de desconsuelo inevitablemente expanden su rango de sensibilidad y eso, con suerte, puede enriquecer su arte. Muchas grandes obras han nacido no sólo del éxtasis de la felicidad, sino también de los abismos de la tristeza.
Por otro lado, todo se reduce a una toma de decisión consciente y responsable. Si quieres algo o a alguien con el suficiente fervor, sólo depende de ti el alcanzarlo. Para eso, hay que establecer un sistema personal eficiente, pues es la perseverancia, más que el impulso, la que nos ayuda a cruzar los oscuros pasillos de la incertidumbre, la duda y el desasosiego. Supongo que esta misma premisa cubre todo tipo de relación, no sólo profesional sino incluso sentimental. Y aunque en esta vida no hay garantía de nada, dudo que exista algo capaz de consumar mejor esa tarea y que sea más poderoso que el amor por algo o por alguien.
En todo caso, es preferible morir por tu pasión a que te mate el aburrimiento o este absurdo sistema en el que vivimos.
