Joaquín Clausell, el impresionista mexicano

Joaquín Clausell, el impresionista mexicano

Pita Escalona

Creatividad

Era un mar oscuro, sombrío y embravecido en aquel lienzo colgado en la pared de la biblioteca de mi abuelo. Sólo mar, sin playa ni cielo ni sol ni nubes. En la esquina inferior derecha se distinguía la firma: J. Clausell, de color bermellón, con una caligrafía impecable. Lo había visto infinidad de veces, sin prestarle atención, cada que jugaba a las escondidillas con mis primos o cuando íbamos a hojear los libros ilustrados empastados en piel del abuelo.

Joaquín Clausell: 'Marina', 1915. (Colección privada)

Joaquín Clausell: Marina, 1915
Colección privada

Escuché la historia del cuadro cuando regresé de la escuela aquel primer día de clases de segundo de primaria, luego de que mis papás me preguntaran cómo eran mis nuevas maestras. Les respondí que la de español era muy simpática, joven y guapa, y que tenía un nombre raro, Dinorah Clausell, mismo que escribió en el pizarrón antes de pedirnos que lo copiáramos en nuestros cuadernos. ‟Pregúntale —dijo mi papá— si es pariente de Joaquín Clausell”. Después me llevó a la biblioteca a ver el cuadro del mar. Dinorah resultó ser su nieta.

Como Joaquín Clausell nunca se consideró pintor, no acostumbraba firmar sus obras. Mi abuelo adquirió la marina por circunstancias azarosas: un amigo llegó a pedirle dinero prestado porque había perdido una suma considerable en las carreras de caballos y le dejó la obra en prenda. Mi abuelo decidió prestarle aquella cantidad, pero le advirtió que por la inmediatez y el monto, aunque recibiera el pago el día acordado, no le devolvería la pintura. Su amigo estuvo de acuerdo. A los pocos días mi abuelo fue a visitar al artista a su estudio en el antiguo Palacio de los condes de Santiago de Calimaya; luego de entablar una conversación con él, le pidió estampar su firma en el lienzo. Joaquín Clausell accedió gustoso.

El abogado que se convirtió en artista

Joaquín Quiricó Marcelino Clausell Traconis nació el 16 de junio de 1866 en San Francisco de Campeche —sus padres, al saber que no podrían tener otro hijo, decidieron ponerle varios nombres. Desde muy pequeño, Joaquín demostró rebeldía y talento para la oratoria, características que lo acompañaron por el resto de su vida. Durante su juventud se convirtió en activista político; tuvo un enfrentamiento en público con el gobernador y fue expulsado tanto de la escuela como del estado. Se trasladó a la Ciudad de México y comenzó sus estudios en la Escuela Nacional de Ingeniería, donde no permaneció por mucho tiempo, pues lo que realmente le atraía eran las leyes. Como pronto se quedó sin dinero, por las mañanas trabajaba limpiando material en una farmacia y por las noches leía los libros que ‟tomaba prestados” de la Biblioteca Nacional. Lo pescaron y fue encarcelado, pero al poco tiempo de su liberación una trabajadora social se conmovió al ver sus ganas de estudiar y le ofreció una beca para continuar con su carrera de abogado.

Joaquín Clausell. (Mediateca del INAH)

Joaquín Clausell.
(Mediateca del INAH)

A pesar de su gusto por las leyes, Clausell no perdió oportunidad para expresar su rechazo al régimen de Porfirio Díaz. Trabajó como periodista y caricaturista político en El Universal, donde firmaba sus artículos con el seudónimo de Juan Pérez; también colaboró en el periódico El hijo del Ahuizote, yen 1893 fundó su propio diario, El Demócrata, en el que publicó un artículo escrito por Heriberto Frías acerca del maltrato a los indios tomoches en la sierra de Chihuahua, lo cual le costó otra temporada en prisión. Al salir, se fue de México y vivió un tiempo en Nueva York. Más tarde viajó a París y conoció a los impresionistas Camille Pisarro y Claude Monet, quienes seguramente lo inspiraron a dedicarse a la pintura de la luz.

Clausell se instaló en el Palacio de los condes de Santiago de Calimaya —hoy Museo de la Ciudad de México— por haber contraído nupcias con Ángela Cervantes, una de las últimas descendientes de la familia de los condes de Calimaya, que a su vez descendían de Hernán Cortés. A la edad de treinta y cinco años, comenzó a pintar en su estudio, un lugar privado, construido ex profeso en la azotea del palacio, que sólo podían visitar sus amigos Juan OʼGorman, Diego Rivera y Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl. A pesar de su cercana relación con estas figuras del arte mexicano, al no haber estudiado en ninguna academia, Clausell nunca se consideró un verdadero artista.

Joaquín Clausell: 'Fuentes Brotantes', 1920. (Museo Nacional de Arte. México)

Joaquín Clausell: ‘Fuentes Brotantes’, 1920.
(Museo Nacional de Arte. México)

En sus obras retomó el estilo impresionista que había conocido en Europa. Comenzó pintando paisajes mexicanos, pero a diferencia de José María Velasco —un contemporáneo suyo que nunca conoció— Clausell decidió plasmar escenas pequeñas con colores más vivos y pinceladas más burdas; lo que le interesaba era trasladar al lienzo la impresión que le causaban las cosas que veía, según las bañara la luz del amanecer, el mediodía o la tarde.

Joaquín Clausell produjo alrededor de cuatrocientas obras de arte. Acostumbraba regalarlas, rara vez las vendía, casi nunca las firmaba ni acostumbraba fecharlas; la mayoría de sus trabajos, entonces, están en manos de coleccionistas privados. Su obra se encuentra dividida en dos periodos interrumpidos por la Revolución mexicana: de 1900 a 1910, y de 1920 hasta su trágica muerte el 28 de noviembre de 1935, en las lagunas de Zempoala. Un periodo está cargado de tormenta y sufrimiento; el otro refleja el momento en que, después de la tempestad, vuelve la calma.

Joaquín Clausell: 'La ola roja', 1910 (Foto: Art Experts, Inc.)

Joaquín Clausell: ‘La ola roja’, 1910
(Foto: Art Experts, Inc.)

Le agradaba pintar paisajes del sur de la ciudad de México, como las Fuentes brotantes, el bosque de Tlalpan, el Ajusco, el Pedregal y Xochimilco, aunque su pasión más grande fue el mar, como remembranza de la niñez en su natal Campeche. En el asombroso mural de su estudio se encuentran plasmados sus sueños, pesadillas, triunfos, recuerdos, alegrías y tristezas; se trata de un mosaico con escenas de su vida, en el que incluye paisajes, mujeres desnudas, retratos de familiares y animales inmersos en un bosque simbólico. Aunque Clausell nunca se consideró un auténtico pintor, su obra fue reconocida por el Dr. Atl y por Diego Rivera, quien lo llamó pintor-poeta.

Ahora su estudio se encuentra abierto a todo aquel que desee adentrarse en el mundo de este impresionista mexicano.

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