Cierra los ojos y piensa en tu platillo favorito, con todos sus colores y aromas; luego toma unos cubiertos imaginarios y pruébalo: siente las texturas, pon atención a los sabores y disfrútalo sin prisa. ¿Se te hizo agua la boca? Ahora, también con los ojos cerrados, imagina que te encuentras en un spa: la iluminación es cálida y suave, unas hábiles manos masajean los músculos de tus hombros, deshaciendo las contracturas, aminorando la carga, mientras una agradable música circula por el lugar. ¿Tus músculos se relajaron, aunque sea un poco?
Estos sencillos ejercicios demuestran que la imaginación es mucho más que una simple “pantalla de la mente”. Imaginar que saboreas un helado de vainilla o que recibes un masaje activa las mismas regiones neuronales que la acción real, dando pie a experiencias sensoriales menos intensas que las verdaderas, pero innegables. Así es que no resulta descabellado pensar que la visualización creativa —que consiste en crear representaciones mentales, con una intención predeterminada, en las que estén involucrados todos los sentidos— pueda ayudarte a atenuar un dolor físico. Pero, ¿qué más es posible lograr a través de ella?
Visualización: el secreto de los deportistas
En los años sesenta, el psicólogo australiano Alan Richardson diseñó un experimento para medir el impacto de la visualización creativa en el desempeño de los deportistas. Formó tres grupos y probó la habilidad de cada uno de ellos para hacer tiros libres de basquetbol; al cabo de veinte días, después de seguir las respectivas instrucciones de Richardson, los sujetos deberían regresar para demostrar cuánto habían mejorado. El primer grupo practicó diariamente frente al aro; el segundo, sólo lo hizo durante el día uno y el veinte, al igual que el tercero, con la diferencia de que este último pasó veinte minutos al día visualizando, desde la comodidad de un sillón, que practicaba los tiros libres. Al final del experimento, los participantes se presentaron ante el investigador: el grupo uno mejoró su desempeño en un 24%, el dos —como era de esperarse— no demostró ningún cambio, y el tres tuvo una mejoría de 23%. Así es que, al menos en el ámbito del deporte, la visualización creativa puede ser casi tan efectiva como la práctica en el mundo real.
Hace casi un siglo, el médico y psicólogo Edmund Jacobson descubrió, sirviéndose de sensores colocados en distintas partes del cuerpo, que cuando un individuo se visualizaba realizando alguna actividad atlética, los músculos que estarían implicados en la práctica real se movían sutilmente. Y hace poco, un grupo de investigadores de la universidad de Ohio, en los Estados Unidos, declaró —con base en los resultados de un estudio— que imaginar que se están ejercitando los músculos, durante al menos once minutos al día, puede tonificarlos, fortalecerlos e incluso retrasar la atrofia. Además, una infinidad de deportistas profesionales, como Tiger Woods, Michael Jordan y Michael Phelps, han reconocido la importancia de la visualización creativa en su desempeño. De modo que, si practicas algún deporte, tomarte algunos minutos para imaginar el entrenamiento ideal puede ser el mejor complemento de tu rutina.
Aquí cabe mencionar, por un lado, que para que la visualización sea efectiva, no basta con proyectar imágenes en la pantalla de la mente; es necesario activar cada uno de los sentidos, enriquecer la escena con todos los detalles posibles, sentir el esfuerzo de los músculos, el sudor en la frente, así como la satisfacción al obtener el resultado deseado. Y, por otro, hay que decir que por mucho que te visualices patinando como Yevgueni Pliúshenko o haciendo una rutina en las barras asimétricas al estilo de Simone Biles, no podrás igualar la ejecución de estas estrellas del deporte, sobre todo si nunca has patinado en hielo o practicado gimnasia olímpica, pues los ejercicios de visualización creativa sólo son efectivos para potenciar el desempeño de una actividad que ya dominas.
¿Visualización y sanación?
“Cierra los ojos y respira profundamente tres veces, despacio. Siéntate en la base de un gran árbol, con un tronco fuerte, grandes raíces y carnosas hojas. Crece hasta alcanzar la altura del árbol y luego conviértete en uno con él. Ve y siente a las hojas enviando clorofila a todo tu cuerpo, removiendo las toxinas, las células enfermas y todo lo que no deba estar ahí. Ahora ve y siente la clorofila saliendo por tus pies, en la forma de hebras grises y negras que quedan sepultadas bajo la tierra. Exhala profundamente y abre los ojos”.
El anterior es un ejercicio para la sanación y la desintoxicación que fue tomado del sitio web del psiquiatra estadounidense Gerald Epstein quien, en 1974, durante un viaje a Jerusalén, conoció a una sanadora que practicaba la “terapia del sueño despierto”, que se fundamenta en la visualización creativa y la interpretación de los sueños. Su experiencia fue tan impactante y positiva que se convirtió en discípulo de la mujer y, en 1982, fundó el Instituto Americano de la Visualización Creativa. Desde entonces, Epstein se ha dedicado a investigar la relación que existe entre la imaginación y la salud, y ha publicado varios libros en los que presenta ejercicios de visualización para distintos males —tanto físicos como psicológicos—, pues está convencido de que éstos, si son practicados varias veces al día durante un determinado número de días, pueden ayudar a mejorar cualquier condición.
Es natural sentirse escéptico ante una declaración como la antes mencionada; sin embargo, asimismo resulta difícil creer que el simple hecho de imaginar que nos ejercitamos pueda tonificar los músculos, y esto fue comprobado por el grupo de investigadores de la universidad de Ohio al que se hizo referencia líneas arriba. Entonces, quizá lo más sensato sea mantener una postura neutra, considerar toda la evidencia disponible y otorgarle el beneficio de la duda a planteamientos como el de Epstein, que tampoco son gratuitos, pues a mediados de los noventa el psiquiatra condujo un estudio en el Hunter College de Nueva York que demostró que la visualización creativa podía reducir considerablemente la duración e intensidad de los episodios asmáticos.
Protegidas de la controversia se encuentran otras aplicaciones de la visualización creativa, que ha demostrado ser un complemento efectivo en las terapias de rehabilitación, así como para reducir los niveles de estrés, controlar el dolor, disminuir la incidencia del insomnio, la ansiedad y los pensamientos obsesivos.
Consejos para practicar la visualización creativa
¿Tocas el piano?, ¿escribes?, ¿te gusta jugar ping-pong?, ¿o quizá lo tuyo sea dibujar o bailar tap o construir casas en los árboles? Sin importar cuál haya sido tu respuesta, la visualización creativa puede ayudarte a potenciar el desempeño de aquella actividad que tanto disfrutas. Como el cerebro es, hasta cierto punto, incapaz de distinguir entre una acción imaginada y una real, al recrear la experiencia de ejecutar una pieza en el piano, por ejemplo, estás fortaleciendo esa conexión cerebral casi del mismo modo que si te encontraras tocando el instrumento verdadero. Así es que la visualización creativa es una herramienta útil para cualquier persona que desee potenciar sus habilidades. Por ello, y para cerrar el presente artículo, te comparto algunos consejos para practicarla:
Define tu intención. Por ejemplo, sentir mayor relajación o aumentar la cantidad de palabras que eres capaz de leer en un minuto.
Haz un plan. Escribe cada uno de los pasos que necesitarás llevar a cabo para alcanzar tu meta. Es muy importante que seas realista —regresando al ejemplo del piano: si apenas estás aprendiendo a tocar un sencillo preludio de Bach, no pierdas el tiempo visualizando que tocas la pieza más complicada de Rajmáninov— y que incluyas todos los detalles posibles.
Relájate. Antes de comenzar el ejercicio de visualización,respira profundamente hasta que te sientas tranquilo y enfocado.
Menos es más. Algo fundamental al practicar la visualización creativa es mantener la atención en la escena representada. De modo que para evitar las distracciones y los pensamientos intrusos, es preferible practicar varias veces al día durante pocos minutos que hacerlo de corrido durante media hora.
Observa y siente. Una vez que domines la escena, deja que ésta tome el control. Permite que se desarrolle con naturalidad, como un sueño lleno de imágenes y sensaciones tan reales que engañan a tus sentidos.