
La noche transcurría tranquila y silenciosa. De pronto, el silencio fue interrumpido por un altavoz: “Atención, este es un aviso para toda la población. Estamos atravesando una pandemia. Se les invita a permanecer en sus casas. ¡Juntos saldremos adelante!”.
Las luces de una patrulla iluminaron mi rostro y sentí como mi cuerpo se estremeció. Una sensación de miedo invadió mi interior. Veía venir otra crisis y me dije: “¿Por qué justo ahora que mi vida marchaba bien? ¡Se suponía que este iba a ser un buen año! Otra vez no, por favor; no más dificultades”.
Lo primero en que pensé fue sufrir en un rincón, quizá diciéndome que la vida es injusta o que todo esto era un castigo y yo, una víctima de las circunstancias. Pero como eso ya lo había hecho otras veces y no me había funcionado, pensé que en esta ocasión tenía que hacer algo diferente. Para tranquilizarme, me dije: “Todo va a estar bien, esto es nada más una crisis”. Pero, ¿qué se puede hacer en una crisis?
Haciendo frente a la adversidad
Casi todos hemos atravesado en algún momento por situaciones complicadas o dolorosas como la pérdida de un ser querido, una enfermedad grave, rupturas amorosas, la pérdida del empleo o una dificultad económica; si bien algunas son relativamente sencillas y otras pueden ser más difíciles, todas pueden afectarnos gravemente, pues no estamos preparados para ellas.
Cuando atravesamos por una crisis, afloran nuestros miedos más profundos y nuestras creencias más arraigadas. El cerebro presenta resistencia al cambio y, por eso, en lugar de soltar lo que nos pesa o nos duele, muchas veces añadimos más capas a la armadura que construimos a lo largo de nuestra vida para protegernos, sin darnos cuenta que ésta se convierte en una carga más.
Nadie está exento de que, en el momento más inesperado o inoportuno, la vida lo sorprenda con una crisis. Éstas son parte inherente de la vida y, aunque pueden causarnos dolor, también nos brindan aprendizaje y experiencia: lo que llamamos problema es también una lección y una oportunidad para que cambiemos algo.
Es justo reconocer que, por lo general, sólo hacemos cambios en nuestras vidas cuando las cosas se complican, de modo que se puede tomar al conflicto como un camino de autoconocimiento. Del mismo modo, podemos tomar una crisis como una desgracia o un lastre que nos arrastra hasta el fondo, o bien, como una oportunidad, un punto de partida que nos lleva a un nuevo comienzo.
Entonces, en lugar de sentirme paralizada, llorar y victimizarme como antes, decidí aprovechar este tiempo como una oportunidad para crear, escribir, leer, trabajar en el huerto que siempre quise tener, terminar mis pinturas y proyectos, nutrir mi mundo interior. Y, ¿por qué no?, incluso solventar mis gastos explotando alguno de mis talentos.

Para mí era difícil de creer que las crisis tienen un lado positivo, optimista y creativo, pero ahora me doy cuenta de que a veces es necesario “morir” para renacer, dejar atrás nuestra vida de antes para crear una nueva. “La esencia es crear, en las crisis nacen los descubrimientos, la inventiva y las grandes estrategias”, dicen que dijo Albert Einstein, quien también creía que no podemos esperar resultados diferentes haciendo las mismas cosas.
Para ir más allá de la forma tradicional de afrontar una crisis podemos recurrir a la creatividad, que surge de la necesidad de crear nuevos caminos, soluciones y oportunidades. Haz a un lado la creencia de que hay personas creativas y otras que no lo son: todos los humanos somos creativos y creadores, todos contenemos mundos y compartimos la chispa eléctrica que nos permite crear algo novedoso.
Las crisis son un buen momento para descubrir talentos que no sabías que tenías o para recordar los que habías olvidado. Las emociones que se acumulan en periodos difíciles pueden canalizarse en forma positiva bailando, pintando, meditando, escribiendo, creando algo donde antes había nada; así, todo el dolor, el miedo y la angustia que sientes pueden convertirse en algo bello.
Algo que ayuda es ser resiliente. Es decir, apelar a tu capacidad de adaptarte y de superar situaciones adversas. No se trata sólo de soportar el sufrimiento, sino de llegar al fondo de tu crisis y de hacerle frente; como dice Alejandro Jodorowsky: “Quien cae al agua deja de temer a la lluvia”. Así que ármate de valor, despójate de todo juicio, toma al miedo de la mano y ve hacia las profundidades de tu interior.
Cuando lo hagas, abraza la idea de que tienes partes de luz y de oscuridad, y de una forma amorosa hacia ti mismo evita compararte con otros. Todos somos capaces de soltar lo que ya no nos sirve y renacer tras la adversidad. Carl Jung dijo: “Ningún árbol crece hasta el Cielo sin que sus raíces alcancen el Infierno”.
Si al intentar darle sentido a la crisis te preguntas por qué te pasa eso justo a ti, será más difícil obtener enseñanzas de ella. En cambio, si buscas una pregunta que permita el entendimiento, como “¿Qué tengo que aprender de esto?”, estarás frente a la oportunidad de un auténtico crecimiento interior, y quizá será más sencillo dar con un propósito más profundo en tu vida.
