
Se acercan el Halloween y el Día de Muertos, y con ellos llegan de forma inevitable las historias de espíritus y de aparecidos que contaremos en fiestas de disfraces o a la medianoche en el cementerio, mientras esperamos a las ánimas de nuestros familiares a la luz de las velas, entre el papel picado y las calaquitas de azúcar. Y es que los cuentos de fantasmas tienen infinidad de enfoques, puntos de vista y estilos: los hay tétricos —¡cómo no!—, cómicos, anecdóticos, de leyenda, reflexivos o melancólicos.
También están el tipo de cuentos de los que hablaremos hoy: aquellos en que los fantasmas mandan un mensaje para que los vivos, por cualquier motivo, les respondamos, ya sea por cuestiones de amor, venganza o ayuda. Estas historias nos llegan de todos lados: desde el bisabuelo que contaba que un charro negro se aparecía en su jardín y le pedía que rezara diez avemarías para el descanso de su alma, hasta la leyenda urbana de la niña que se aparece en los sanitarios de la prepa y exige venganza porque un compañero la estranguló, pasando por las más grandes obras de la literatura y, desde luego, las películas y series de televisión.
Por ejemplo, el pasado 5 de octubre de 2022 se estrenó una de las películas más recientes sobre este tema: El teléfono del Sr. Harrigan, la cual destila talento por todos lados, pues en ella están involucrados Stephen King, Ryan Murphy, Donald Sutherland y Jaeden Martell. Trata sobre un anciano que, después de su muerte, sigue enviando mensajes desde su celular a un adolescente. Como leeremos a continuación, ni los muros ni la falta de señal en los dispositivos móviles impiden que nos lleguen los mensajes del Más Allá.

Ser o no ser…
La idea de una posible comunicación con personas muertas ha estado presente a lo largo de la historia en casi todas las culturas: por ejemplo, en La Odisea, Ulises hace un ritual para hablar con los muertos y entre ellos ve a su propia madre. Algunos creen que, para comunicarse, los espectros deben beber sangre y que no cualquiera puede contactar con los que ya fallecieron. No es que les mandemos un WhatsApp y “nos dejen en visto”, sino que se necesitan habilidades especiales como las de los médiums o videntes.
Estos personajes son habituales en la ficción: ahí están Klaus Hargreeves en el cómic y la teleserie The Umbrella Academy, o Cole Sear, el niño que ve gente muerta en Sexto sentido (1999). Pero este personaje arquetípico es muy antiguo y su origen se remonta a siglos atrás. Uno de los más notables, la Bruja de Endor, aparece en el Primer Libro de Samuel de la Biblia y tiene la habilidad de invocar a los muertos; Saúl, el primer rey de Israel, había caído de la gracia de Dios y la consulta antes de ir a la guerra contra los filisteos.
En la literatura, sin duda el más famoso muerto que regresa para dar un mensaje a un vivo fue creado por William Shakespeare: el rey Hamlet, quien se le aparece a su hijo del mismo nombre para revelarle que había sido asesinado por su propio hermano, Claudio, y pedirle que vengue su muerte. Este fantasma es uno de los más emblemáticos de toda la literatura; quien afirme lo contrario, simplemente no sabe de lo que habla y merece que se le aparezca.

Durante el siglo XIX en la Inglaterra victoriana, las sesiones espiritistas y los médiums se pusieron de moda, y las historias de fantasmas cobraron una importancia crucial. Las más famosas son El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde; la Canción de Navidad, de Charles Dickens —¿recuerdas a los fantasmas de las Navidades pasadas, presente y futura?—, y Phantasmagoria, de Lewis Carroll, una de sus obras menos conocidas, pero más ingeniosas: se trata de un poema narrativo sobre un hombre cuya casa está embrujada y al que, una noche, se le aparece un alma en pena para contarle su vida.
Dicha obra data del año 1869, pero debido a nuestra fascinación por el Más Allá el eje de su trama ha perdurado hasta nuestros días, pues los fantasmas contando su vida a los vivos son tanto un recurso narrativo como un misterio que quizá jamás desentrañemos. Algunos ejemplos más modernos son la novela comercial Desde mi cielo (2003), de Alice Sebold, y algunos cuentos de Cuando fui mortal (2006), del eminente escritor Javier Marías, recientemente fallecido.

EVP y el tablero fatal
Dejando a un lado a la literatura, el cine no se ha quedado nada atrás en cuanto a las historias de fantasmas que se comunican con los vivos, o viceversa. ¿Quién no se emocionó con Ghost (1990), protagonizada por Patrick Swayze, Demi Moore y Whoopi Goldberg, cuyo tema es —además del amor trascendiendo a la muerte—todo lo que un fantasma debe hacer para comunicarse con una viva? Mucho antes de ese filme, la obra de teatro Blithe Spirit (1941) de Noel Coward sigue la misma premisa, aunque en un tono cómico: en ella, un escritor que escribe una novela de ocultismo para documentarse invita a una médium a su casa, la cual contacta a la primera esposa del literato.
Pero no todas las historias de contactos ultraterrenos son de amor o de comedia. El género del terror es el que prevalece por la inexplicable naturaleza de la temática. En éste, dos de los principales medios de vinculación entre los vivos y los muertos son el llamado “fenómeno de voz electrónica” —EVP, por sus siglas en inglés, el cual se refiere a los sonidos que se escuchan en grabaciones comunes y supuestamente son mensajes que nos mandan los seres etéreos— y la tabla ouija.
El caso del EVP es muy bien retratado en la película White Noise (2005), en la que Michael Keaton encarna a un hombre que ha quedado viudo y busca contactar a su esposa muerta a través de grabaciones, con consecuencias fatales. Sobre la ouija, es un lugar común decir que se trata de un supuesto conducto para contactar al Más Allá, pero implica el riesgo de “dejar entrar” a espíritus malévolos, lo cual ha sido contado desde en historias de miedo que circulan en la escuela secundaria hasta en numerosas cintas de terror, como Ouija: el origen del mal (2016).

Por último, hay que mencionar que la necesidad de venganza contra la persona viva que las ultrajó o las mató es otra de las motivaciones de las almas en pena. El cine de terror japonés de finales de la década de 1990 y principios de los 2000 nos da dos de las muestras más notables: Ringu (1998) y Ju-On: La maldición (2002), que tuvieron sus respectivos remakes en habla inglesa.
Las historias sobre espectros que envían o responden mensajes abundan, y este texto es sólo una muestra de su gran variedad. No discutiré si los fantasmas existen o si sólo flotan en el terreno de la ficción, pero quizá lo mejor sea no invocarlos: no vaya a ser que, por sugestión o porque realmente respondan, nos llevemos un susto de muerte. Sólo resta desearte un feliz Halloween o Día de Muertos, y hacerte una advertencia: en ocasiones, los muertos no quieren hablar, sino descansar.
