El hecho de que algunas situaciones nos hagan sentir inseguros —por ejemplo, llevar a cabo una tarea que nos parece complicada, o tener una discusión incómoda con alguna persona importante en nuestras vidas— no es para nada sinónimo de que seamos unos inútiles, ni de que siempre tomemos malas decisiones.
Dudar es normal, todos dudamos en algún momento. Sin embargo, para algunos, la duda puede convertirse en un tipo de comportamiento particularmente nocivo; las personas que dudan de sí mismas normalmente actúan, para ser aceptados o para probar su valía, con base en lo que otros quieren y esperan. El problema es que actuar en función de los demás implica no considerar las propias necesidades y los propios valores. De este modo, poco a poco la duda va haciendo que se desestimen las propias habilidades y los propios conocimientos, al punto de asumir que las ideas propias son poco importantes o hasta inferiores a las de los demás. En circunstancias grupales, las personas inseguras usualmente callan, dando por hecho que sus contribuciones carecerán de valor. Por desgracia, muchos ambientes laborales —y en ocasiones también algunos entornos familiares— alientan subrepticiamente estas creencias al construir percepciones en las que ciertos roles son más valorados que otros.
De acuerdo con Nathaniel Branden —uno de los psicoterapeutas que más estudió la psicología de la autoestima— una baja autoestima está casi siempre relacionada con comportamientos irracionales, como una fuerte rigidez de pensamiento, pero también involucra comportamientos hostiles o defensivos, como el ser demasiado complaciente o tratar de controlar y manipular a los demás.
Otra característica común de la inseguridad es pensar demasiado. El problema es que dudar en exceso puede ocasionar que quien duda no pueda verbalizar lo que requiere, ya sea porque asume que su opinión no es importante, o por miedo a que los demás no acepten lo que dice, o a que lo califiquen de ilógico, o de simplón, o simplemente porque da por hecho que la razón la tendrán siempre los demás. En gran medida, esto va contribuyendo a que se delegue la responsabilidad de las decisiones a otras personas, aun a pesar de lo adverso que esto puede resultar. Un ejemplo de este tipo de comportamiento puede ilustrarse con la frecuente situación de cuando una de las dos partes involucradas en una relación no quiere separarse de la pareja únicamente por temor a lastimarla; usualmente la persona insegura que quiere terminar no lo hace por miedo a hacer sufrir a su pareja, por lo que busca, de modo más o menos inconsciente, hacer que la otra persona termine la relación para así poder decir que la culpa y la responsabilidad estuvo en la pareja y no en la persona misma. Al respecto, la psicóloga e investigadora Alice Boyes comenta que en realidad es esencial, y saludable, creer que se tiene derecho a pedir lo que se desea, pero es igual de importante aceptar que no siempre se puede obtener todo lo que se desea, pues no se puede controlar cómo responderán las personas ante nuestras demandas —afectivas, profesionales, o de cualquier otra índole—, además de un sinfín de situaciones en la vida en general que escapan a nuestra voluntad.
Pensar demasiado, por otro lado, no sólo puede afectar la toma de decisiones futuras; por lo general las personas inseguras viven atadas al pasado, lamentándose de las malas decisiones que tomaron y culpándose por aquello que consideran como graves errores. El temor a cometerlos de nuevo las hace resguardarse en su zona de confort, pero en su afán por no dejar de sentirse en un ambiente seguro generan mucha más tensión de la que quieren evitar. En realidad, es muy importante atreverse a tomar riesgos, a expresar nuestras ideas —incluso si estamos equivocados—, pues siempre es preferible seguir nuestras convicciones que limitarnos y conformarnos con lo que ya consideramos como algo seguro, pues muchas veces eso significa censurarte y oponerte a tus propias necesidades. El impacto de seguir castigándose por decisiones pasadas es inhibir la autoconfianza y exterminar, poco a poco, la creatividad, ¿o acaso se puede ser creativo cuando alguien te dice todo el tiempo que lo estás haciendo mal? El valor de la creatividad es, sobre todo, que nos ayuda a crecer y a desarrollarnos al buscar opciones y caminos alternativos.
Lo mejor para combatir la inseguridad es esforzarse en desarrollar una autoestima saludable. Al poseer una autoestima sana es más probable que, aun teniendo diversas dificultades, perseveres y alcances los objetivos que te propongas. Con una baja autoestima se es más propenso a darse por vencido con facilidad, a sentirse abrumado por los obstáculos en tu camino, y a seguir alimentando —como uróboros, la serpiente que se come a sí misma— todas esas conductas que nos hacen dudar.