Los animales que se automedican podrían ser la clave para descubrir nuevos medicamentos

Los animales que se automedican podrían ser la clave para descubrir nuevos medicamentos
Fabio Cupul Magaña

Fabio Cupul Magaña

Cuando una molestia física o mental nos aqueja, como humanos modernos recurrimos a una medicina para combatirla. Los medicamentos se han vuelto tan comunes en nuestro día a día que, en ocasiones, no reparamos en el conocimiento científico y hasta cultural acumulado que hay detrás de su desarrollo.

Es común dar por sentado que los medicamentos siempre han existido y que contamos con un remedio para todo mal. ¡Ojalá y así fuera!, pero desgraciadamente no todo malestar cuenta con un fármaco que lo alivie ni todas las personas tienen acceso a estos productos para satisfacer con dignidad sus necesidades sanitarias básicas.

Las ideas anteriores pueden llevarnos a pensar que los medicamentos son de uso exclusivo de la especie humana. Sin embargo, una amplia variedad de animales, desde pequeños insectos hasta aves y grandes mamíferos, emplean un arsenal de compuestos que extraen de plantas y hongos, de la arcilla y hasta de otros animales para, al igual que los humanos, medicarse cuando se presenta un malestar o para la prevención y control de una infección.

Tanto la medicina tradicional como el comportamiento de automedicación observado en los animales y hasta la llamada medicina científica dan cuenta de la gran farmacia que es la naturaleza, pues ofrece una amplia variedad de sustancias activas que ayudan a paliar o a curar la enfermedad, el sufrimiento y la miseria de los seres humanos.

De hecho, se estima que la naturaleza es la fuente, si consideramos tan solo a las plantas, del 25% de todos los fármacos aprobados por la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos y por la European Medicines Agency (EMA), agencias que son responsables de garantizar la seguridad de los medicamentos destinados a los consumidores humanos.

La gran farmacia que es la naturaleza

Hasta ahora, se ha documentado un amplio número de especies animales en el proceso de administración de medicamentos o que ejecutan conductas profilácticas. Por ejemplo, los babuinos o papiones Chacma del Cabo Occidental de Sudáfrica suelen comer tierra rica en arcilla, limo fino y sodio, pues ésta alivia sus problemas gastrointestinales. Por su parte, los zanates mexicanos picotean a los milpiés para estimularlos a liberar sustancias tóxicas de defensa que, posteriormente, frotan contra sus plumas a fin de eliminar parásitos.

Desde tiempos inmemoriales, la observación de la automedicación entre los animales ha inspirado a los seres humanos de diversas culturas para prescribir la misma receta con el objetivo de tratar padecimientos similares. Por citar solo un ejemplo, según el folklore de diversos pueblos nativos del oeste de Norteamérica, fue el oso quien les presentó una medicina llamada “Osha” (Ligusticum porteri). Se sabe que los osos consumen las raíces de esta planta herbácea, carente de valor nutricional, porque les ayuda a restaurar su fuerza cuando emergen de la hibernación o cuando están heridos o enfermos. Observaciones en cautiverio demostraron que, al presentarles la raíz, los osos la mastican y luego, mezclada con su saliva, la frotan en el pelaje.

'Lingusticum porteri'

Lingusticum porteri.

De la misma forma, ciertas raíces son masticadas por los nativos para aumentar la resistencia y facilitar la respiración en altitudes elevadas o para realizar caminatas de larga distancia. En las fitoterapias actuales, se utilizan como agente antiviral, antibacteriano, antifúngico y antiinflamatorio. También se emplean como antiséptico en abrasiones, heridas abiertas e infecciones superficiales, así como tratamiento de apoyo en la curación de condiciones respiratorias y otros tipos de infecciones virales, incluyendo herpes y VIH.

Las raíces contienen compuestos orgánicos que podrían ser responsables de su efecto terapéutico. De hecho, recientemente científicos demostraron que uno de estos compuestos, la Z-digustilida, posee un amplio espectro de propiedades farmacológicas, entre las que se incluyen las anticancerosas, antiinflamatorias y antioxidantes.

Este tipo de observaciones podrían ser la clave para el descubrimiento de nuevos medicamentos. De hecho, la sentencia anterior quedó patente en una nota e imagen que se dispersaron como el fuego por las redes sociales y que cautivaron la imaginación de las personas. La fotografía en cuestión mostraba una herida en la cara de un orangután macho de Sumatra. Lo asombroso no era la herida, sino que en la imagen contigua podía observarse la cara del mismo orangután con su herida sanada. Este hallazgo, publicado en mayo de 2024 por un grupo científico alemán-indonesio, documentó que tres días después de la lesión, el orangután arrancó selectivamente hojas de una liana llamada Akar Kuning (Fibraurea tinctoria), las masticó y luego aplicó repetidamente el jugo resultante en la herida facial. Posteriormente, cubrió completamente la herida con las hojas masticadas.

Orangután herido / curado

Cortesía amp.rtve.es

Los científicos señalan que esta especie de liana, así como otras relacionadas, son conocidas por sus efectos analgésicos, antipiréticos y diuréticos, y se utilizan en la medicina tradicional para tratar diversas enfermedades. Análisis previos de los compuestos químicos de las plantas mostraron la presencia de furano diterpenoides y de protoberberinas (alcaloides), sustancias con acción antibacteriana, antiinflamatoria, antifúngica y antioxidante. Estos hallazgos del tratamiento activo de heridas con plantas por un animal salvaje proporcionan nuevas perspectivas sobre los orígenes del cuidado de las heridas en los seres humanos.

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