El habla como tal, hasta donde sabemos, es propia de la especie humana. Muchos lingüistas sontienen que el “idioma madre”, que dio lugar a todas las lenguas de Europa y el Medio Oriente, se habló hace unos seis mil años al norte de los mares Negro y Caspio, por lo que lo llamaron protoindoeuropeo. El divulgador Alfonso Silva Lee cita que el lenguaje en los humanos no se desarrolló para hablar, sino que fue un beneficio casual de caminar erguido sobre dos piernas, pues con ello las manos quedaron libres para señalar cosas; así, se piensa que el primer lenguaje humano consistió en muecas y gestos, y que sólo se usaba la voz para enfatizar.
Durante mucho tiempo se ha especulado que la primera palabra pronunciada fue mamá; sin embargo, la interjección ¡puaj! que denota asco es otra fuerte candidata, ya que para los humanos primigenios indicaba que un alimento, el refugio, una prenda u otra persona debían ser rechazados para evitar que la desgracia o la muerte llegaran por contaminación, envenenamiento o enfermedad.
Entonces, el lenguaje sirve a los humanos para comunicarse, cooperar y sobrevivir, pero su origen se halla en formas de comunicación desarrolladas por especies animales que nos antecedieron en la evolución. Uno de sus usos es asignar nombre a las cosas, en particular a otros de la misma especie, con la finalidad de identificarlos individualmente y diferenciarlos entre sí. Se sabe, por ejemplo, que animales como los delfines pueden referirse a cosas o a sus congéneres por “su nombre” a través de sonidos.
A estos nombres los científicos los llaman “etiquetas vocales”, pues son sonidos utilizados para señalar. Los delfines nariz de botella emplean un silbido único y característico para etiquetar individualmente a los de su grupo y comunicarse entre ellos; para lograrlo, el que quiere comunicarse copia el silbido del delfín con el que desea entrar en contacto. En experimentos controlados, se han usado silbatos que imitan el silbido que identifica a un delfín del grupo en particular y, cuando éste se sopla, el delfín “nombrado” con el pitido responde a la llamada.
Otras especies animales como las suricatas y ciertas especies de simios producen llamadas para comunicar y advertir la presencia de cierto tipo de alimento o de depredador. Este comportamiento es innato y está genéticamente programado en un individuo, el cual lo realiza como respuesta a un estímulo o señal, aunque no tenga experiencia previa.
En el caso de los elefantes, que aparecieron sobre la faz de la Tierra hace unos 55 millones de años y hoy están representados por dos especies africanas —el de sabana y el de bosque— y una asiática, es bien conocida su habilidad de comunicarse en cortas y grandes distancias. Esto lo logran al colmar el aire con sonidos e infrasonidos inaudibles para los humanos, producidos en la laringe y amplificados por las cavidades nasales y orales. Estos sonidos tienen el fin de mediar las interacciones en contextos sociales —proseguir la marcha, tranquilizar o amamantar— o reproductivos —anunciar el celo.
En días recientes, en un artículo científico disponible en la página en línea bioRxiva[1], pero aún no publicado formalmente al no estar revisado y validado por especialistas, se propuso que los elefantes africanos de sabana pueden dirigirse a los suyos por medio de llamadas individuales específicas; es decir, no se llaman unos a otros con imitaciones de sonidos como lo hacen los delfines, sino con sonidos propiamente elaborados para señalar de manera particular, como si de un “nombre propio” se tratara, a cada uno de los miembros de su grupo. Esto supone el aprendizaje de un lenguaje vocal por parte de los elefantes.
En el estudio, investigadores de la Universidad Estatal de Colorado y de otras instituciones de Kenia y Noruega analizaron, en familias de elefantes, 625 llamadas producidas por 114 emisores —que en ningún momento fueron imitaciones de los sonidos “del aludido”— con la intención de observar la respuesta a llamadas específicas de 119 elefantes receptores. El hallazgo fue que sólo la quinta parte de las llamadas correspondieron a etiquetas individuales, es decir a “nombres propios” que sólo se usan en ciertos contextos. Así se identificó que la llamada individual era un “nombre”, pues el receptor respondió vocalizando o acercándose al elefante que lo llamó; entonces el emisor, al hacer contacto visual con el receptor, produjo una llamada de “saludo”.
Los investigadores consideran que los elefantes y los humanos son los únicos que utilizan un lenguaje. La ventaja de usar nombres entre los elefantes es que pueden tener una mejor coordinación en sus movimientos de desplazamiento cuando no hay contacto visual, así como para llamar la atención de un elefante específico y fortalecer los vínculos sociales. En este sentido, los seres humanos tenemos experiencias positivas, respuestas afectivas y una mayor disposición a cumplir con las solicitudes cuando alguien nos llama por nuestro nombre. Quizá entre paquidermos sea igual, pero aún hay mucho que investigar en ese campo.
[1] bioRxiva es un página en línea que alberga trabajos científicos sobre ciencias biológicas aún sin revisión. Los textos de las investigaciones están a la vista del público para su revisión y crítica antes de ser evaluados. Aquí se puede consultar el trabajo https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2023.08.25.554872v1.full.