Según el doctor en filosofía Jay Early, existen siete tipos de críticos internos que minan distintas áreas de nuestra vida. Identificar a estos agresores del pensamiento constituye un primer paso para liberarnos de su tóxica influencia, así que en el presente texto te invitamos a conocer las particularidades de cada uno de ellos.
Dentro de todos nosotros existe una voz siempre lista para atacarnos y juzgarnos sin compasión alguna. En ocasiones, esa voz puede ser tan despiadada que controla la forma en que actuamos o pensamos. Eugene Sagan —psicólogo humanista de la escuela Gestalt— ha llamado a esta voz, que en realidad no es más que una parte de nosotros mismos, el crítico patológico.
El carácter patológico reside en que los auto ataques de este crítico interno son regularmente asumidos como ciertos, a pesar de lo distorsionados o falsos que puedan ser, y de este modo su intensidad y frecuencia van siempre en aumento y afectan distintas esferas de la vida social de una persona.
Sin embargo, antes de alcanzar un estatuto patológico, el crítico interior nace, generalmente, como un mecanismo de defensa ante los malos tratos, las críticas y otros eventos traumáticos en nuestra vida como, por ejemplo, el divorcio de nuestros padres, cambios de casa o carencias por problemas financieros. El crítico interno se activa en situaciones similares a estas con el fin de protegernos, aunque muy a su modo.
De acuerdo con Jay Early, doctor en filosofía y autor del libro Freedom from Your Inner Critic —Libérate de tu crítico interno—, existen siete tipos de críticos internos, que pueden describirse de la siguiente manera:
El perfeccionista. Su principal objetivo es que todo lo que hagas sea absolutamente perfecto e impecable. Los estándares de este crítico en lo que concierne a comportamiento, rendimiento y producción son irreales. Sus expectativas probablemente son un reflejo de las que tenían de ti algunas personas que fueron muy importantes en tu infancia.
El controlador. Éste trata de inhibir tus comportamientos impulsivos —comer de más, enojarse demasiado, abusar de sustancias, etcétera. Este crítico está determinado a que seas visto como una persona que puede ser aceptada y que funciona bien en su entorno.
El capataz. Hace que trabajes demasiado para que puedas tener éxito, pues según sus estándares ésta es la forma de adquirir reconocimiento, poder, libertad y admiración. Al decirte que eres flojo e incompetente, intenta motivarte y protegerte del rechazo de ser visto como mediocre. Es el tipo de critico que poseen los workaholics o trabajadores compulsivos.
El debilitador intenta minar tu autoestima y la confianza que tienes en ti mismo para que no tomes riesgos que puedan terminar en fracasos. Al impedirte sobresalir, el crítico piensa que te ahorra la humillación y te protege de no poder tolerar juicios poco favorables. Un ejemplo puede ser el de un ejecutivo que rechaza los ascensos en su trabajo por miedo a volverse visible para quienes quieran dañarlo.
El destructor. Él ataca tu autoestima desde el origen. Se hace presente diciéndote que no deberías existir. Es particularmente nocivo, pues con facilidad puede conducir a depresiones severas. Es común que aparezca a raíz de un trauma en la infancia o en la adolescencia.
El causador de culpabilidad. Se enfoca en acciones específicas del pasado; por ejemplo, en los momentos en que tus acciones lastimaron a alguien, especialmente si se trató de un ser querido. Este crítico no perdona errores, ni permite olvidarlos, pues está convencido de que es la única forma de asegurar que no volverás a cometerlos.
El moldeador. Su tarea es hacer que encajes en un molde o en un modelo que encaja perfectamente con tu círculo social. Su objetivo es ahorrarte la sensación de abandono y hacer que seas aceptado por tu entorno. Este crítico actúa cuando no puedes adaptarte; es la vocecita que dice “¿Para qué vine?” cuando te sientes incómodo en una reunión. Sin embargo, si logras interactuar y adaptarte, también te elogiará diciéndote “¿Lo ves? No fue mala idea venir”.
Todos estos críticos son inflexibles y tiranos, y desde un punto de vista psicológico, constituyen una mezcla entre condicionamiento, emoción y cognición. El problema principal es que sus críticas no van hacia nuestra conducta, sino hacia nosotros mismos. En alguna ocasión supe de una joven que llevaba diez años sin salir de su casa, había empezado una licenciatura online pero, al pensar que no iba a poder concluirla, dejó de seguir las clases y ni siquiera intentó tomar los extraordinarios porque le parecían demasiado difíciles. En este caso, podemos apreciar la forma en que los críticos actúan en detrimento de la persona misma: las acciones de la joven no eran lo reprochable, sino ella misma por el sólo hecho de ser ella.
El origen de estos críticos internos puede tener importantes antecedentes en el entorno familiar, desde luego. La misma joven comentaba que cuando era niña, un día no se levantó a tiempo para ir a la secundaria y su hermana mayor la encerró con la excusa de que sería mejor que no saliera de la casa para que los vecinos no se dieran cuenta de lo floja que era. Las voces de sus críticos, sin duda, eran ecos de la voz de su hermana.
Diversos autores como Rick Hanson y Kristin Neff sostienen que la mejor forma de controlar y aprender a lidiar con nuestros críticos internos es entender su naturaleza y saber reconocerlos cuando aparecen para poder retirar la atención de sus pronunciamientos. Este último punto implica aprender a desarrollar compasión por nosotros mismos, aceptarnos y entender mejor nuestra propia naturaleza. De este modo, nos convertimos en adultos, en seres saludables que se relacionan adecuadamente con un aspecto propio que puede no ser tan saludable.