Practicar la empatía

Practicar la empatía
Frida María García

Frida María García

Inspiración

Siempre me he considerado muy empática. Sin embargo, a veces la forma en que entendemos una palabra cambia cuando alguien más nos pregunta qué significa o cómo la ponemos en práctica. En mi caso, tuve que recurrir al océano más grande que conozco —el virtual— para empaparme de un concepto que yo siempre creí conocer a la perfección. La siguiente definición es la que más agradó a mis ojos, oídos y labios:

“La empatía es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro individuo puede sentir. También es descrita como un sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”.

En estos tiempos de prisa e inmediatez, intentar ponernos del otro lado del espejo puede parecernos desgastante, pero no tiene por qué ser así. Un primer pasosería aprender a reconocer nuestras propias emociones —especialmente cuando el caos parece seguirnos a todas partes— paraasí poder detectarlas en los demás. Al percibir un estado de ánimo azul —tristeza—, rojo —rabia, impotencia— o negro —duelo, depresión— en el otro, no basta con decir “Te entiendo y sé por lo que estás pasando” con tal de llenar el silencio incómodo; el objetivo es rememorar las ocasiones en que experimentamos esos mismos estados anímicos para que el deseo de comprender y ayudar realmente despierte en nosotros. De esta forma, poco a poco podremos ir adentrándonos en la complejidad de la paleta de emociones humanas, que incluye matices para los que resulta difícil encontrar palabras: ¿cómo llamar a eso que sentimos ante los logros ajenos?, ¿es posible definir la añoranza por algo que jamás existió? 

Si te sientes inexperto en este tema, puedes empezar a practicar la empatía con trazos pequeños y delicados, cual pintor trabajando en su primera obra. Verás que te resultará sencillo, pues la empatía es una facultad humana innata: contamos con una región cerebral —la corteza insular anterior— asociada con la empatía por el dolor; así como con las llamadas “neuronas espejo”, que nos permiten comprender las emociones e intenciones de las personas que observamos.

Éstas son algunas cosas que puedes hacer para mejorar tu capacidad de empatía:

  • Autoconciencia. Como decía líneas arriba, resulta imposible detectar emociones en los demás si no sabemos reconocer las propias. Para mejorar este aspecto, es recomendable la introspección y el diálogo interno: podemos comenzar identificando la emoción base —aquella que parece evidente— para luego descubrir otras emociones que se desprenden de ella. Así, por ejemplo, la rabia puede conducirnos al remordimiento, y este último a la tristeza. Además, es útil preguntarse: ¿de qué color son mis emociones?, ¿qué tipo de pensamientos las acompañan?
  • Observa a la gente. En el metro, en la calle o en una sala de espera. Intenta deducir lo que están sintiendo o pensando las personas según la expresión de su rostro, el lenguaje corporal, la ropa que traen puesta… Con un poco de imaginación, podrías llevar esas emociones y pensamientos a sitios desconocidos para ti, e incluso construir historias para ejercitar tu capacidad de caminar en los zapatos de otros.
  • Escucha con atención. Escuchar implica encontrarse aquí y ahora, así que enfoca todos tus sentidos a aquello que te estén comunicando. Después, esfuérzate por comprender la situación desde la perspectiva del otro, sin emitir juicios o comentarios acerca de lo que tú hubieras hecho de manera distinta. Recuerda: para lograr una verdadera conexión, debes conectarte con la parte de ti mismo que reconoce las emociones del otro; pero si una situación rebasa tu experiencia personal, lo importante es realizar acciones que fortalezcan dicha conexión: un abrazo o un “No sé qué decir, pero gracias por compartirlo conmigo”, pueden resultar más significativos que mil palabras.
  • Lee obras de ficción. De acuerdo con un estudio de 2013 publicado en la revista Science, leer literatura aumenta la empatía cognitiva, que consiste en tener una idea acertada de lo que los otros piensan, sienten o desean. Cuando nos adentramos en una obra de ficción, podemos experimentar toda clase de situaciones a través de los personajes, al tiempo que aprendemos sobre las emociones propias y ajenas.
  • Ofrece tu ayuda siempre que puedas. La conducta de ayuda generalmente está relacionada con dos estados emocionales: la felicidad y la tristeza. Si estamos tristes, proporcionar nuestra ayuda a otros puede hacernos sentir mejor. Y cuando nos sentimos felices, los sentimientos positivos respecto a nosotros mismos suelen estimular las buenas acciones hacia los demás. En ambos casos te encontrarás practicando la empatía.

Estamos biológicamente diseñados para la empatía. Son las circunstancias, la vorágine de la vida moderna, lo que nos hace perder contacto con esa parte tan noble. Afortunadamente, podemos recuperarla con pequeños trazos.

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