‘Productivity guilt’

'Productivity guilt'
Francisco Masse

Francisco Masse

¡Por fin! Después de varios meses de trabajo intenso, concluiste el proyecto que te quitaba el sueño y el panorama es ideal para tomar unos días de descanso o, al menos, bajar el ritmo para reponerte. Y como hoy no tienes pendientes empiezas dándote la tarde, pero mientras disfrutas de un té en tu lugar de siempre te sientes como un niño que “se fue de pinta”; al día siguiente, retomas tu jornada de ocho horas y te das cuenta de que sientes culpa por no aprovechar al cien tu tiempo, sensación que ya habías percibido el sábado pasado al desayunar con tu familia: la idea recurrente de que “deberías estar trabajando”.

Si alguna vez has sentido algo similar, no estás solo y de hecho existe un nombre para ello: productivity guilt, término en inglés que ha sido traducido como productividad tóxica, productivitis o paranoia de la productividad. No debe confundirse con los workaholics o adictos al trabajo, pues éstos sienten una pulsión o una necesidad imperiosa por trabajar. Un artículo de Psychology Today define esta culpa como “un estado mental en el que una persona se siente mal consigo misma por no trabajar lo suficiente y/o por no alcanzar el cien por ciento de sus objetivos —en especial, profesionales— todos los días”.

¡Por fin terminaste los pendientes!

Dicha voz actúa como un pequeño capataz que fustiga nuestra tranquilidad y el descanso con golpes de angustia, alarma, vergüenza y decepción por nosotros mismos. No es extraño que aparezcan pensamientos intrusivos basados en la noción de que “no somos lo suficientemente buenos” o que “no nos esforzamos lo suficiente”. Con frecuencia, quien padece dicho estado mental se refugia en la productividad tóxica y llena cada hora disponible con juntas, cursos, tareas, pendientes y proyectos, a menudo en detrimento de su salud.

Quienes laboran en ambientes tóxicos o muy competitivos, los profesionales independientes y los entrepreneurs, así como quienes persiguen obsesivamente el éxito material, son los más proclives a sufrir de esta condición que no respeta edades, pues según la Universidad de Alberta, en Australia, el fenómeno también se presenta entre alumnos de educación superior que experimentan la misma sensación de culpa si dedican su tiempo libre a cualquier cosa que no sea estudiar o hacer tareas escolares.

La paradoja es que, a pesar de que uno podría pensar que este trabajo incesante se reflejaría en logros más notables o en mayores riquezas, una encuesta revela que más de la mitad de quienes reportan este trastorno producen menos, no alcanzan sus metas y terminan con síndrome de burnout, ansiedad, frustración y trastornos del sueño, pues emociones negativas como la decepción y la culpa reducen su creatividad, concentración y rendimiento laboral.

La buena noticia es que esto tiene remedio; a continuación, algunos consejos para atajar esta “productivitis” y sus efectos nocivos:

  • Encuentra la raíz de tu culpa. Muchas personas que en la niñez fueron sobre exigidas por sus padres parecen nunca estar satisfechas consigo mismas, y quienes sufrieron una pérdida material pueden vivir con miedo de que un imprevisto desbarate lo que han construido. Entender tus motivos psicológicos te ayudará a hallar argumentos racionales contra ellos.
  • Prioriza tus tareas. Escribe todos tus pendientes y organízalos del más urgente al menos importante; de este modo sabrás qué debes terminar el mismo día, qué puedes aplazar y qué distribuir en mini tareas a lo largo de la semana o del mes. Sé realista y evita imponerte estándares o metas demasiado altas que sólo te llevarán a la frustración.
  • Administra efectivamente tu tiempo. Técnicas de administración como Pomodoro o el método SCRUM son sencillas y efectivas para trabajar enfocadamente y tener la visión completa de tus proyectos.
  • Sé comprensivo contigo. El empresario Ben Harper aconseja ponerse tres objetivos al día y no “azotarse” si sólo completas dos; en otras palabras, no te trates con dureza si un día no cumples todas tus metas.
  • Distingue entre “ocupado” y “productivo”. Cuando te encuentras ocupado, tu día está lleno de tareas y pendientes; en cambio, eres productivo cuando estás haciendo algo que te aproxima a tus metas. Así, en lugar de que cada día pienses “tengo que hacer esto y aquello”, replantea la actividad y las pausas diarias con base en tus objetivos a mediano y largo plazo.
Programa tus descansos
  • Programa tus descansos. Si eres de esas personas que organizan cada minuto de su día hábil y agendan breaks de veinte minutos entre bloques de actividad, está comprobado que esos “huecos” en que aparentemente no haces nada tienen un impacto positivo en tu rendimiento.
  • Cuida de tu salud. Asigna tiempo para ejercitarte, dormir lo suficiente, comer sanamente y a tus horas, y cultivar relaciones humanas significativas. Recuerda que si no hallas tiempo para dedicarlo a tu bienestar, algún día tendrás que dedicárselo a tu enfermedad…

El objetivo es mantener encendida la llama del entusiasmo y del trabajo, no que te consumas en ella. Eres más que tu productividad y el propósito final de tu esfuerzo no es que vivas angustiado, agotado y empujando la piedra cuesta arriba todo el tiempo, sino que construyas un estilo de vida pleno, sano y que te permita disfrutar con libertad de todo lo que te gusta.

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