¿Qué es la arquitectura futurista?

¿Qué es la arquitectura futurista?
Carla María Durán Ugalde

Carla María Durán Ugalde

Creatividad

¿Cómo te imaginas el futuro? Aunque esta parezca una pregunta especulativa y ociosa, quizá no exista un planteamiento más importante que éste para cambiar el mundo. Hoy es frecuente imaginar un futuro apocalíptico y romantizar el pasado; sin embargo, algo liberador puede ser alejarnos de estas formas de pensar: ese espíritu optimista sobre el mañana es justo lo que impulsó al arquitecto italiano Antonio Sant’Elia a imaginar la ciudad del futuro.

A principios del año 1900, el mundo había transitado por grandes cambios: la Revolución Industrial, el crecimiento exponencial de la población en las ciudades, la priorización del progreso y las nuevas exigencias sociales. En Italia, el poeta Filippo Tommaso Marinetti se percató de este nuevo rumbo que tomaba el mundo y se inspiró en él para convocar a un nuevo movimiento artístico. Así fue que, el 20 de febrero de 1909, publicó en el periódico francés Le Figaro su Manifiesto Futurista, en el que llamaba a los artistas a dejar de reproducir lo hecho en el pasado, a encontrar nuevas formas de crear y a pensar en el futuro.

Antonio Sant’Elia

Antonio Sant’Elia.

Las ideas de Marinetti inspiraron a Antonio Sant’Elia para crear pensando en el futuro. En 1914 publicó en la revista Lecerba su propio manifiesto futurista, esta vez enfocado en la arquitectura, el cual comenzaba repudiando la arquitectura del siglo XIX. Para Sant’Elia la arquitectura dejó de existir desde el siglo XVIII, y lo que se había visto en los últimos siglos constituía un acto de burda reproducción del pasado, por lo que calificaba cualquier movimiento con el sufijo “neo” o que se declarara un revival —reviviscencia, en inglés— de algún otro, como carente de creatividad. El arquitecto culpaba en especial a las universidades por formar arquitectos que seguían viejas fórmulas en lugar de crear nuevos métodos que aprovecharan las nuevas tecnologías y materiales.

Aunque suena como un juicio muy duro, es cierto que en el siglo XIX la arquitectura neoclásica imperaba en Europa, de tal suerte que, a la vez que se alzaban grandes fábricas en las ciudades, las casas y otros edificios seguían rindiendo tributo al pasado, y daban lugar a una mezcla paradójica entre chimeneas industriales y fachadas con columnas griegas o estatuas de antiguas deidades paganas. Para Sant’Elia, eso evitaba que las ciudades se modernizaran y se adaptaran a las nuevas necesidades industriales.

Antonio Sant’Elia, 'Casa'

Antonio Sant’Elia, Casa.

Sant’Elia sostenía que nuevos materiales como el concreto, el hierro y el cristal no eran aptos para imitar las formas del pasado. Entonces, así como el sólido mármol había sido ideal para levantar templos griegos y romanos, el concreto tendría que ser utilizado con nuevas técnicas para representar la velocidad de la época. A la vez, en lugar de cubrir la estructura de los edificios con ornamentos superficiales, el edificio y sus materiales deberían ser hermosos en sí mismos, a la vez que funcionales.

Por sobre todas las cosas, la arquitectura futurista pensaba que los edificios debían diseñarse para las necesidades del presente y contemplar las que vendrían en el futuro, para edificar ciudades que propiciaran el progreso humano. Con esto en mente, en 1912 Sant’Elia dibujó los edificios de la Citta Nouva o “Ciudad Nueva”. El diseño de esta ciudad imaginaria fue lo que sentó las bases para escribir su famoso manifiesto.

Antonio Sant’Elia, 'Estación eléctrica'

Antonio Sant’Elia, Estación eléctrica.

En sus dibujos predominaban las líneas oblicuas que daban la sensación de urgencia de la modernidad y, a su vez, mostraban lo “fuera de la caja” que eran sus diseños. También imaginó que sería posible contener una ciudad entera en un edificio, incluso con aeropuertos —pues creía que en el futuro sería mucho más común utilizarlos para desplazarse— y carreteras de varios pisos que distribuyeran el tráfico. Esta visión tan innovadora de la ciudad fue realmente revolucionaria para su tiempo, aunque ahora nos parezca similar a proyectos como The Line, en Arabia Saudita, una ciudad lineal que medirá 170 kilómetros de largo.

Pese a su entusiasmo por diseñar la ciudad del futuro, Antonio Sant’Elia nunca logró construir ninguno de sus edificios. Murió demasiado joven, con apenas 28 años, en una batalla de la Primera Guerra Mundial a la que se enlistó voluntariamente. Sin embargo, su legado sería importante para que otros arquitectos se inspiraran y comenzaran a crear edificios pensados para hacer posible el futuro que imaginaban.

Antonio Sant’Elia, 'Estación'

Antonio Sant’Elia, Estación.

El ideal futurista proponía deshacerse de lo viejo y crear desde cero para abrir paso a un porvenir mucho más resplandeciente que cualquier pasado, lo cual se contrapone a la tendencia de recuperar, reutilizar o restaurar cosas del pasado, impulsado por la conciencia ambientalista tan necesaria para nuestra supervivencia como cualquier noción de progreso. Sin embargo, esta contradicción no significa la imposibilidad de tomar lo mejor de la arquitectura futurista para transformar los espacios que habitamos, atendiendo a los problemas del futuro.

Quizá valga la pena librarnos de la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor” para empezar a deshacernos del pesimismo al que nos condenan las malas noticias y el imaginario apocalíptico del futuro. Tampoco se trata de imaginar un futuro idealista y utópico, sino de dejar de romantizar el pasado y pensar “fuera de la caja” para llegar a soluciones innovadoras que realmente respondan al presente y creen el futuro mejor que deseamos. Si nos dejamos inspirar por la arquitectura futurista, podemos comenzar a actuar en pro de un mañana que fluya mejor con nuestros principios.

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