¿Qué es la neurodiversidad o neurodivergencia?

¿Qué es la neurodiversidad o neurodivergencia?
Sofía Reyes

Sofía Reyes

Mente y espíritu

Las formas en que los especialistas en psicología, desarrollo cognitivo y salud mental han abordado la identificación y el tratamiento de enfermedades cerebrales, así como los síndromes y trastornos de la personalidad, ha cambiado a lo largo de los dos últimos siglos. Y en años recientes, con cada vez más frecuencia se oye hablar de personas neurodiversas y de neurodivergencia. ¿A qué se refieren estos términos y qué tipo de afecciones engloban?

La palabra neurodiversidad fue acuñada dentro del ámbito académico: en su tesis de 1998, la socióloga australiana Judy Singer —quien se cataloga a sí misma dentro del espectro autista— la usó por primera vez para describir el concepto de la diversidad natural en la expresión neurológica humana. Ese mismo año, el periodista estadounidense Harvey Blume popularizó el vocablo en un artículo publicado en el prestigioso periódico The Atlantic.

'Neurodiversidad', contrapeso del concepto médico de 'discapacidad'

En sí, la idea surgió como un contrapeso del concepto médico de discapacidad, incorporando un elemento social que reconociera que hay cerebros que no trabajan de un modo convencional debido a variaciones normales en el genoma humano. En su texto, Blume afirmaba que, más que apartar o tratar de normalizar, habría que dejar que estas personas neurodivergentes, desde su particularidad, aportaran a la sociedad en todos los campos del quehacer humano.

Dentro de la neurodivergencia en la actualidad se han clasificado:

  • Los trastornos del espectro autista (TEA), caracterizados por  deficiencias persistentes en la comunicación y la interacción social;
  • el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), definido por la inatención, la inquietud mental y el comportamiento impulsivo;
  • la dislexia, la disgrafia y la discalculia, dificultades del aprendizaje que afectan a la lectoescritura y las matemáticas;
  • la dispraxia o “síndrome del niño torpe”;
  • el síndrome de Tourette, que consiste en múltiples tic motores y se asocia a la exclamación de palabras obscenas;
  • el trastorno bipolar, con altas y bajas notables en el estado de ánimo; y
  • el trastorno límite de la personalidad, también conocido como borderline, cuyos síntomas son la inestabilidad emocional, la impulsividad y relaciones interpersonales caóticas.

Si bien desde la década de 1970 han habido grupos de activistas en defensa de los derechos de las personas catalogadas dentro del espectro autista, que se negaban a los protocolos de investigación, el surgimiento del concepto de la neurodiversidad o neurodivergencia fue un punto de equilibrio que dio paso a dos modelos:

  1. El modelo médico, de orden rehabilitador, que ha estado enfocado en que las personas con discapacidad sean tratadas para que se reincorporen al orden de “lo normal”;
  2. el segundo modelo, que postula que los individuos con discapacidad no requieren adaptarse a la sociedad ni normalizarse, pues las barreras no están en ellos sino en la sociedad y es ésta la que debe modificar espacios que sean cómodos y aptos para quienes son diferentes.

La neurodivergencia, entonces, puede entenderse como un acto político en el que se reivindica la diferencia y rompe con el estigma social de que si el cerebro funciona distinto hay que arreglarlo o normalizarlo. Sus defensores sostienen que las personas con estos padecimientos pueden, a pesar de ello, desempeñarse con éxito en ciertos trabajos como el procesamiento de datos, el cálculo, el diseño, la música y otras áreas de la creatividad y la expresión artística, por citar algunos. Gracias a ello, los estigmas de la “dificultad”, el “déficit” o “la capacidad diferente” ya no cuelgan como una etiqueta sobre el individuo.

Rompe con el estigma social de que si el cerebro funciona distinto hay que arreglarlo o normalizarlo

Pero la realidad actual dista mucho de ser ideal, pues un 85 por ciento de las personas diagnosticadas dentro del espectro autista están desempleadas y, en el caso de muchas de las otras neurodivergencias, la vida laboral convencional es casi imposible de sostenerse sin las condiciones adecuadas, que pueden ir desde una menor carga sensorial hasta algún software para facilitar el trabajo.

Tom Clements, acérrimo activista para la defensa de las personas dentro del espectro autista, ha dicho que el autismo y otras afecciones no son peculiaridades ni rasgos de personalidad graciosos; en cambio, son trastornos mentales que pueden ser debilitantes y afectar significativamente la calidad de vida de una persona. Así, respetar y dar cabida a las personas con neurodivergencia hace que todos podamos tener un espacio en el mundo sin discriminación ni prejucios.

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