
Desde el 8 de julio del 2024, el New York Times comenzó a publicar la lista de los que considera los 100 mejores libros del siglo XXI. A lo largo de cinco días, reveló veinte títulos diarios para dar a conocer los títulos que considera más importantes e influyentes. En la comunidad literaria, este artículo provocó un intenso debate sobre la selección, así como acerca de sus respectivos autores, de la metodología empleada para definir la lista y también de los sesgos detectados en ella.
Una de las preguntas que surgieron con la primera parte de los títulos fue la razón detrás de confeccionar una lista prematura sobre los libros publicados en los veinticuatro años transcurridos del presente siglo. Dentro del artículo, escrito por Leah Greenblatt y otros colaboradores, se describe que la idea surgió de la inquietud de reflexionar sobre la importancia y la influencia que tienen los libros que leemos, además de la decisión de delimitar la lista a las obras publicadas a partir del primero de enero del 2000. Pese a que se aclara que se trata de un listado para englobar los primeros veinticinco años del presente siglo, cabe decir aún estamos en 2024 y restan cinco meses en los que se seguirán publicando libros.
En la metodología empleada, los escritores del New York Times cuentan que colaboraron con un Upshot –la división de análisis de datos del periódico– para enviar una encuesta a los escritores, críticos, lectores y demás luminarias de la escena literaria, en la que debían enlistar los que consideraban los diez mejores títulos publicados desde el primero de enero del 2000 hasta la fecha. Cada convocado se encargó de definir lo que la palabra mejor significaba según su criterio: para algunos, ésta hacía referencia a los libros que tuvieran más premios o mérito literario, mientras que otros simplemente eligieron sus favoritos.

Uno de los puntos más criticados de esta lista es el anglocentrismo, pues una de las restricciones que se incluyeron en la encuesta fue que los libros seleccionados debían haber sido publicados en los Estados Unidos y en el idioma inglés –las traducciones también contaron–, con lo cual quedaron fuera una gran cantidad de libros que no han sido traducidos a este idioma y también aquellos publicados fuera del territorio estadounidense. Dicha limitación fue duramente criticada, pues hay una gran cantidad de libros que no llegan a publicarse en los Estados Unidos ni a traducirse al inglés. Considerar que los libros “más importantes e influyentes” son sólo los que cumplen con este requisito parece arcaico, si se considera la existencia de los libros digitales que acercan a los lectores a obras publicadas en otros territorios e idiomas, pues hay una gran cantidad de personas, simplemente en Estados los Unidos, que dominan más de un idioma.
La metodología empleada parece más bien una excusa para limitar la selección a aquellos libros que han obtenido distintos galardones literarios, pues el comité de selección de estos 100 títulos, es decir, los individuos encuestados, consistió en 503 personas dentro de la esfera literaria que no fueron elegidas al azar, pues entre ellas se encontraban escritores como Stephen King –quien pese a votar por sí mismo, no fue incluido en la lista–, Roxanne Gay y James Patterson, e incluso se menciona que algunos miembros del equipo del New York Times participaron en el ejercicio, junto con una cantidad mínima de lectores influyentes en las redes sociales.

En un mercado globalizado, resulta cuestionable colocar restricciones que favorecen tanto a la literatura generada en un solo espacio geográfico, sobre todo si tenemos en cuenta que dicha limitante no se menciona en el título del artículo en cuestión, sin mencionar el alcance que tiene el New York Times en otros países.
En las redes sociales, empezaron a publicarse las listas de los mejores libros del siglo elegidas por bookstagrammers y booktokers, es decir, por los creadores de contenido relacionado con los libros en Instagram y Tiktok, respectivamente, así como por influencers y famosos. La viralización de dichos contenidos abrió un espacio para la discusión sobre los aciertos y las carencias de la lista publicada por el New York Times, pues debido a las limitaciones ya mencionadas, la mayoría de los autores incluidos resultaron ser estadounidenses y anglosajones, con lo cual se evidenció el arduo trabajo que hay por hacer para traducir los libros y diversificar nuestras lecturas.

Cuando se trata de publicar este tipo de listas, se sabe que habrá fricción y que las personas alzarán la voz debido a la ausencia de ciertos títulos, por lo que el New York Times decidió incluir un apartado en el que los lectores del artículo pudieran nominar y votar por sus diez libros más importantes e influyentes bajo los criterios iniciales. La nueva lista generada comparte treinta y nueve libros más que la publicada inicialmente. Aunque el listado curado por los lectores del artículo refleja las mismas limitaciones de la lista original, en éste se observa una mayor diversidad de géneros literarios.
Estas listas que son publicadas de forma esporádica no tienen validez científica ni literaria, constituyen el recuento y la representación de un periodo según una pequeña fracción de los lectores. Son el paso del tiempo, la solidez de las ideas contenidas y las circunstancias del futuro las que establecerán cuáles son los libros más influyentes que se convertirán en clásicos de la literatura universal.
