Los trastornos de personalidad son un grupo de enfermedades que se manifiestan a través de ciertos patrones de pensamiento, percepción y comportamiento extremos y de larga duración, haciendo que quienes los padecen experimenten conflictos casi permanentes y tengan serias dificultades para adaptarse a la sociedad. La característica que comparten todos estos padecimientos es que el patrón de conducta patológico siempre es persistente e inflexible, y se remonta a etapas tempranas como la adolescencia o el principio de la edad adulta.
En la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales —en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, abreviado como DSM— se clasifican los trastornos de la personalidad en tres grupos, basándose en las similitudes que tienen entre sí.
Grupo A: paranoides y esquizoides
El primer grupo, identificado simplemente como grupo A, incluye los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico de personalidad. Este grupo tiene como característica principal un distanciamiento en las relaciones sociales, usualmente causado por interpretaciones incorrectas que son tomadas como verdaderas y definitivas de hechos que para cualquier otra persona pasarían desapercibidos. Un buen ejemplo de la personalidad paranoide es el enemigo de Spiderman, Duende Verde, quien sospecha de todo y está seguro de tener enemigos donde no los hay.
Grupo B: antisociales y narcisistas
Incluye los trastornos límite, antisocial, histriónico y narcisista de personalidad. Las personas con estos padecimientos pueden parecer dramáticas, emotivas e inestables.
El trastorno límite de personalidad se caracteriza por la impulsividad, la inestabilidad en las relaciones interpersonales y la necesidad de vivir experiencias muy intensas para poder sentir alguna emoción. Tyler Durden, el personaje interpretado por Brad Pitt en la película El club de la pelea, es un ejemplo de este tipo de trastorno. Para el antisocial, por otro lado, es común observar un desprecio sistemático y un ultraje a los derechos de los demás; los individuos antisociales, además, no pueden adaptarse a las normas sociales al llegar a la edad adulta. Caso contrario son los histriónicos, que se distinguen por una emotividad y una búsqueda de atención que los hace ser más vivaces y dramáticos, lo cual usualmente los lleva a considerar sus relaciones como más íntimas de lo que en realidad son. Finalmente, el personaje Tony Stark de los Avengers, con su exagerado amor por sí mismo, además de su arrogancia que lo convierte en el centro de atención, es un claro ejemplo de la personalidad narcisista.
Grupo C: dependientes y obsesivos
Incluye los trastornos por evitación, por dependencia y el obsesivo compulsivo de personalidad. Las personas que padecen alguno de los anteriores suelen parecer ansiosas o temerosas.
En el caso de los trastornos por evitación, existe una hipersensibilidad a la evaluación negativa, un miedo intenso al rechazo y a la desaprobación que lleva a estas personas a actuar casi como si fueran invisibles. En el trastorno dependiente, el miedo es a la toma de decisiones o a tener la iniciativa para iniciar proyectos, pues la imagen personal depende de las opiniones, de la aprobación y los cuidados de los demás. En cuanto al obsesivo compulsivo, si fuiste niño en los años setenta u ochenta, seguramente viste la caricatura Heidi y recuerdas a la ama de llaves de Clara, la señorita Rottenmeier, una mujer estricta, convencida de que las normas que instauraba eran necesarias para la seguridad de su protegida; su excesiva preocupación por la perfección hacía que incluso Heidi apareciera como una figura amenazante. Todos estos rasgos de comportamiento dan una buena idea del trastorno obsesivo-compulsivo.
Es importante señalar que el diagnóstico de un trastorno depende de varios criterios de evaluación que ayudan a determinar qué tan permanente es el padecimiento, basándose en las condiciones psicológicas, familiares y sociales del individuo. También se toma en cuenta que el trastorno no sea consecuencia de otro tipo de trastorno, enfermedad o droga.
Los tratamientos para los trastornos de personalidad suelen administrarse por dos vías: una psicológica y otra farmacológica. La psicológica se enfoca en lograr que el individuo reconozca que sus interpretaciones no necesariamente son correctas y que existe una enorme posibilidad de que cometa errores al evaluar situaciones, personas de su entorno, e incluso a él mismo. La vía farmacológica, por otro lado, no es curativa, pero puede resultar de ayuda en la intervención psicológica, pues al disminuir la ansiedad y los niveles de irritabilidad e impulsividad, los pacientes responden mejor al tratamiento psicológico.
No te asustes si te identificaste con varias de las características que están asociadas a estos trastornos, es normal que todos tengamos un poco de todo; por eso, la evaluación de un experto junto con la frecuencia, la intensidad y la duración de los síntomas son claves en el diagnóstico.