Para celebrar la Navidad, algunos cenan en casa, otros prefieren ir a un restaurante para no tener que cocinar, y hay quienes organizan un viaje… pero existe una tradición que es común a casi el mundo entero: dar regalos, en especial a los niños.
En México, los encargados de repartir los obsequios son Los Reyes Magos, El Niño Dios o Santa Claus, pero en otros países las cosas no son así de sencillas.
Krampus: el compañero malvado de Santa Claus
Debido a la relativa cercanía entre las dos celebraciones es común que, en los centros comerciales, los adornos de Halloween convivan con los de Navidad. Dicha coexistencia inspiró al cineasta Tim Burton para crear la película The Nightmare Before Christmas, donde Jack, el rey del mundo de Halloween, decide secuestrar a Santa Claus para celebrar su propia versión de la Navidad.
En Austria, estas dos festividades conviven fuera del celuloide. En lugar de recibir un pedazo de carbón, los niños que se portaron mal durante el año pueden ser visitados por Krampus, un demonio con cuernos de cabra, pezuñas y pelaje negro, que lleva cadenas y látigos para castigar a los desobedientes, a quienes, por si fuera poco, secuestrará para comérselos.
¿De dónde salió una idea tan horrorosa? Al igual que otras tradiciones, se trata de una deformación del folklore pagano. Para evitar que los campesinos siguieran celebrando ritos en torno a fenómenos naturales y animales que los proveían de abrigo y alimento —como las cabras—, los cristianos decidieron satanizar dichos fenómenos y animales. A pesar de los esfuerzos de la Inquisición, la tradición del Kamprus logró sobrevivir, y para el siglo XVII se había incorporado a las celebraciones cristianas de invierno. Con el tiempo, Kamprus se convirtió en el compañero oscuro de Santa Claus.
La fiesta de Krampus, conocida como Krampusnacht, se celebra el 5 de diciembre, en la víspera del día de San Nicolás. Al norte de Italia, pero sobre todo en Austria, los desfiles navideños son encabezados por un Santa Claus vestido de obispo, acompañado de los krampus, personas disfrazadas de demonios que molestan a la gente y hacen llorar a los niños. La tradición de Krampus se ha intentado desalentar en varias ocasiones —en 1950, por ejemplo, el gobierno austriaco repartió folletos titulados: “Krampus es un hombre malo”—; sin embargo, la tradición ha logrado subsistir hasta nuestros días, aunque no ha dejado de ser motivo de polémica.
Zwarte Piet: el compañero políticamente incorrecto de Santa Claus
A diferencia del Santa Claus convencional, el holandés vive en la soleada España, es más delgado, lleva la tradicional vestimenta de obispo —ropas y mitra rojos, así como un báculo de oro—, no conduce un trineo tirado por renos, sino un barco de vapor y, en vez de gnomos, su ayudante es un esclavo negro conocido como Zwarte Piet o Pedro Negro.
Durante varias semanas, decenas de sinterklaases —Santa Claus— y Zwarte Piet hacen un recorrido por las tierras bajas del país, que culmina el 5 de diciembre con un intercambio anónimo de regalos, ya que todas las tarjetas van firmadas por Zwaret Piet; en ellas también se escriben poemas conocidos como Sinterklaasgedicht que, por la noche, se leen en voz alta frente a familiares y amigos. Más que en Sinterklaas, la mercadotecnia se centra en toda clase de objetos relacionados con Zwarte Piet: figuras de peluche, globos, chocolates y pasteles negros.
Los padres suelen advertir a sus hijos con la frase: “Si no te portas bien, el Pedro Negro vendrá y te llevará con él a España, y en vez de juguetes te dejará unas ramas de abedul o un pedazo de carbón”.
Según algunas fuentes, en sus orígenes Zwarte Piet era un demonio esclavizado por Sinterklaas. En el siglo XIX, el personaje adoptó la apariencia de un moro; otras fuentes lo emparentan con Haji Firuz, un moro que trabaja para Amoo Norooz: viejo de barba blanca quien lleva regalos a los niños de Oriente. La versión más extendida dice que Sinterklaas liberó a un joven esclavo llamado Pedro que, a modo de agradecimiento, decidió ayudarlo a repartir regalos en Navidad.
En la mayoría de las representaciones, Zwarte Piet aparece como un hombre negro, vestido con ropas de estilo renacentista muy coloridas, y con un gorro de plumas en la cabeza. A pesar de su aspecto alegre, no todos están de acuerdo con esta figura que recuerda el pasado colonial de Holanda. Para suavizar su imagen, se ha dicho que Zwarte no es de raza negra, que su piel se ve oscura porque es el deshollinador del barco de vapor de Sinterklaas.
Las miles de personas que se disfrazan de pedros negros cada año —algunas incluso llevan pelucas afro y falsas joyas de oro— han enfurecido a la comunidad de inmigrantes negros de los Países Bajos, razón por la cual en Flandes al menos una ciudad ha modificado la tradición: convirtieron a Sinterklaas en un hombre negro y a su ayudante en un “Pedro Blanco”.
La mayoría no encuentra ofensivo al personaje y se niega a excluirlo del folklore navideño holandés. Tal es su pasión, que algunas protestas en contra de Zwarte Piet han tenido que ser canceladas porque sus organizadores recibieron amenazas de muerte.
El Tió de Nadal
Ya le contamos sobre el demonio y el esclavo que ayudan a Santa Claus, pero ¿qué pensaría de un ser inanimado que no reparte regalos, sino que los defeca?
El Tió de Nadal es una tradición escatológica, pero muy navideña, procedente de Cataluña. Nadal significa “Navidad” en catalán, aragonés, asturiano y gallego. Se trata de un tronco hueco, de treinta centímetros de longitud, montado sobre dos o tres palos de madera —que hacen las veces de patas—, con una gran cara sonriente pintada en la parte superior, y que lleva una barretina roja —sombrero tradicional catalán parecido a un calcetín.
A partir de la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, cada noche se le da un poco “de comer” al Tió de Nadal, y se le cubre con una cobija para que no pase frío. En la víspera de Navidad, se cantan canciones paraél, al tiempo que lo aporrean con un palo, como si fuera una piñata, para que “defeque” los regalos. En un tronco estrecho no caben los juguetes grandes que suelen pedir lo niños —ésos los traen los Reyes Magos y, en ocasiones, Santa Claus—; el Tió solamente “caga” dulces, frutos secos y turrones que se reparten entre los asistentes.
En un principio, el Tió de Nadal era un tronco que se arrojaba a la chimenea y obsequiaba un calor especial. Con el tiempo, la leyenda se hizo compleja; el Tió se convirtió en un tronco mágico que, durante la víspera de Navidad, tocaba a las puertas de las casas, en las cuales era acogido, abrigado y alimentado.
Si ya está aburrido de los villancicos, pruebe cantándole al Tió de Nadal:
Tió, Tió , caga torró (caga turrón),
D’aquell tan bo (de aquel tan bueno).
Si no en tens més, caga diners (si no tienes más, caga dinero);
Si no en tens prou, caga un ou (si no tienes suficiente, caga un huevo).
Caga, Tió!