Remedios contra la obsolescencia

Remedios contra la obsolescencia
Kiri Bausch

Kiri Bausch

Inspiración

Obsolescencia significa inutilidad. Es un término que se usa más en la tecnología, la economía y la publicidad que en la vida diaria, quizá porque vivimos en tiempos de renacimiento tecnológico, donde aquello que se consideraba útil hace diez años se ha convertido en chatarra. Cuando hablamos de personas, a menudo decimos que alguien “ya no sirve” o que es “completamente inútil”. Se trata de obsolescencia humana, un término que ubica a la humanidad del siglo XXI —el capital humano que manejan los departamentos de recursos humanos— en el nivel de los objetos que, tal vez no a primera vista pero seguramente a la segunda sí, carecen de dimensión humana.

Suena duro, pero así son los tiempos en que vivimos. En vez de angustiarnos y dejar que el miedo nos paralice, nos conviene repensar qué podemos hacer para salirnos del patrón impuesto por el sistema actual. A continuación, algunas ideas que podrán ser útiles.

Primero, tenemos que saber que nuestro nivel de estudios nos determina, y a la vez no. Una licenciatura no es lo que fue hace cien años, como tampoco lo es una maestría o un doctorado. Los tiempos cambian tan rápido que la posesión de un título ya no nos garantiza nada. Puede que nos ayude a abrir la puerta del primer empleo y nos ubique en la primera escalera de éxito, pero si nos dormimos allí, creyendo que “ya la hicimos”, estaremos equivocados. Nuestra generación está obligada al constante aprendizaje de una gran variedad de contenidos que a veces no tienen nada que ver con nuestros estudios universitarios. De ahí que, más que la inteligencia lógica, empiecen a servir las inteligencias social y emocional. La calidad de relaciones que establecemos, la empatía y la solidaridad con la que tratamos a las personas a nuestro alrededor, nos ayudarán a crear una red de apoyo que nos cobijará en los momentos críticos.

Segundo. Hoy día, ya que contamos con tanta información a nuestro alcance, conviene acercarse a la historia. La historia se repite y lo que vivimos hoy no es nada nuevo. Grandes migraciones, movilizaciones militares, cambio climático o una clase política infame: nada de esto sorprende al que haya conocido, por ejemplo, la historia y la decadencia del Imperio Romano, pues las similitudes son asombrosas. De la historia podemos aprender que la humanidad está en constante movimiento —igual que las lenguas—, por lo que siempre hay un punto inicial, un desarrollo, un auge y una decadencia. Sabiendo este proceso, nos podemos ubicar en nuestro momento, lo cual sirve para dejar de culpar(se) y entender que estos tiempos también pasarán, algún día. Tenemos que sobrevivir y lo hacemos mejor unidos —y esto también lo aprendemos de los libros de historia.

Tres. Hacernos responsables de nuestros actos. Esto no sólo nos convierte en personas más confiables, sino que nos permite guiar nuestra vida tal como la queremos. En vez de sentir culpa, conviene sentirnos responsables por lo que hacemos; si necesitamos destruir una constelación nociva en nuestra vida, lo haremos con mayor determinación si nos pensamos responsables que si nos sentimos culpables. Responsabilidad es cuestión de mente y de ética, mientras que la culpa lo es de la emoción y de la víscera.

Cuatro. Cualquier cambio es como una ducha con agua helada. Inténtalo en casa, pues es un excelente ejercicio de reflexión. Acercarse al chorro de agua fría no es nada cómodo: el corazón se detiene, la respiración también, apretamos los dientes, cerramos los ojos, todo el cuerpo se siente tieso y erizado. Es como tirarse de una roca a un río helado. El mundo se congela y lo único que esperamos es que ya se acabe la nefasta sensación de incomodidad. Pero, sorpresivamente, en cuestión de segundos el frío deja de ser tan frío y nuestro cuerpo recobra su entereza. Y lo más interesante: una vez terminada la ducha, nos damos cuenta de que nuestro cuerpo y mente están revigorizados como jamás lo han sido bajo una ducha caliente. Así es esto: cerrar los ojos, apretar los dientes, echarse al agua, contar hasta diez y observar el cambio que estamos creando a nuestro alrededor… 

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