¿Has oído hablar del Síndrome Hikikomori? No se trata de una nueva película de anime, sino de un fenómeno de aislamiento social extremo y prolongado que se originó entre los adolescentes japoneses en la década de 1990 y que se está expandiendo a otros países del mundo, afectando incluso a adultos en edad productiva y en parte impulsado por las redes sociales y los efectos de la pandemia por Covid-19 que afectó al mundo de 2020 a 2023.
El término hikikomori deriva de las palabras japonesas hiki, ‘retirarse’, y komori ‘estar adentro’. Según un estudio publicado en 2023, se percibió originalmente como un síndrome ligado de forma exclusiva a la cultura japonesa, el cual se refería a adolescentes y adultos jóvenes que se recluían la mayor parte del tiempo en casa de sus padres y ya no estudiaban ni trabajaban, por lo que se abstenían de cualquier participación en la sociedad.
Según el citado estudio, algunas de las causas detectadas de este síndrome son: condiciones psiquiátricas previas, tales como psicosis o trastornos limítrofes; rasgos de personalidad maladaptativos como agresión pasiva, ira, evitación o autolesión; dinámicas familiares adversas y paternidad deficiente o patológica; presiones sociales, experiencias sociales negativas, tendencias suicidas y, en especial, el uso excesivo de internet, las redes sociales los y videojuegos.
Para los expertos, el síndrome se declara cuando el sujeto presenta una negativa persistente a salir de casa durante más de seis meses, la cual va acompañada de desinterés en la mayoría de las actividades, el abandono de la escuela y/o del trabajo para quedarse en casa, así como de dependencia económica de la familia, sin ningún plan de autosuficiencia. Algunos casos reportados en Japón muestran a adultos que rayan los cuarenta años de edad y llevan más de la mitad de su vida aislados, sin trabajar, tener pareja o una vida convencional.
Además de estas condiciones, otro análisis cita la incapacidad de lidiar con las dificultades de la realidad como causa primordial del Hikikomori. Esto incluye una sensación de desesperanza e indefensión ante el mundo, una “fatiga de las relaciones” causada por vínculos interpersonales fallidos en la familia, la escuela, el trabajo o la sociedad en general, los cuales alimentan la noción de que es menos doloroso lidiar con la soledad que con la frustración de una relación y, por último, un autoconcepto muy pobre, baja autoestima y nula confianza propia, lo que estimula el deseo de “esconderse en la oscuridad”.
Uno pensaría que este trastorno, con todo lo desorbitado que suena, es exclusivo de países hipertecnificados como Japón; sin embargo, quien estas líneas escribe sabe de tres jóvenes mexicanos —hijos de personas conocidas— que, en efecto, llevan años encerrados a piedra y lodo en sus habitaciones, sostenidos económicamente por sus padres y sin visos de una salida clara. Y no son pocos los adultos que no han podido reconstruir su propio tejido social luego de los largos meses de aislamiento pandémico y que prefieren vivir como ermitaños digitales, trabajando, relacionándose y divirtiéndose a través de una pantalla.
Los diversos artículos y estudios académicos que hay sobre el tema coinciden en que el tratamiento del Hikikomori es difícil y que aún hay mucho por entender. Sin embargo, citan como posibles salidas el apoyo emocional familiar, más allá del simple soporte financiero; “empezar poco a poco”, procurando pequeños paseos o salidas de la habitación a sitios poco concurridos; y, desde luego, un buen acompañamiento terapéutico.
No se sabe a ciencia cierta cuántos jóvenes y adultos en el mundo viven —si es que eso puede llamarse vida— con el Síndrome Hikikomori, pero las autoridades sanitarias han expresado preocupación por su rápida expansión, que amenaza con acelerarse aún más a medida que tecnologías como la inteligencia artificial, el streaming o la realidad virtual avanzan y reducen las razones para salir de casa. No sé qué vaya a pasar en el futuro, pero luego de escribir esto lo único que viene a mi mente es cerrar el documento, enviarlo y apagar la computadora para salir a un parque, un bosque o a cualquier otro lugar para tener ricas experiencias análogas.