Muchos sabemos qué significa ser impulsivo: lo notamos cuando hacemos compras innecesarias, cuando abusamos de la comida o el alcohol, o cuando decimos cosas sin reflexionar. El ciclo es el mismo: un enfoque obsesivo, racionalización, ceder al impulso y luego arrepentirse por las consecuencias.
Las personas impulsivas pueden parecer atractivas a primera vista, pues asumen riesgos y les gusta el cambio, van por resultados rápidos y parecen tener energía ilimitada; sin embargo, son proclives a comportamientos sexuales de riesgo, irritabilidad, impaciencia, dificultad para concentrarse, baja autoestima, aislamiento social y comportamientos violentos.
Este comportamiento acelerado y de poca previsión es multifactorial, y se debe a:
1. Poca tolerancia a la frustración
Algunas personas crecieron siendo el centro de la atención y bajo el lema “¡Lo quiero ahora!”, lo que a menudo ocasiona no haber desarrollado la paciencia y no haber aprendido la existencia de límites. Como resultado, esta gente cree que el mundo gira en torno a sus necesidades y se vuelven egocéntricos.
2. Pobre manejo emocional
Cuando no se reconoce ni se verbaliza, el enojo alimenta esta conducta y puede detonar que de pronto estés comiendo todo el pastel que sobró, comprando otro par más de zapatos o yendo a despilfarrar tu dinero en un casino. Si, por el contrario, lo que es difícil de manejar es la tristeza, las consecuencias de dichas acciones tendrán un menor impacto.
Tus reacciones emocionales dependen del momento: si estás teniendo un buen día, te sentirás más espontáneo; en cambio, si tienes un mal día, tu cerebro racional está desconectado y corres el riesgo de tomar malas decisiones.
3. TDAH no tratado, no diagnosticado o daño cerebral
Uno de los síntomas del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es la impulsividad. El funcionamiento ejecutivo de los lóbulos prefrontales y el cerebro racional se ve afectado, lo que dificulta la planificación. En el caso de un daño cerebral, el procesamiento de la información interpersonal y la capacidad para interpretar y expresar elementos básicos de la comunicación se ven afectados, lo que puede desencadenar impulsividad.
4. Bajos niveles GABA
El GABA (ácido gamma-aminobutírico) es un neurotransmisor encargado de reducir la actividad neuronal, y juega un papel importante en el comportamiento, la cognición y la respuesta del cuerpo frente al estrés. Un estudio dirigido por el doctor John Krystal, de la Universidad de Yale, reveló que las personas con mayores cantidades de este neurotransmisor realizaban menos actos impulsivos, mientras que los niveles bajos están asociados con insomnio y ataques de pánico.
¿Cómo romper este patrón?
Reconoce que la impulsividad es un problema
Si bien la impulsividad se extiende a distintas áreas de la vida, hay factores que la desencadenan. Entonces, el primer paso es reconocer las circunstancias que te hacen responder impulsivamente y prepararte para no dejarte llevar por ellas; por ejemplo, fijar un presupuesto que limite tus compras innecesarias.
Trabaja en tu inteligencia emocional
La irritabilidad puede manifestarse en forma verbal —insultos, tono de voz, gritos— o física hacia objetos u otras personas. La psicóloga española Ciara Molina sostiene que el modo en que reaccionas a una emoción determina cómo ésta actúa sobre ti. En otras palabras, el cuerpo proporciona la energía para actuar a través de las emociones, pero cómo usas esa energía es tu decisión. Lo que realmente brinda control emocional es reconocer tus emociones y saber por qué se presentan.
Desarrolla tus habilidades sociales
La incapacidad de inhibir impulsos básicos puede complicar situaciones de interacción social y generar dificultad para respetar turnos, una gestión emocional inadecuada, decisiones precipitadas y problemas en el control de la atención. Este problema influye en la calidad y duración de las relaciones interpersonales. Para desarrollar las habilidades sociales se aconseja someterse a alguna terapia grupal o a una terapia individual en la que se desarrollen técnicas de role playing.
Dejar de ser impulsivo implica “recablear” el cerebro, aprender habilidades, modificar el comportamiento, trabajar en la fuerza de voluntad y descartar causas orgánicas que puedan causar este rasgo de personalidad. Así que lo mejor es dejar el remordimiento de lado y enfocarte en aquello que sí puedes cambiar.