
La hipocondría —también llamada hipocondriasis o trastorno de ansiedad por enfermedad— consiste en una preocupación constante y excesiva por tener o contraer una enfermedad grave. Si al leer esto te preguntas si sufres de dicho trastorno, seguramente te angustia no poder distinguir entre los síntomas reales de una amenazante enfermedad y cuando tu cuerpo te “juega chueco” con falsas alarmas o cuando el malestar radica sólo en tu mente.
Lo primero que debes entender es que la hipocondría no es sólo un miedo exacerbado a la muerte y al dolor, sino también a la inmovilidad, la invalidez y la dependencia a los demás. Esos miedos te impulsan a buscar señales que confirmen o desechen tus sospechas, lo cual te mantiene en un permanente estado de alerta en el que hasta el síntoma más ligero es motivo de gran preocupación. Como la mente maximiza las sensaciones físicas a medida que aumenta el miedo, una simple distensión abdominal por comer mucho se convierte en la sospecha de cáncer o de alguna otra enfermedad intestinal grave.

Si bien es normal que, cuando sufrimos molestias y dolores, tratemos de buscar información para descubrir qué nos está ocurriendo y acudamos al médico para que nos confirme o devele algún diagnóstico, ¿qué pasa cuando no hay un diagnóstico claro o, peor, cuando nos dicen que no tenemos nada y, sin embargo, las dolencias permanecen, la incertidumbre aumenta y el estrés te invade? Si esto te suena familiar, pero aún tienes dudas sobre si sufres de hipocondriasis, estas siete claves quizá te ayuden a confirmarlo:
Buscas información por tu cuenta
Examinas constantemente tu cuerpo en busca de signos de una enfermedad, estás al tanto de las enfermedades raras y de las recién descubiertas, mides con frecuencia tu presión arterial y frecuencia cardiaca, le dices tus síntomas al “Dr. Google” y exploras sitios especializados en medicina para tratar de diagnosticarte a ti misma, pues según tú sabes de sintomatología.
Hablas con frecuencia sobre tu salud
Eres de esas personas que, cuando alguien te pregunta cómo estás, te sueltas describiendo con lujo de detalles todo el rosario de males, dolencias y padecimientos que te aquejan, los cuales consumen gran parte de tu energía, tiempo y atención. Más allá, en las conversaciones con amigos, familiares, colegas y pareja, el tema que predomina es tu salud; no la salud en general, sino la tuya, porque “los demás están bien” o “no están tan mal como tú”.
Sientes que nadie te toma en serio
A pesar de que a menudo compartes tus inquietudes con tu gente cercana, sientes que no las toman en serio o, al menos, con la seriedad que ameritan, ya que pueden tratarse de algo gravísimo y lo único que oyes es que “estás exagerando”. Eso te confunde y te hace sentir incomprendido, pues si bien quisieras creerles, te aterra la posibilidad de que se equivoquen.

Los médicos insisten que no tienes nada
Has visitado a varios médicos por la misma dolencia —desde al médico general hasta a terapeutas alternativos, pasando por una gama de especialistas— y todos coinciden en que tu cuerpo parece estar bien. En lugar de tranquilizarte, esto te angustia más porque crees que no están acertando el diagnóstico o hay que algo más que no encuentran, pues claramente están desestimando tus síntomas.
Pasas de un achaque a otro
A veces piensas que tienes la peor de las suertes, pues en cuanto desaparece una dolencia, otra más comienza, y así sucesivamente. Esta preocupación y malestar constantes derivan en otros trastornos, tales como el insomnio, la hipervigilancia y los problemas gastrointestinales, que por sus efectos parecen confirmar que, en efecto, sufres de una grave enfermedad.
Te preguntas con frecuencia: ¿tendré yo lo mismo?
Durante una comida familiar, tu tía se queja de ciertos dolores y “casualmente” éstos coinciden con los que tú llevas sufriendo las últimas semanas. O bien, estás viendo una serie o una película donde uno de los protagonistas sufre una enfermedad y te angustias porque “así exactamente” empezaste tú. Y es que, debido al trastorno de ansiedad, cualquier información de salud parece embonar con esa extraña enfermedad que nadie alcanza a precisar.
No sabes cómo detenerte
Has caído en cuenta de que tienes un problema y de que tus síntomas pueden no ser reales, pero no sabes cómo frenar tu tren de pensamientos. Así, tal vez no sufras una enfermedad física, pero la angustia, las pesadillas, las noches en vela, la ansiedad y hasta el dolor psicosomático son reales, y racionalmente no ves una salida para librarte de ese sufrimiento.
Si te identificaste con varias de las claves anteriores, es probable que sufras de hipocondría. ¿Qué sigue? En primer lugar, tranquilizarte, porque no es algo tan grave; segundo, no te autodiagnostiques y evita a toda costa automedicarte. Acude a un psicólogo o a cualquier otro especialista en salud mental para que confirme el diagnóstico y te recomiende alguna de las muchas terapias que existen para a ayudarte a recuperar la tranquilidad y el control de tu vida.
Entre estas técnicas está la “terapia por exposición”, en la que gradual y reiteradamente te expones a tus sensaciones corporales, y aprendes a aceptarlas como algo natural para que no te obsesiones de forma negativa con ellas. También puedes aprender técnicas de respiración y de meditación, las cuales complementarán tu camino para controlar la ansiedad. Y el último tip, muy efectivo, es concentrarte en el momento presente y tratar de convencerte de que todo está bien.
