Tantra es una palabra de origen sánscrito que se puede traducir como “la acción continua de entretejer”; de ella deriva la tradición esotérica oriental del tantrismo que, entre otras cosas, afirma que el individuo puede reintegrarse con su fuente creadora si pone en práctica una serie de principios que activan su energía y le permiten conectarse con la vida y el universo como un todo. Según la tradición, fue el propio Buda quien, convencido de sus sobresalientes cualidades, transmitió los principios tántricos al rey Indrabuthi, quien quería alcanzar la iluminación espiritual pero sin abandonar su reinado ni a sus reinas.
Los orígenes históricos del Tantra no son claros debido a que se enseñaba de forma oral, se practicaba a escondidas y a menudo se transmitía a través de una serie de iniciaciones que tenían lugar cuando el maestro creía que el alumno estaba preparado para la enseñanza. Así, por siglos la tradición tántrica ha estado envuelta en el misterio, pero puede afirmarse que sus orígenes se hallan en el shivaísmo de Cachemira —una región de la India— y de ahí viajó por la región del Himalaya hacia el Tíbet y China en el siglo VIII, gracias a maestros como el venerable Rinpoche Padmasambhava, llamado por algunos el “Segundo Buda”.
Como sucede en muchas tradiciones, los maestros fundaban escuelas y vertían las enseñanzas en textos, mientras que las mujeres eran las portadoras de la sabiduría y transmitían las enseñanzas a través de la danza, la música y otras artes, incluyendo la de hacer el amor. Así oímos hablar de las dakinis —palabra que en tibetano significa “bailarina del cielo”—, las tántricas y las devadasis, que suelen vivir en los templos para transmitir las energías tántricas. De modo similar, en el taoísmo se hablaba de cortesanas que enseñaban los secretos de la energía sexual y la longevidad a los emperadores chinos.
La unión sagrada
Por otro lado, el Tantra puede encontrase en un conjunto de escrituras espirituales llamadas Agamas, que adoptan el formato de una conversación entre Shiva y Shakti, los aspectos masculino y femenino de la divinidad, respectivamente. Es difícil precisar quién fue el autor de los textos tántricos; algunos dicen que el propio Shiva, en la forma de un ser encarnado, canalizó estas obras y además fue el fundador del yoga; como haya sido, a lo largo de la historia varios maestros han estudiado y reinterpretado estos textos, los cuales hasta hoy son usados como guía por las sectas tántricas más clásicas para lograr el despertar espiritual.
La tradición del Tantra nos ofrece algunos relatos acerca de la unión de ascetas con mujeres que practicaban el sexo tántrico. Por ejemplo, está el del monje y erudito budista Saraha, un consejero muy respetado en la corte real que vivió en el siglo VIII y un día dejó todo para seguir a una dakini que trabajaba en el mercado fabricando flechas; Saraha vio en ella a la gran maestra que había buscado toda su vida: no era culta como él, pero irradiaba una presencia tan profunda cuando confeccionaba las flechas que el maestro se inclinaba ante ella.
Cuando Saraha y la dakini se fueron a vivir a un cementerio o crematorio, donde bailaban, cantaban y celebraban, el rey pensó que el monje había perdido el juicio y envió a sus súbditos a buscarle; sin embargo, el relato da cuenta de que cada uno de los enviados acabó quedándose con con ellos y así nació una nueva era de la cultura tántrica. Los frutos de esta experiencia pueden encontrarse en los textos llamados The Songs of Saraha o “Los cánticos de Saraha”.
Un patrón de comportamiento similar presentaron otros maestros tántricos tibetanos como Naropa, Luipa, Tilopa y Marpa Lotsawa, pues todos ellos abandonaron sus vidas monásticas para seguir a mujeres e iniciarse en lo que hoy llamaríamos “sexo tántrico” o “sexualidad sagrada” con el fin de trascender el conocimiento que adquirían en el monasterio y despertar su conciencia a través de una vida con mayor libertad y espontaneidad; de hecho, cuando Saraha tomó a una dakini como consorte afirmó: “Ahora, por fin, soy un ser verdaderamente puro”.
Naropa.
Estas historias no sólo muestran los roles de hombres y mujeres en el Tantra, sino también lo esencial de la unión entre ambos para adentrarse en la totalidad: cuando se encuentran y se unen, el yogui y la yoguini pueden alcanzar un estado de espontaneidad y júbilo. Es importante enfatizar que uniones sexuales tántricas del budismo tibetano siempre se producían tras muchos años de práctica en solitario, pues se creía que antes de ese periodo de soledad las pasiones eran demasiado desenfrenadas e inconscientes.
Tantras rojo, blanco y negro
Hoy día existe una clasificación que distingue entre Tantra rojo, blanco y negro, en función de la tendencia de cada escuela: el blanco se centra en la meditación y en las prácticas solitarias; el rojo incluye meditaciones en pareja y prácticas sexuales opcionales, trabajando más con los sentidos; el negro es el sendero para quienes se decantan por el uso de la energía oscura para hacer daño a los demás, y es la vertiente que ha dado mala fama al Tantra, especialmente en la India.
En Occidente, la mayoría de los practicantes usan el Tantra rojo para encontrar felicidad en una relación a través de la liberación sexual. Es curioso que algunos seguidores del Tantra blanco desaprueban y miran con desdén la difusión del Tantra rojo, alegando que “no es el original”, pero vale la pena recordar que es difícil encontrar alguna escuela pura y que éste existía desde hace siglos en la India, cuando estaba mucho más liberada sexualmente: de hecho, aún quedan algunos templos, esculturas, pinturas y danzas que dan fe aquellos días.
Algunos ascetas tibetanos practican el celibato durante un largo tiempo antes de estar listos para la estimulación sexual por medio del Tantra; otros, por el contrario, viven su sexualidad de forma libre y después llegan a la abstinencia como un camino de autoconocimiento y espiritualidad: el Tantra es un tema amplio y un camino de despertar con muchas ramificaciones y senderos.
Por último, podemos hablar del Neo-Tantra , un concepto moderno popularizado por el desaparecido místico indio Osho Rajneesh (1931-1990), quien compartía meditaciones tántricas con sus seguidores y jugó un papel fundamental en la reintroducción del Tantra en todo el mundo. La vertiente del Neo-Tantra incorpora procesos terapéuticos occidentales modernos en la meditación y en las prácticas energéticas, pero no usa las prácticas clásicas como el yoga o las meditaciones con mantras y yantras.
Con toda esta información, el punto es discernir qué camino tántrico elegir y enfocar la intención de la práctica en un camino de paz mental, satisfacción interior, amor y autoconocimiento. Adentrarse en las enseñanzas y prácticas que nos provocan curiosidad es siempre una propuesta interesante y útil para nuestro propio crecimiento, ¿no lo creen así?…