
Nuestro país no es una tierra de castillos; ese tipo de edificaciones resulta típica del mundo europeo y del periodo medieval, cuando el régimen feudal derivó en una arquitectura con características particulares: murallas, almenas, fosos, ventanas saeteras —desde donde se disparaban flechas—, torreones, torre homenaje y gruesos muros, entre otros elementos.
Sin embargo, en la mente de algunos personajes afincados en México —quizás excéntricos, nostálgicos o soñadores— se han erigido este tipo de construcciones. Varios son los ejemplos de castillos neomedievales que conviene recordar, aunque cabe decir que no mencionaremos conjuntos conventuales de órdenes mendicantes ni obras civiles del siglo XVI con elementos procedentes del mundo medieval, por ser de otro carácter y simbolismo histórico.
El Castillo Douglas de Aguascalientes
En el centro de la capital hidrocálida se encuentra la que fuera residencia del señor Edmundo Ortega Douglas, quien en 1923 encomendó su diseño al arquitecto Federico E. Mariscal y la construcción al zacatecano Refugio Reyes Rivas. La leyenda cuenta que la pieza arquitectónica tan singular, realizada con piedra traída del vecino estado de San Luis Potosí, fue un regalo del dueño para su amada, doña Carmen Llaguno.

La historia de por qué construyó un castillo tiene que ver con el hecho de que Ortega Douglas tenía ascendencia británica: su abuelo, John Douglas, arribó de Escocia a fines del siglo XIX, y Edmundo siempre sintió el deseo de habitar en un castillo; de ahí la idea de edificar uno en tierras mexicanas. Al observar la curiosa obra, llama la atención lo pequeño del conjunto; no obstante, sus creadores no dudaron en construirle foso, puente levadizo, capilla, torreones, almenas, delgadas ventanas, arcos ojivales y colocarle hasta un escudo nobiliario.

En los años sesenta, a la muerte del matrimonio, el lugar quedó en propiedad de uno de los hijos de la pareja. Por un tiempo fue un taller mecánico y, en 1997, fue un restaurante que al parecer no tuvo éxito; después cayó en el abandono. Se lee en diversos medios que existe un proyecto de rescate de la singular pieza, pero por el momento sólo puede ser admirado desde el exterior.
Hotel Castillo Santa Cecilia
Se trata de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Guanajuato. Curiosamente, a pesar de no ser de la misma época que buena parte de las construcciones de la urbe ni de tener aspecto colonial, el Hotel Castillo Santa Cecilia se relaciona con su entorno arquitectónico de manera armónica: desde el mirador de El Pípila se puede observar en toda su grandeza.
Muchos piensan que es antiguo; sin embargo, es una obra de mediados del siglo XX que nació para funcionar como hotel. Siglos atrás, en ese predio hubo una finca de beneficio y labor, cuyo tiro de mina se denominaba Santa Cecilia. El 17 de mayo de 1951 se inició la construcción de este castillo de reminiscencia medieval para funcionar como hotel, el cual fue inaugurado al año siguiente.

Imagen de www.castillosantacecilia.com.mx

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Quien ordenó su construcción fue el marchante de arte y editor Manuel Quezada Brandi. Al principio tuvo 20 habitaciones; en una segunda etapa, el señor Ricardo Orozco realizó una ampliación a 80 habitaciones. En la actualidad, bajo el mando de Alfonso García García y de su familia, quienes reacondicionaron el lugar, cuenta con 110 habitaciones y sigue siendo uno de los hoteles preferidos de la ciudad por sus grandes jardines, su aire antiguo, sus gruesos muros y su grandeza señorial de antiguo palacio feudal.
Castillo Gillow (Ex-Hacienda de Chautla)
Este castillo ubicado en San Lucas el Grande, en el estado de Puebla, nos recuerda un antiguo palacete tipo castillo inglés. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, pero la construcción que vemos es del siglo XIX y fue ordenada por monseñor Eulogio Gregorio y Zavalza, y por su padre, el inglés Thomas Gillow, quien fue un importante personaje: entre otras obras, él ordenó la construcción de la primera planta hidroeléctrica de América Latina, en el río Atoyac.


En 1914, la hacienda fue expropiada y sus seis mil hectáreas fueron repartidas. En 1922, el presidente Álvaro Obregón le devolvió 150 hectáreas a monseñor Gillow, quien murió ese mismo año. Su sobrino, Ignacio Kasuki, vendió los terrenos a la Secretaría de la Defensa. En 1968, Luis Ocejo Mirón la adquirió para hacerla su casa de descanso y actualmente es un hotel. Al observarla, destaca por el lago que la rodea, por sus torreones y su construcción en ladrillo.
Otros castillos dignos de recordarse
El castillo de San Pedro Barrientos —en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México— es, sin lugar a dudas, un castillo lleno de leyendas con sus almenas, su torre al centro y su hechura en ladrillo; se le conoce como “El Castillo de El Santo” porque ahí se filmaron algunas películas con ese mítico luchador. También está el Castillo de Nueva Apolonia, en el municipio de El Mante, Tamaulipas; éste se encuentra abandonado, perteneció a la desaparecida hacienda de El Naranjo y, según se cuenta, ahí iba a cazar el presidente Porfirio Díaz.

Castillo de Barrientos.

Castillo de Nueva Apolonia
Por último, está el llamado Castillo Blanco de Xochimilco, de pequeñas proporciones pero con sus partes reglamentarias, que se encuentra en la zona chinampera de San Diego y a la cual sólo se puede acceder vía acuática, ya sea en trajinera o lancha. Fue construido en la década de 1930 por el señor Eduardo Ramírez y se cuenta que también fue un regalo de amor.

Imagen de mxcity.mx
