
En un rincón de Ohio hay un lugar que, para muchos, es lo más parecido al paraíso musical: un sitio donde las guitarras eléctricas no mueren, los amplificadores rugen en espíritu y las leyendas no envejecen. Estamos hablando del Salón de la Fama del Rock and Roll —Rock and Roll Hall of Fame, en inglés—, un santuario para fanáticos, músicos y curiosos por igual. Pero ¿qué es exactamente este sitio y quién lo creo? Ponte los audífonos que esta historia está por sonar muy fuerte…
¿Dónde está el Salón del Rock? Lo primero que sorprende es su ubicación: Cleveland, Ohio. No es precisamente la primera ciudad que viene a la mente cuando se piensa en R&R, pero hay una buena razón: en 1951, Alan Freed trabajaba como locutor en una estación de radio de Cleveland y se considera el primero en usar el término rock and roll para describir el nuevo género musical que mezclaba rhythm & blues, country, jazz y gospel. Además, Freed también organizó el que se considera el primer concierto de rock de la historia: el famoso Moondog Coronation Ball, en 1952.

Con esa historia de su lado, cuando comenzó la discusión sobre dónde construir el Salón de la Fama del R&R, Cleveland peleó con uñas y dientes para ser elegida como sede y, en una votación pública, superó a ciudades como Detroit, Memphis y Nueva York; por si fuera poco, se recaudaron más de 65 millones de dólares en fondos públicos para la construcción del recinto. Por esas razones, la decisión quedó sellada: el nuevo templo del rock tendría vista al lago Erie.
El edificio: un templo de cristal y su fundador
El edificio del Salón de la Fama no pasa desapercibido. Diseñado por el renombrado arquitecto chino-estadounidense I. M. Pei —el mismo que diseñó la pirámide del Museo del Louvre, en París—, es una estructura futurista de vidrio y acero que parece una mezcla entre nave espacial y templo artístico. El recinto abrió sus puertas el 2 de septiembre de 1995 con una ceremonia legendaria que reunió a artistas de la talla de Bob Dylan, Bruce Springsteen, Jerry Lee Lewis y Aretha Franklin. Desde entonces, el lugar se ha convertido en una Meca para los fanáticos del rock y la música en general. No es sólo un museo, sino también una experiencia inmersiva que cuenta la historia de uno de los movimientos culturales cruciales del siglo XX.

La idea del Salón de la Fama fue concebida en 1983 por el empresario musical Ahmet Ertegun, fundador de Atlantic Records y descubridor de estrellas del rock como Ray Charles y Led Zeppelin. Junto con otras figuras de la industria, Ertegun propuso la creación de un espacio donde se reconociera y preservara la historia del R&R, así como su influencia en la cultura global. El proyecto se concretó al formarse la Rock and Roll Hall of Fame Foundation, que tuvo sus primeras oficinas en Nueva York y más tarde se mudó a Cleveland, el hogar definitivo del rock eterno.
¿Quién ingresa al Salón de la Fama?
Ingresar al Salón de la Fama del Rock and Roll no es fácil. Para ser elegible, el artista o la banda debe haber lanzado su primer sencillo o álbum al menos 25 años antes del año de nominación. A partir de ahí, un comité compuesto por críticos, músicos, historiadores y miembros de la industria musical cada año vota por varios ganadores entre las decenas de nominados.
Por supuesto que siempre hay controversia. Algunos fans se indignan porque artistas que consideran fundamentales aún no han sido reconocidos, mientras que otros que parecen alejados del “rock puro” —por ejemplo, Madonna, Tupac Shakur y Whitney Houston— ya tienen su lugar. Esto ha generado un debate sobre si el Salón debería dejar de ser “del Rock and Roll” y, en lugar de eso, llamarse “de la música popular contemporánea”.
¿Qué hay dentro del Salón de la Fama?
Si alguna vez soñaste con ver una chaqueta de cuero de Elvis Presley, la guitarra Stratocaster de Jimi Hendrix o los cuadernos con letras escritas a mano por Kurt Cobain, éste es el lugar. El Salón de la Fama del Rock & Roll condensa más de medio siglo de historia del rock en objetos, instrumentos, documentos, fotos, videos y experiencias interactivas. Otras exhibiciones destacadas son: una guitarra Gibson ES-350T de Chuck Berry, el auto psicodélico de Janis Joplin, una batería de Ringo Starr y unos lentes oscuros de Bono. Además, una sección entera está dedicada a artistas femeninas pioneras como Aretha Franklin, Tina Turner y Joan Jett, y también hay exposiciones temporales dedicadas a movimientos o géneros específicos, desde el punk y el hip-hop hasta el grunge y la psicodelia.
Más que un museo, el Salón de la Fama es un archivo cultural y un documento histórico vivo. Preserva no sólo objetos materiales, sino también la narrativa de cómo el rock ha transformado la política, la moda, el lenguaje, las tendencias, las luchas sociales y, por supuesto, la música misma, desde la década de 1950 hasta hoy. Es también un lugar de homenaje: cada año, durante la ceremonia de inducción, se rinde tributo a artistas que dejaron una huella imborrable en la historia de la música; algunas de esos tributos han sido memorables, como cuando Prince tocó un solo épico durante el homenaje a George Harrison al interpretar “While My Guitar Gently Weeps”, o la ocasión en que Patti Smith recitó un poema para artistas aceptados que no estuvieron presentes.
Así, podemos tener bien claro que el Salón de la Fama del Rock and Roll no es sólo un recinto que tiene mucho de sagrado: es una actitud, una energía, una forma de romper esquemas y de cambiar el mundo a través del sonido.
