
El género de la ciencia ficción tiene un truco magistral: nos hace creer que el futuro es como una tienda departamental donde todo está a la venta. Y si bien es cierto que muchas tecnologías que hoy usamos tuvieron su origen en novelas, cuentos, cómics o películas futuristas —por ejemplo, el submarino de Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, las tablets inspiradas en las comunicaciones de la serie Star Trek o las videollamadas de 2001: Odisea del espacio—, también hay una larga lista de inventos que todos creímos que ya existirían en este 2025… y que aún brillan por su ausencia.
Hagamos un repaso, entre divertido y nostálgico, de algunas de esas grandes invenciones de la ciencia ficción que parecían viables, pero todavía no aterrizan, no despegan o que solo se materializaron en la imaginación colectiva.
El coche volador: tráfico aéreo garantizado
Los autos voladores son quizá la mayor deuda del futuro con nosotros. Desde cintas como Blade Runner (1982) hasta caricaturas como Los Supersónicos, la promesa era clara: dejar atrás los embotellamientos de las calles para surcar los cielos como si fueran avenidas azules. ¿La realidad? Estamos en 2025 y muchos seguimos atrapados en el tráfico de una supuesta vía rápida, mientras una app nos sugiere rutas imposibles.

Sí, existen prototipos: AeroMobil, Terrafugia o PAL-V han mostrado modelos que se pliegan y despegan como pequeños avioncitos. Pero el problema no es técnico, sino logístico; es decir: cómo controlar el tráfico aéreo si millones deciden despegar desde su cochera y cómo cerciorarse de que alguien pilotee un vehículo volador sin estrellarse, si apenas logra estacionar su auto en reversa. Pensándolo bien, el cielo sería un caos con accidentes en tres dimensiones.
Teletransportación: la promesa de Scotty
Un invento que parecería ideal para hacer la vida más fácil es la teletransportación, es decir la transferencia instantánea de materia de un lugar a otro, sin cruzar el espacio físico intermedio. La famosa serie de ciencia ficción Star Trek la popularizó junto con una frase mítica, “Beam me up, Scotty” —que, por cierto, el capitán Kirk nunca dijo—. La idea de desintegrarnos en un lado y mágicamente reaparecer en otro suena perfecta para una sociedad que odia perder tiempo; pero, siendo sensatos, faltan muchos avances científicos para que esto sea una realidad plausible, y más aún para que se convierta en algo cotidiano.
Colonias en la Luna y en Marte: la mudanza pendiente
En 2001: Odisea del espacio, Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke imaginaron estaciones espaciales con hoteles, restaurantes y música ambiental. En la década de 1960, la NASA prometía que para finales del siglo XX tendríamos bases permanentes en la Luna y que Marte sería el próximo barrio de moda. Hoy, cincuenta y cinco años después de la misión Apolo 11, no tenemos colonias en la Luna… ni mucho menos boletos para un viaje redondo al planeta rojo.

El traje de invisibilidad: la discreción imposible
Desde que H. G. Wells escribió El hombre invisible, la idea de desaparecer a voluntad ha sido un sueño recurrente. Hoy, científicos trabajan con metamateriales que “doblan” la luz alrededor de pequeños objetos, creando un efecto parcial de invisibilidad. Pero hablamos de clips, células y objetos microscópicos; la invisibilidad humana es un desafío que sigue siendo invencible.
Viajes en el tiempo: paradojas sin boleto
Desde hace siglos, numerosos escritores han imaginado la posibilidad de viajar hacia el pasado o hacia el futuro, y esta es la premisa de películas tan famosas como Volver al futuro (1984). Pero, si fueran reales, estos viajes temporales podrían crear paradojas irresolubles; por ejemplo: si vas al pasado y evitas que tus padres se conozcan, ¿qué pasaría contigo en el presente? La ciencia no ofrece respuestas claras; así que, mientras tanto, sigamos viajando en el tiempo de la única forma que conocemos: dejando que transcurra… y celebrando nuestros cumpleaños.
Hologramas: el fantasma tecnológico
Desde el mensaje de la princesa Leia pidiendo ayuda en Star Wars (1977) hasta las interfaces flotantes de Iron Man, la ciencia ficción lleva décadas prometiéndonos hologramas tridimensionales. Y aunque ya existen espectáculos con supuestos “hologramas” de artistas fallecidos como Maria Callas o Michael Jackson, lo cierto es que se trata de ilusiones ópticas que funcionan gracias a pantallas semitransparentes, por lo que el holograma real aún es una invención pendiente.

La telepatía: el superpoder que nunca fue
La telepatía —es decir, la habilidad de transmitir y recibir ideas, imágenes y palabras con sólo pensarlas— es otro de los grandes clásicos de la ciencia ficción. Pero en la realidad los neurocientíficos han logrado avances interesantes, pues actualmente existen interfaces cerebro-computadora que permiten mover prótesis robóticas con la mente o escribir frases en pantallas usando ondas cerebrales. Sin embargo, la capacidad de transferir pensamientos completos de persona a persona, con emociones y secretos incluidos… aún sigue siendo un sueño.
Exoesqueletos: de la fantasía a la realidad a medias
La idea de un traje biomecánico que multiplique nuestra fuerza, nos permita volar y nos haga casi indestructibles resulta sencillamente fascinante. Y en este sentido no nos encontramos tan lejos, pues ya hay exoesqueletos funcionales que asisten a personas con movilidad reducida al caminar y otros —similares al que usó Ripley en la película Aliens (1986)— permiten que trabajadores levanten grandes pesos sin lesionarse. Pero las armaduras futuristas que vimos en Matrix: Revolutions (2003) siguen siendo exclusivas de los videojuegos y las películas.
El futuro como promesa incumplida… pero inspiradora
El futuro nunca es como lo pintan y se comporta de forma extraña: avanza a saltos, a veces cumple y otras, se queda corto. En la actualidad, tenemos avances que nunca habríamos imaginado, como la inteligencia artificial, la edición genética o los telescopios espaciales que fotografían exoplanetas, pero carecemos de lo que nos parecía cotidiano en la TV y las películas: autos que vuelan, aparatos que nos vuelven invisibles, teletransportan o envían hologramas como si fueran SMS.
Lo importante es que estas promesas incumplidas siguen alimentando nuestra capacidad de soñar porque, al final, la ciencia ficción no se trata de predecir, sino de imaginar. Aunque aún no se hayan creado, estas invenciones ficticias abren la puerta a historias geniales y a divertidas conversaciones, convirtiéndose en una excusa perfecta para esperar un mañana que, aunque distinto al que alguna vez soñamos, siempre terminará sorprendiéndonos.
