
Antes de iniciar, este humilde sombrerero debe aclarar algo: llamamos “música clásica” a un conjunto de composiciones y estilos derivados del canon de la música culta europea, que abarca desde la “música antigua” de los siglos previos al Renacimiento hasta la “música contemporánea” que se produce actualmente, pasando por el Renacimiento, el barroco, el clasisismo —la verdadera música clásica—, el romanticismo, el expresionismo y otros estilos del siglo XX. A menudo se divide en: música de cámara, música sacra, música para orquesta y óperas.

Habiendo aclarado esto, entremos en materia. La idea central de este artículo es enumerar las diez piezas de música clásica más famosas y reconocibles por el público, incluso por quienes solamente acostumbran escuchar géneros populares. Algunas de ellas se han popularizado gracias a películas o cortos animados, y otras tienen un lugar en el imaginario porque forman parte de la “cultura general” de occidente. Se presentan en orden de popularidad y bajo el nombre con que se conocen en el imaginario colectivo. Empecemos…
La quinta de Beethoven
Sin lugar a dudas la sinfonía más reconocible en el mundo, aunque nos referimos específicamente a sus primeras cuatro notas —ta-ta-ta-taaan—, que poéticamente han sido descritas como “el destino llamando a la puerta”. Su nombre completo es Sinfonía n.º 5 en do menor, Op. 67; fue escrita por el genio de Bonn entre 1804 y 1808, y lo cierto es que más allá de su conocidísimo y vigoroso primer movimiento, Allegro con brio, es una obra bastante plácida y confortable que recomiendo escuchar en su totalidad —y si nos vamos a poner exquisitos, que sea con la Filarmónica de Berlín, dirigida por Herbert von Karajan:
La fuga de Bach
Su nombre completo es Tocata y fuga en re menor, BWV 565, y lo de “fuga” no es porque haya salido huyendo, sino porque en esa forma de construcción musical los motivos parecen estar persiguiéndose unos a otros. Se estima que Johann Sebastian Bach compuso alrededor de trescientas fugas, pero hay un detalle curioso: el principio de la obra que todo el mundo conoce no es la fuga, sino la tocata en re menor. Como sea, por su tono ominoso —así como por sus profundos y graves acordes de órgano—, desde los principios del cine esta pieza se ha usado para ambientar cintas de terror como Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1931) y El gato negro (1934), por lo que mucha gente la asocia con el conde Drácula, aunque nunca se haya usado en una cinta de vampiros. También es famosa por la secuencia animada de la película Fantasía (1940) de Walt Disney, en la que Leopold Stokowski dirige un arreglo orquestal de la misma.
El adagio de Albinoni
No sé en otros países, pero en México esta tristísima pieza del neobarroco se asociaba fuertemente a una serie de TV llamada Leyendas de México, en la que se presentaban historias macabras como la de la Llorona o Don Juan Manuel. Su nombre completo es larguísimo: Adagio en sol menor para cuerdas y órgano sobre dos temas y bajo cifrado de Tomaso Albinoni(Mi 26), y es sorprendente saber que en realidad no fue compuesta por este italiano en el siglo XVIII, sino que es una obra de 1945 del musicólogo Remo Giazzoto, quien estudiando la obra de Albinoni dio con el motivo principal y lo desarrolló en esta famosa pieza.
El canon de Pachelbel
Su nombre completo es: Canon y gigue en re menor para tres violines y bajo continuo P. 37, del alemán Johann Pachelbel —se pronuncia pájelbel—, quien la compuso a finales del siglo XVII, aunque se desconoce mucho de su historia. De hecho, durante siglos permaneció en el olvido, hasta que en 1968 un arreglo orquestal del francés Jean-François Palliard la popularizó nuevamente, por lo que —merced a multitud de grabaciones, versiones y adaptaciones— a finales del siglo XX era una pieza indispensable en recepciones, bodas y otros eventos formales en el mundo occidental. Aquí una versión con la instrumentación original:
La pequeña serenata nocturna de Mozart
En la memorable cinta Amadeus (1984), un amargado y envejecido Antonio Salieri pone a prueba a su confesor pidiéndole que identifique piezas suyas… hasta que toca esta alegre e inconfundible melodía, obra de su máximo competidor —al menos en la cinta y en la obra teatral de Peter Shaffer—: Wolfgang Amadeus Mozart. Originalmente en alemán es Eine kleine Nachtmusik, data de 1787 y su nombre oficial es Serenata No. 13 para cuerdas en sol mayor, K. 525. Esta obra fue publicada hasta 1827, años después de la muerte del compositor en 1791, y muy pronto se convirtió en su pieza más conocida.
El claro de luna de Beethoven
Esta pieza para piano me recuerda mis clases de música en la secundaria, cuando si “nos portábamos bien” el maestro nos premiaba interpretándola al piano. Oficialmente se llama Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor, Op. 27, ‘quasi una fantasia’; y fue escrita por Ludwig van Beethoven en 1801. Se trata de una obra melancólica que, aunque no se llama “Claro de luna”, en el siglo XIX el poeta alemán Ludwig Rellstab la comparó con el reflejo lunar en el lago de Lucerna, de donde tomó el mote con que hoy se le conoce en todo el mundo.
El claro de luna de Debussy
Aquí hablamos de otro claro de luna para piano, que en esta ocasión sí es el nombre oficial de la pieza: “Clair de lune”, tercer movimiento de la Suite bergamasque L. 75 del compositor francés Claude Debussy. El nombre se tomó del poema homónimo de Paul Verlaine y se trata de uno de los puntos más altos del Romanticismo en la música para piano. Por su aire expresivo y de profunda reflexión, ha sido usada en innumerables películas y hasta en sketches cómicos, a veces en su versión para piano, en arreglos para orquesta o en adaptaciones modernas con sintetizador, como las del reconocido Isao Tomita.
El himno a la alegría de Beethoven
Vamos por partes: lo que conocemos como Himno a la alegría —cuya letra incluso se nos enseña en la educación básica y ha sido interpretado hasta por roqueros como Miguel Ríos— es un poema escrito en 1785 por el alemán Friedrich Schiller, el cual fue empleado por Beethoven en el cuarto movimiento, Finale, de su Sinfonía n.º 9 en re menor, Op. 125, ‘Coral’, también conocida simplemente como “la novena”. El estribillo de la parte cantada ha sido usado con fines políticos por regímenes totalitarios como el Tercer Reich, en cintas como Naranja mecánica (1971), y hoy es el Himno de Unión Europea. Un dato curioso es que el compact disc o CD fue diseñado con capacidad de 74 minutos para que pudiera albergar a la novena sinfonía de Beethoven en su totalidad.
El vals de la bella durmiente de Tchaikovsky
Confieso que estuve tentado a incluir el ballet El cascanueces, Op. 71 en este conteo; pero creo que, aunque es más famoso, poca gente podría reconocerlo de nombre al escuchar alguna de sus partes. En cambio, quienes crecimos viendo los clásicos animados de Walt Disney recordaremos siempre a la princesa Aurora cantando aquello de: “Eres tú, mi príncipe azul que yo soñé…”, amén de que es uno de los valses clásicos en cualquier fiesta tradicional de XV años. Su nombre oficial es “Grande valse villageoise” o “The Garland Waltz” y se incluye en el primer acto del ballet La bella durmiente de Piotr Ilyich Tchaikovsky, que se estrenó en 1890 en San Petersburgo.
El barbero de Sevilla de Rossini
Llegamos al final de este recuento y no podía faltar una ópera, o al menos un fragmento de ella. En este caso no hablaremos de las arias más famosas de la obra más conocida de Giaoachino Rossini —por ejemplo “Una voce poco fa” o “Largo al factotum”—, sino de la overtura que, entre otros usos, ha servido para identificar programas de televisión; pero su inclusión más memorable —y por la que muchos supimos de ella a una tierna edad— tuvo lugar en el corto animado “El conejo de Sevilla” (1950), en el que Bugs Bunny huye de Elmer Gruñón y juntos terminan escenificando varias partes de la ópera. Aquí un fragmento:



