
Desde mi punto de vista —y, creo, del de lectores mucho más avezados que yo— es muy común que, al momento de escribir una obra de ficción, muchos autores incluyan aspectos autobiográficos o sucesos extraordinarios de los cuales tuvieron noticia. En otras palabras, además de la imaginación y la fantasía, las historias reales que los escritores vivieron o conocieron han sido una gran fuente de inspiración para narraciones que trascendieron su tiempo.
En esta ocasión, te presento cinco ejemplos de novelas cuya trama se construyó a partir de hechos que realmente ocurrieron y que los autores conocieron, investigaron o atestiguaron en algún momento de sus vidas.
Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley

Esta famosa novela, en la que el doctor Víctor Frankenstein logra dar vida a una criatura hecha con partes de diferentes cuerpos humanos, tiene su génesis en experimentos científicos reales, pues en el círculo de amigos de la autora se conocían bien los trabajos del italiano Luigi Galvani quien, al aplicar chispas eléctricas en los músculos de las patas de ranas muertas, descubrió que éstas se contraían, así como de su sobrino Giovanni Aldini, que en 1803 obtuvo resultados idénticos con el cadáver de George Forster, muerto en la horca. Esta incipiente idea sobre la posibilidad de “reanimar” a un muerto por medio de impulsos eléctricos se refleja claramente en la premisa de la novela.

Moby Dick (1851), de Herman Melville

En este clásico de la literatura, Ahab, capitán del barco ballenero Pequod, persigue sin cesar al cachalote blanco que lo mutiló durante una cacería, arrastrando a toda su tripulación hacia el abismo de su venganza. La narración se inspiró en el hundimiento de un barco real, el Essex, que en 1820zarpó de Nantucket, Massachusetts, y fue embestido y hundido en el Pacífico Sur por un enorme cachalote de unos 25 metros de largo y un peso de 80 toneladas.
El ataque tuvo lugar a 3700 kilómetros de las costas de América del Sur. La tripulación que sobrevivió estuvo a la deriva en lanchas durante más de un mes hasta que llegaron a la diminuta y deshabitada isla Henderson. Tres de los veinte náufragos decidieron quedarse ahí y el resto zarpó en busca de tierra firme; de los diecisiete, sólo cinco fueron rescatados en febrero de 1821 y, dos meses después, un barco de rescate fue enviado a la isla donde permanecían los otros. Dos años más tarde, en 1823, el capitán George Pollard Jr. también sobrevivió al hundimiento de otro ballenero, el Two Brothers. Tres décadas después, Melville viajó hasta la isla de Nantucket para entrevistar a este extraordinario hombre que, sin duda, sirvió como arquetipo para la figura del capitán Ahab.
Matar a un ruiseñor (1960), de Harper Lee

Este libro, que ha motivado a muchos estudiantes de Derecho, narra la lucha del abogado Atticus Finch por defender a su cliente, Tom Robinson, un hombre negro falsamente acusado de violar a una mujer blanca. La historia —que fue llevada al cine en 1962, con Gregory Peck en el papel principal— tiene paralelismos con la vida de la autora, pues su padre fue abogado y defendió a varias personas negras en su natal Alabama, entonces un estado marcado por el racismo. Además, el caso de Robinson se basa en el conocido incidente de los “Scottsboro Boys”, nueve jóvenes negros que, sin fundamento, fueron acusados de violar a dos mujeres blancas en Alabama.

El exorcista (1971), de William Peter Blatty

Creo que todos conocemos la escalofriante historia de la posesión demoniaca y el exorcismo de la niña Reagan McNeil, que fue llevada al cine por William Friedkin en 1973; lo que quizá no sepas es que Blatty tomó como base un caso de posesión registrado en 1949, en el estado de Maryland. El afectado fue un joven de 14 años, conocido en la prensa local con los pseudónimos de Robbie Mannheim y Roland Doe, quien tras intentar comunicarse a través de una ouija con su tía muerta comenzó a presentar síntomas extraños.
Según reportes de la época y el libro Possessed, de Thomas B. Allen, el joven fue primero examinado por su pastor, el luterano Lether Miles Schulze; después, varios sacerdotes jesuitas intentaron el exorcismo: Albert Hughes, quien realizó un primer ritual en el hospital jesuita de Georgetown y fue herido por Robbie con un trozo de madera; lo sustituyeron Raymond Bishop y William Bowden, quienes —asistidos por el joven sacerdote Walter Halloran, que después daría su testimonio al escritor Thomas B. Allen— lucharon contra el mal durante tres meses, hasta que los síntomas de posesión desaparecieron.
Las muertas (1977), de Jorge Ibargüengoitia

Esta novela mexicana describe la historia de las hermanas Baladro, que atraían a jovencitas con falsas promesas de trabajo para después encerrarlas en su burdel, explotarlas sexualmente y, en muchos casos, terminar con sus vidas y sepultarlas de forma clandestina; todo con la complicidad de la sociedad y de diversos niveles del gobierno. Para escribirla, el autor se basó en el caso de las hermanas González Valenzuela, “Las Poquianchis”,[1] quienes fueron halladas culpables de la explotación y muerte de casi cien mujeres en Purísima del Rincón, Guanajuato, entre 1945 y 1964. Las circunstancias fueron noveladas por Ibargüengoitia y descritas con su característico humor negro, como una velada crítica hacia la sociedad y la hipocresía en el uso del poder.


[1] Al parecer, éste era el apodo de un travesti al que las hermanas le compraron su primer antro y que era conocido como “La Poquianchi”.