
El cerebro es el centro de control para la toma de decisiones y el encargado de regular, a través de distintos procesos, todo lo que ocurre en nuestro cuerpo. Por ello, se destinan una gran cantidad de recursos para asegurar su buen funcionamiento: un cerebro adulto representa en promedio el 2% del peso corporal, pero requiere de aproximadamente el 15% de la irrigación sanguínea total. Sin embargo, la cantidad de estímulos a los que sometemos al cerebro en nuestros días se encuentra muy por encima de lo considerado normal en décadas anteriores debido a la incorporación de pantallas y medios digitales, tanto en nuestro trabajo como en la vida personal.
El ritmo de vida actual y la cultura productiva predominante nos hacen creer que debemos mantenernos ocupados y “aprovechar el tiempo que tenemos”, lo que se traduce en no dar descanso a nuestro cerebro. Si lo bombardeamos con estímulos de tipo auditivo, táctil o visual sin periodos de relajación frecuentes, lo más seguro es que terminemos por agotarnos mentalmente y obliguemos a nuestro cerebro a entrar en un estado de hiperestimulación constante que no resulta benéfico ni a corto ni a largo plazo.
¿Te ha pasado que vas conduciendo y, para concentrarte, necesitas bajar el volumen de la música? Más allá del chiste, esto tiene sentido, pues procesar la música que estás escuchando mientras intentas poner atención en el camino, la destreza física para manejar, la gestión de pensamientos y la toma de decisiones requieren de un porcentaje considerable de nuestra capacidad cognitiva de procesamiento.
Algo que hago de manera frecuente —y estoy segura de no ser la única— es escuchar un podcast o ver una película mientras estoy revisando mi bandeja de correo electrónico, a la vez que planeo el resto de mis actividades del día, platico con mi pareja, juego con mis gatos y además estoy pendiente del teléfono por si llega alguna notificación de mis redes sociales o chats de Whatsapp. Físicamente no parece un gran desafío hacer todo eso a la vez, pero si ese es mi patrón en el resto de actividades del día, mi cerebro terminará por agotarse.

El multitasking, o multitarea, también forma parte del problema de hiperestimulación. La alternancia de atención entre cada tarea, aunque se trate sólo de unos segundos o minutos, tiene un costo energético para nuestro cerebro, pues necesita reconfigurar la atención y el procesamiento de la información para adaptarse a cada tarea. Si hacer esto es nuestro estándar no sólo dentro de la jornada laboral, sino también en la vida personal, el desgaste al que sometemos a nuestro cerebro será mayor. Ni hablar si no tenemos los periodos de descanso requeridos para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y cerebro.
El cerebro es un órgano asombroso y funciona veinticuatro siete, incluso mientras estamos durmiendo, pero eso no evita que se fatigue si se encuentra en un estado de hiperestimulación constante. Algunas de las consecuencias que esto puede tener son la disminución de nuestra capacidad cognitiva: menor capacidad de concentración, disminución de la retención de información y consolidación de recuerdos, dificultad para procesar y entender nueva información, dolor de cabeza, cambios de humor y un detrimento en nuestro desempeño en todo tipo de actividades que requieran de destreza mental.
Para prevenir la fatiga es imprescindible incorporar periodos de relajación dentro de nuestras rutinas. Al reconocer que hay trabajos que implican una mayor demanda mental y estrés que otros, ninguno debería estar exento de su periodo de descanso correspondiente. Si quieres realizar algunas actividades que favorezcan la relajación y el descanso mental, te recomiendo incorporar sesiones de meditación tan frecuentemente como consideres necesario. No necesitan ser sesiones extensas, con un par de minutos puedes conseguir resultados positivos para tu bienestar cognitivo. En caso de que tu ambiente de trabajo no sea el ideal para su incorporación, puedes realizarlas tras despertar o antes de dormir.

La mejor técnica de relajación será aquella que puedas realizar sin que esto demande un cambio radical en tus actividades. Puede consistir en una sesión de música que consideres relajante, en una caminata libre de redes sociales o tecnología, o en un lapso de reflexión para procesar los eventos cotidianos. También puedes leer un libro, pintar o dedicarle tiempo a cualquier actividad creativa, lo importante es que dichos pasatiempos te resulten placenteros.
Una alternativa más es hacer ejercicio físico o practicar la respiración profunda, así como llevar a cabo técnicas de relajación muscular progresiva. Es importante mencionar que estas actividades deben realizarse a conciencia, con la intención de estar presente mentalmente y de darle un descanso a nuestro cerebro de todos los estímulos sensoriales a los que lo sometemos el resto del día. ¿Qué harás para relajar tu mente hoy?
