Creatividad en las relaciones amorosas

Creatividad en las relaciones amorosas
Franz De Paula

Franz De Paula

Creatividad

No podemos resolver problemas usando el mismo tipo
de pensamiento que usamos cuando los creamos.

Albert Einstein

La creatividad humana adopta muchas formas, y ser creativo no sólo significa pintar, bailar o escribir bien. No tienes que ser poeta o cineasta, o trabajar en una agencia de publicidad para ser creativo. La creatividad es una forma de pensar y, luego, de vivir. Es un estado mental que destilas con tu actitud.

Resulta indiscutible que la creatividad es una habilidad clave en las relaciones humanas, que está ahí cuando construyes una mejor relación, no importa si es con alguien más o contigo mismo.

Los humanos tenemos la tendencia de percibir al mundo casi siempre de la misma forma, y a no cuestionarnos si lo que creemos que sabemos sobre él es cierto, simplemente porque lo damos por sentado. Y más allá: nuestras acciones son impulsadas por esas creencias, que a veces son equivocadas. En la creatividad y en las relaciones, las conjeturas son dañinas: ¡qué diferente sería el mundo si lo cuestionáramos con frecuencia e hiciéramos algo congruente al respecto!

Por eso, siempre cae bien ver las cosas de una forma diferente. Y lo que sucede, visto desde un ángulo creativo, es que en una relación no sólo existen dos puntos de vista, el tuyo y el mío, sino varios más. La creatividad se presenta en el modo como reaccionamos al entorno, pues es en nuestra cabeza donde armamos la paleta mental de colores y con ella pintamos el cuadro que vemos.

Los eventos que nos suceden y las personas con las que nos cruzamos a diario son esos colores. No tienen el significado que queremos darles, ni tendrían por qué actuar como esperarías; son sólo eso: eventos y gente. El azul es azul, no tendría por qué decepcionarte si quieres convencerlo de convertirse en rojo; de igual modo, el mundo no funciona como te gustaría, funciona como es.

Si no te gusta el cuadro de la relación en la que estás —amorosa, familiar, profesional, laboral o amistosa—, haz cambios. Modifica la combinación de los colores. Obsérvala desde un ángulo distinto. Añade ideas que no habías pensado. Exprésalas. Una conversación nunca acaba cuando incluye ideas nuevas. En realidad, una buena relación es siempre trabajo creativo en progreso.

Aun así, nada de lo anterior garantiza que esa relación en la que estás dure el tiempo que te gustaría. Todo puede suceder, el mundo funciona a partir de esa premisa y no con el “para siempre”. Pero no creas lo que te estoy diciendo, ni lo que te diga nadie: si sientes curiosidad, ve y averígualo.

El que una relación no dure el tiempo que habías imaginado —y no tendría por qué ser así— no significa que no hayas aprendido algo de ella, o que no la hayas disfrutado en su momento. Es algo así como inclinarse al beneficio y no al daño. Todo sirve, todo resulta útil porque tú lo transformas.

Hasta cierto punto, todo es percepción y todo es relativo. Todo lo que oyes es una opinión, no un hecho. Todo lo que ves es una perspectiva, no la única verdad. Así, nunca existen solamente dos lados de una historia, sino un sinfín de aristas de ella. Y ese infinito contiene universos burbujeando en posibilidades, todo tipo de realidades, estrellas en ebullición y hoyos negros.

Todo cambia, todo acaba. Esperar la eternidad o la perfección en algo o alguien es una tarea irracional, porque nada ni nadie lo es. Por eso, en una relación es una mejor idea —una mucho más creativa quizá— enfocarse más en lo que compartes con la otra persona. Y si te fijas en las diferencias, mejor que sea para abrazarlas.

Ante el fin de una relación, la que sea, a todos nos conviene más adoptar la sensación de ganancia que la de pérdida. Enfocarnos en lo auténtico. Lo auténtico es real, pues la autenticidad es transparencia. En lugar de fingir y ocultar, te muestras y te descubres. Es lo opuesto a la mentira y a la manipulación.

Lo auténtico es raro. Y todos somos raros. La realidad es que ninguno de nosotros es una compañía fácil. Todos padecemos alguna locura. Y, además, estamos neurológicamente diseñados para pensar en exceso y ser dramáticos.

Así que la siguiente vez que encuentres a alguien con quien te guste compartirte, a quien le interese entenderte, que te inspire o te nutra, que quiera compartir contigo lo que ama y tenga un genuino deseo por compartir contigo su tiempo —que es lo más valioso, porque es lo único que realmente tenemos—, entonces no permitas que la misma basura que suele nublar tu criterio, como tu orgullo o tu ego, lo eche a perder. Sólo comparte. Esta es la traducción concreta de ese concepto inerte y desgastado al que el mundo llama amor.

Compartir las cosas que nos hacen felices nos da felicidad. Nos hace amar. El tiempo que dure, no importa. La vida es un parpadeo, de cualquier forma. Eres el tiempo que te queda. Por eso, camina por tu vida teniendo una sola directriz individual en mente, como tu mejor brújula: si te hace feliz, hazlo. Todo un universo vendrá por añadidura.

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