¿Debemos juzgar una obra por las creencias personales de su autor?

¿Debemos juzgar una obra por las creencias personales de su autor?
Fabio Cupul Magaña

Fabio Cupul Magaña

Inspiración

Juzgar es una actividad que involucra la percepción sensorial y una argumentación racional sobre un objeto, suceso o sujeto, para emitir una opinión libre de los efectos de la voluntad o el capricho personal. [1]  Así, los buenos jueces trabajan con conceptos precisos y definidos, y resuelven problemas prácticos a partir de éstos y sin que intervengan sus sentimientos personales, la moralidad o eficiencia. [2

Aunque esta definición de juzgar corresponde el campo de la jurisprudencia, me parece pertinente para responder la pregunta planteada en el título… y hasta para la vida personal, pues —como menciona el escritor Pablo Boullosa— “el vicio de emitir nuestra opinión antes de haber analizado y hecho un esfuerzo por comprender es alarmantemente frecuente. Y tentador”. Así, la respuesta a este cuestionamiento es “No”: aquí lo importante es la obra, no el autor.

Además, como dijo el escritor Rafael Pérez Gay, “quizás leer una novela sea como vivir otra vida; una muy distinta a la que usted tiene, ni mejor ni peor, simplemente diferente”. Así, al juzgar una obra y descartarla por algún aspecto criticable del autor, nos privamos de emociones y de experiencias ajenas que pueden ser no sólo útiles, sino imprescindibles para ciertos desempeños.

Si fuera correcto juzgar una obra por las creencias o la vida personal de su autor, muchos no dudarían en llevar a la hoguera la saga completa de novelas de Harry Potter, debido a las declaraciones que el 6 de junio de 2020 hizo desde su cuenta de Twitter su autora, la inglesa J. K. Rowling, en las que puso en tela de juicio la identidad de género de las mujeres transexuales. [3

La escritora inglesa J. K. Rowling

J. K. Rowling

Rowling sostiene que las personas transgénero están confundidas o equivocadas sobre su identidad sexual, y por ello se le ha acusado de transfobia, que podría resumirse como el odio, la intolerancia o el menosprecio hacia las diversas maneras en las que el género y el sexo biológico se relacionan.

Para muchos, dicha opinión sólo refleja su ignorancia sobre el tema; sin embargo, al valorarla objetivamente, ésta debe ser rechazada por falsa, amén de que hay que considerar que estos juicios son dolorosos y hasta peligrosos para las personas que aún se encuentran explorando su identidad de género. Por estas razones, muchos lectores y fanáticas se han alejado de Rowling y sus libros, y han motivado a otros a que rechacen o hasta que censuren su obra.

A pesar de lo anterior, los hechos de la vida de un autor no deben intervenir en el disfrute de su obra ni cancelar la oportunidad de conocerla. Pero también es ingenuo pensar que es posible desprenderse de la impresión que tenemos de un artista a la hora de enfrentarnos a sus trabajos. Por ello, el argentino César Aira recomienda “apreciar una obra de forma incompleta”; esto es, sin la presencia del artista.

Por su parte, a la cuestión de si se puede ser un gran artista o escritor siendo, a la vez, un fascista, el crítico literario Patricio Pron responde: “Tendemos a juzgar las obras de arte por la moral de sus autores, pero sería empobrecedor a la larga porque nos perderíamos de buena parte de la literatura del siglo XX. Ese criterio nos obligaría a leer sólo a autores con los que simpatizamos políticamente, aunque quizá no sean buenos”.

El escritor peruano Jerónimo Pimentel añade que en nuestra época abundan los ejemplos de sanciones a artistas por conductas pasadas que son juzgadas con valores morales presentes, en un gesto antihistórico pero apetitoso para los profesionales de la indignación. El castigo, si alguien fuera capaz de cumplir aquello que exige, sería terrible: no podríamos leer al poeta francés Arthur Rimbaud por esclavista, ni al poeta Ezra Pound por antisemita o a William Burroughs por asesino.

Pablo Neruda

Pablo Neruda

Continúa Pimentel: descartar por castrista a Gabriel García Márquez o a Pablo Neruda por escribir odas a Stalin solo puede acarrear tristeza; así, quedarnos con el escándalo moral en detrimento del talento probado pareciera ser la opción de un sádico o de un tonto. Eso sí, no olvidemos que todo lo que se escribe y se publica, prácticamente se entrega al juicio; sin embargo, lo íntimo, lo privado del autor resulta irrelevante para la apreciación estética de su obra.

Seremos desgraciados si juzgamos a un autor por su obra o vida personal, pues nos perderíamos de “la sabiduría que está en sus libros”, como diría Harold Bloom. Finalmente, los artistas o autores no deben dictar la moral de quienes los admiran, pero tampoco deben redimirse por sus acciones humanas en nombre de su talento.

Cierre artículo

[1] Peña-Luño, A.E., “¿Qué significa juzgar?”, Cuadernos de Filosofía del Derecho.

[2] Jakab, A., “¿Qué caracteriza a un buen jurista? ¿Era Magnaud un buen juez?”, Iuris Dictio.

[3] “People who menstruate.’ I’m sure there used to be a word for those people. Someone help me out. Wumben? Wimpund? Woomud?”; que traducido libremente diría algo como: “Gente que menstrúa: estoy segura de que solía haber una palabra para esa gente. Alguien que me ayude…”.

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