
El 2 de julio de 1937, Amelia Earhart despegó desde Papúa Nueva Guinea en lo que iba a ser el penúltimo trayecto en su intento por dar la vuelta al mundo, pero no pudo completarlo: la última noticia que se tuvo de ella fue una transmisión de radio en la que decía estarse quedando sin combustible; después, sólo silencio. ¿Cómo fue posible que una aviadora experimentada como ella terminara perdida sin dejar rastro en el Océano Pacífico?…
Amelia Mary Earhart nació en Atchinson, Kansas, el 24 de julio de 1897. Fueunaniña atrevida, a la vez que reservada, que no temía a los “juegos de niños” y que no tenía muchos amigos. Era cercana a su padre, quien le enseñó a usar un rifle y, en 1920, estuvo con ella la primera vez que se subió a un avión; después de esa experiencia, Amelia decidió que quería hacer eso el resto de su vida. En la época, habría sido común que su familia se opusiera, pero sus padres la apoyaron en todo.

Así, echando mano de ahorros y una inversión de su madre, Amelia pudo comprar su primera aeronave: un biplano Kinner Airster de segunda mano; pero, por motivos económicos, tuvo que dejar la aviación unos años. Sin embargo, en 1927, Charles Lindbergh logró cruzar el Atlántico viajando de Nueva York a París, en un vuelo de más de 33 horas. Inspirada por él, Amelia volvió a volar.
En 1928, Amelia conoció a George Palmer Putnam, un acaudalado escritor, editor y periodista estadounidense que publicaba libros de aventuras y había sido responsable de We, el libro autobiográfico de 1927 donde Lindbergh narraba su hazaña y que había sido un éxito de ventas. De inmediato, Putnam vio en Amelia a su próxima estrella… y, con el tiempo, terminó casándose con ella.
En 1928 Putnam animó a Amelia a convertirse en “la primera mujer en cruzar el Atlántico”. Él usó justamente esas palabras para impactar a la prensa, aunque Amelia en realidad había sido una pasajera, no había piloteado y por eso estaba disgustada por cómo se habían presentado los hechos. No obstante, Putnam continuó vendiendo a Earhart como la mejor mujer aviadora del mundo.

Amelia Earhart y George Palmer Putnam.
Pero para Amelia ir como pasajera no era suficiente; por eso, en 1932 finalmente logró cruzar el Atlántico en solitario. El plan era llegar a París como Lindbergh, pero en su lugar aterrizó en Irlanda. El detalle fue minúsculo considerando que el reto era cruzar el Atlántico: así fue cómo, ahora sí, se convirtió en la primera mujer en completar dicho trayecto transcontinental.
Después de este logro, Amelia siguió imponiéndose retos y logró varias marcas personales con las que Putnam siguió alimentando su leyenda. A la larga, los vuelos cruzando los Estados Unidos de costa a costa, o yendo de Nueva York a la Ciudad de México, no fueron suficientes: ella quería dar la vuelta al mundo por el diámetro más ancho de la Tierra, lo más cercano posible al Ecuador. Se hizo de un avión Lockheed Electra 10E y partió el 21 de mayo de 1937, al lado de Fred Noonan.
Amelia y Noonan recorrieron parte de Sudamérica, África y Asia. En cada parada cargaban gasolina y daban mantenimiento al avión. El 29 de junio de 1937, Amelia aterrizó en Lae, Papúa Nueva Guinea: había recorrido más de 35 mil kilómetros y le restaban 11 mil 265 más por volar. Esa era la parte más peligrosa del viaje, pues debían cruzar el Pacífico; tenían programado parar en la isla de Howland, donde el buque estadounidense Itasca estaría guiándolos por radio.

Hasta ese momento, Noonan había usado las estrellas para orientarse y Amelia no era una experta en transmisiones de radio; además, hubo mal clima y la comunicación con el Itasca fue accidentada, de modo que Amelia no pudo escuchar lo que le decían desde el navío. A las 19:30 horas, se escuchó a Amelia decir: “Debemos de estar encima de ustedes, pero no los vemos. El combustible se está agotando”. Su última posición conocida fue sobre la isla Nukumanu.
Después de una extensa e infructuosa expedición de búsqueda y rescate, Amelia fue declarada muerta in absentia. Tras su desaparición, sugieron muchas teorías conspirativas: ¿en realidad era un espía?, ¿la habían derribado los japoneses?, ¿se había escapado con Noonan y vivían en Nukumanu?, ¿regresó a Nueva York bajo el nombre de Irene Bolam? La gente simplemente no quería creer que Amelia se hubiera estrellado y había muerto ahogada en el océano.
El último viaje de Amelia podría verse como una historia de fracaso, pero nada más alejado de la verdad. Ella misma, en la última carta a Putnam, escribió: “Las mujeres deben intentar hacer cosas, así como lo han hecho los hombres. Cuando fracasen, su fracaso no debe de ser más que un reto para otros”. Y el vuelo inconcluso de Amelia alrededor del mundo fue exactamente eso: un reto para otros, aunque alguien debía de ser quien hiciera el primer intento.

Cuando la aviación estaba en pañales, se necesitaron las vidas de muchos hombres y mujeres para que llegara a ser lo que es el día de hoy. Amelia sabía que todos sus vuelos y las rutas que utilizara serían su legado para el futuro de la aviación, e incluso más allá: se trató de una mujer que tomó algo que en su tiempo era visto como exclusivamente masculino y lo hizo suyo. La de Amelia, más que una historia de misterio, es la de un modelo de valentía y superación.
