En el teatro de las antiguas Grecia y Roma existía un recurso llamado Deus ex machina —locución latina que significa “el dios que baja de la máquina”— que se refiere a la entrada del personaje de un dios desde fuera del escenario y de la lógica interna de la obra, el cual se presenta para dar solución a la trama; así, los protagonistas que un momento atrás estaban atrapados en un problema sin salida, de pronto son salvados por intervención divina y alcanzan un final feliz.
Soy sincero al confesar que, más de una vez, el autor de este artículo ha pasado por situaciones aparentemente insalvables y, de pronto, por prodigios equiparables a un Deus ex machina, he salvado el día y regresado sano y salvo al campo de juego. Es mi naturaleza creer en milagros; pero también creo que, en muchas otras ocasiones, los enredos surgen de malas decisiones que nos hacen aprender a la mala.
“Todo pasa por algo” es una frase popular muy vieja —quien escribe está cerca de los cincuenta años, y ya sus abuelos se la decían— y con una connotación positiva. Para mí, significa que incluso en las peores circunstancias se está preparando una especie de mediación divina, la cual en el momento justo solucionará la enmarañada madeja de tu vida. Pero, en mi experiencia, esto casi nunca sucede; ¡vaya!, hasta el Talmud dicta que “no se debe confiar en que acontezcan milagros”.
Hace algunos años, tachonada en el muro de una casa, releí la dichosa frase, pero con una conclusión que yo desconocía y que, como primera reacción, me provocó una gran carcajada:
TODO PASA POR ALGO…
PORQUE ERES MUY TONTO, POR EJEMPLO
Este remate insospechado, que después de hacerme reír me dejó pensativo y hasta un poco preocupado, libra a la tradicional frase de su carga divina y la coloca bajo una luz más terrena: todo pasa por algo, en efecto; pero muchas veces se trata de una simple consecuencia de tus decisiones.
Reflexionando sobre esto, me di cuenta de que muchos de los problemas de las personas se derivan de que viven y se mueven por inercia: transitan sus vidas siguiendo irreflexivamente el sendero marcado por las tradiciones religiosas, políticas o sociales, o bien, por los pensamientos de moda y los dictados de las redes sociales, los medios y la publicidad. Gente desesperada, en busca de no sabe qué, topándose entre sí por azar, mecánicamente acomodando circunstancias sin razón o propósito; y en medio de esa carrera desenfrenada, buscan soluciones inmediatas y milagrosas para que los tristes reveses de su andar inconsciente se justifiquen con un llano “Todo pasa por algo”.
Si a un niño pequeño tratas de convencerlo de vacunarse diciéndole que es benéfico y que lo protegerá incluso de la muerte, puedo asegurarte que aunque tengas razón te toparás con una pared pues, para un pequeño, la inmediatez del dolor de la aguja es mucho más real que la vaga promesa de salud y una vida larga. Lo alarmante de todo esto es que muchos adultos nunca superaron esa idea infantil de que todo lo que da placer es bueno y todo lo que provoca dolor es malo, cuando lo cierto es que lo que realmente vale la pena casi siempre implica molestias y sacrificios.
Admito que, en lo personal, sí creo que existe una trama, un propósito, un destino o una razón de ser para cada uno de nosotros —aunque dudo que sean como un guion cinematográfico inamovible—, por lo que para mí el enunciado “Todo pasa por algo” posee una naturaleza mística; sin embargo, también creo que este misticismo sólo puede adoptarse actuando con plena responsabilidad y honestidad, observándose imparcialmente y reconociendo por igual nuestros errores y aciertos.
En la Grecia clásica, el Oráculo de Delfos era un santuario donde se podía consultar a los dioses, en cuya entrada se leía la inscripción “Conócete a ti mismo”. En mi muy particular interpretación, ésta significa: “Descubre quién eres; conoce tus pensamientos y sentimientos, cuáles de éstos son realmente tuyos y cuáles heredaste de tus padres, de tu sociedad o de tu cultura; averigua si realmente estás buscando algo por propia voluntad o si sólo te mueven tus heridas, tus prejuicios o la moda actual. Entonces, cuando realmente te conozcas a ti mismo y sepas quién realmente eres, ¡ya no necesitarás venir a consultar a los dioses!”
En resumen, pienso que la frase “Todo pasa por algo” adquiere su verdadero significado sólo si uno se conoce a profundidad; entonces, esa trillada sentencia pasa de ser un justificante infantil a una alentadora certeza…