
Desde el caso del mismo Gutemberg, cuya famosa Biblia se considera por algunos como un excelente primer ejemplo, la autopublicación ha sido una alternativa válida para algunos escritores que desean llevar sus obras a los lectores sin pasar por todas las personas o entidades implicadas en el proceso tradicional, principalmente encarnadas por un agente literario, un editor y un distribuidor.
Esto no quiere decir que las etapas involucradas desde la escritura de un texto hasta su aparición en una librería para su venta desaparezcan: habrá que pasar por todas ellas, sólo hay que decidir si los encargados de ocuparse de ello seremos nosotros mismos o recurriremos a alguien para que nos ayude.
Una breve búsqueda en internet menciona autores reconocidos que eligieron la autopublicación o, incluso, se convirtieron en impresores, como Jane Austen, Emily Dickinson, Nathaniel Hawthorne, Marcel Proust, Virginia Woolf y, el caso más reciente y de gran éxito, el de E.L. James con su novela “Cincuenta sombras de Grey”, que se publicó primero en línea como una fan-fiction de “Crepúsculo” y que, posteriormente, fue vendida como e-book e impresa on-demand.
Si me permiten, durante el presente artículo recorreré con ustedes el camino, esperando en cada etapa darles una idea de lo que representa, y sugerirles sobre lo que habría que hacer para poder superar cada una.
Lo primero es escribir, y hay que hacerlo bien.

Aunque la responsabilidad de escribir es sólo del autor, la corrección ortográfica y de estilo puede asumirla él mismo o encargar estas tareas a alguien más. Dicha persona, más si es un profesional —es decir, si se dedica a ello—, asegura una mirada imparcial que puede ayudarnos desde el principio a “poner los pies en la tierra”: hará por nosotros las veces de agente literario y editor, quienes tradicionalmente fungen como filtros que detienen los textos que consideran sin futuro comercial o de poca o nula calidad o interés para los posibles lectores. Por lo anterior, les recomiendo que este trabajo sea hecho por un tercero.
¿Cómo deseamos nuestro libro?

Hay que imaginar cómo será físicamente el libro y hacer las cosas de forma que el resultado sea el deseado. Ver cómo acomodar el texto en una página, la fuente o fuentes a utilizar, su color y tamaño, la paginación, el índice, el diseño de portada y contraportada, etc., es algo que hacen uno o más expertos en realizar estas tareas y en los respectivos programas especializados que necesitarán. Ahora bien, si tenemos los conocimientos necesarios podríamos realizar todo nosotros; se pueden trabajar estos aspectos en forma básica uniendo las capacidades de un buen procesador de textos o, mejor, directamente de autoedición, y un programa de manejo de gráficos —de los cuales se pueden encontrar versiones gratuitas como LibreOffice [1] , Scribus [2] y GIMP [3] , respectivamente.
De aquí al papel

Es buena idea investigar sobre los precios de impresión, que serán más económicos por ejemplar en cuanto más de ellos solicitemos. La alternativa es hacer nosotros la impresión; basta contar con una buena impresora y tinta suficiente.
¿Y quién lo va a armar?

Una vez impreso el libro hay que encuadernarlo. Los editores tienen normalmente quien haga el trabajo de corte y doblado del papel, su costura o pegado y, finalmente, su encuadernación. Si uno asume el papel, puede tanto llevarlo a un encuadernador como hacerlo personalmente. Para ello podemos valernos de infinidad de tutoriales sobre distintas técnicas de encuadernación que se pueden consultar en Internet.
Ya está en papel. ¿Y ahora?
Ah, esa última tarea titánica. Tradicionalmente, el editor se encarga de conseguir los contactos necesarios —o utilizar los que ya tiene— en las librerías, tiendas o centros comerciales donde se pretenda vender el libro para, posteriormente, hacerles llegar las copias que le soliciten del mismo. A este trabajo se le llama distribución y no es algo fácil de lograr para un particular, ya que puede implicar poseer medios para transportar los ejemplares en forma eficiente o, por lo menos, los recursos económicos para encargar el trabajo a una empresa que se dedique a ello. Justo por lo que implica esta etapa es que muchas publicaciones no se venden, permanecen poco tiempo en circulación y, por consiguiente, rara vez —o nunca— llegan a manos de algún lector.
Y esto… ¿hay forma de “evitarlo”?
De alguna manera, sí: convirtiendo al objeto-libro en un producto 100% digital, que es más fácil de distribuir. Utilizando el software adecuado —uno muy bueno y gratuito, que ofrece no sólo la conversión de un archivo de Microsoft© Word a múltiples formatos populares ocupados para la creación de e-books sino también un poderoso sistema para administrarlos, es Calibre [4] —, es fácil crear versiones de prácticamente cualquier libro listas para ser distribuidas [5] y leídas en diferentes dispositivos, ya sea una computadora, un lector de libros digital [6] o incluso un teléfono celular.
Una última recomendación
Es verdad que podríamos hacer el intento de hacer todo nosotros mismos, pero el gran problema que tendríamos si no buscamos un buen equilibrio es, al parecer, poco obvio y, sin embargo, donde muchos escritores que eligen la autopublicación terminan tirando la toalla: el tiempo que tendrán que dedicar para diseñar, publicitar, distribuir, administrar ventas, atender envíos, facturar y muchas otras actividades más, se lo quitarán a su tarea primordial, que es escribir. Ustedes deciden.

[1] LibreOffice es una excelente suite de oficina gratuita equivalente a Microsoft© Office. Puedes descargarlo aquí.
[2] Completo y profesional, Scribus es un programa de autoedición. Puedes descargarlo aquí.
[3] GIMP es un programa gratuito de manipulación de imágenes con capacidades comparables a las de Adobe© Photoshop. Lo puedes descargar aquí.
[4] Calibre es un programa para generar, leer y administrar e-books en una gran variedad de formatos. Puedes descargarlo gratis aquí.
[5] El autor puede decidir cómo distribuir y comercializar su obra, por ejemplo mediante venta directa al cliente utilizando medios como PayPal, o confiando la distribución digital a servicios como el mismo Amazon, Mercado Libre, etc.
[6] El ejemplo clásico es el lector de libros electrónicos Kindle de Amazon, que lee archivos en formato MOBI. Pero también existen aplicaciones para tabletas o teléfonos celulares que leen diferentes formatos de e-book, sea el mismo MOBI o uno de los más populares: el formato EPUB. Ambos formatos permiten al lector “hojear” el texto en su dispositivo como si fuera un libro, colocar marcas para regresar a donde se dejó la lectura, modificar el tamaño del texto y elegir el color y contraste más amigables a la vista e, incluso, agregar comentarios o notas a frases o párrafos.