La creatividad requiere el valor de dejar ir las certezas.
Erich Fromm
Comencemos por el verdadero principio: si crees que algunas personas nacen siendo creativas y que tú no eres una de ellas, desde ahora puedo sacarte de tu error: esa idea es una mentira, una creencia infundada, no es cierta. Lo que sí es real es que algunos cultivan su creatividad más que otros y, por lógica, tienen más desarrollada esa aptitud. Es como cuando alguien hace ejercicio: si lo practica a diario y con dedicación, muy pronto los resultados empiezan a ser notorios.
La creatividad no es un don, sino una habilidad aprendida, quizá la más importante de todas. Como cualquier otra capacidad, dominarla exige constancia y esfuerzo. Por ello, si quieres ser una persona más creativa, tienes que dedicarte todos los días a entrenar tu mente y a desplegarla nutriéndola con pensamientos frescos. Lo difícil llega cuando, sin darte cuenta, repites hábitos, patrones de conducta y de pensamiento que asfixian tu inventiva y pueden ser los peores asesinos de tu creatividad. Aquí mencionaré algunos de ellos:
Perfeccionismo. Este hábito pasa por virtud, pero también suele ser un vicio. No sólo puede retrasar la cristalización del proyecto en el que estás trabajando, sino también desviarte del camino, distraerte, hacerte dar marcha atrás y, como nunca es suficiente, evita que lo termines. Buscamos ser perfectos porque así evitamos o reducimos la crítica, el dolor, la culpa y la vergüenza, o eso creemos. Equivocarse da miedo, pero quien no se equivoca no descubre, no aprende, no progresa. La puerta de entrada al proceso creativo se abre sólo si estamos dispuestos a cometer errores y, así, descubrir nuevos caminos.
Juicio prematuro. La creatividad es como un juego en el cual está permitida la generación de nuevas ideas, tuyas o ajenas, pero no debes juzgarlas. Esa es la única regla. La razón es simple: el juicio de los demás es bueno sólo si es oportuno y brinda retroalimentación constructiva, y tu propio juicio fácilmente puede convertirse en un tirano represor si te permites ejercerlo antes de tiempo. Por eso, hay que dejar fluir los pensamientos sin interrupción ni etiquetas, pues las grandes ideas que mejoraron al mundo al principio parecían insensatas; a su debido tiempo, podrás observarlas de cerca, perfeccionarlas y elegir la mejor de ellas.
Miedo. Si el riesgo te inquieta difícilmente saldrás de las rutas convencionales, pues ser creativo implica sobreponerte al miedo y aventurarte a tomar el camino menos transitado. Piensa que quizá detrás de eso que te atemoriza existe algo extraordinario para ti; si te lo planteas así, cuando se trate de asuntos creativos te animarás a hacer justo lo contrario de lo que el miedo te diga. Una mente creativa es intrépida y resuelta, y los placeres son, en realidad, miedos superados.
Comparación con los demás. La comparación es una ladrona del poder creativo y de la diversidad de la vida, un veneno con una premisa totalmente absurda, pues nadie más ha estado en tu cerebro ni en tu vida, que es de donde proviene el contenido original que puedes ofrecer al mundo. Estás en tu única categoría, eres el campeón de tu clase y por eso no puedes competir con nadie. En lo único que todos somos iguales es en nuestro derecho a ser diferentes.
Falta de confianza. Todos somos humanos y es normal que el ánimo decaiga cuando nuestra vulnerabilidad queda expuesta y somos conscientes de nuestra fragilidad. En la cúspide de la confianza, podemos ser magnificentes, crear majestuosas obras de arte, atisbar los límites del cosmos, o construir máquinas, templos y ciudades espectaculares; pero basta con una bofetada de la vida para que caiga la arrogancia y nos demos cuenta de lo pequeños e inseguros que somos. Así se siente estar vivo; pero eso, lejos de ser motivo de vergüenza, nos une como la labor solidaria tras una catástrofe. Traduce eso en tu labor creativa y los resultados serán notables.
Aferramiento. Despídete de los recuerdos, personas y objetos que son nocivos para ti. Cargar con el peso extra de la dependencia, el rencor o la culpa no tiene sentido ni resulta en nada bueno. Dejar ir es difícil porque implica soltar algo a lo que le das mucho valor, pero sabes que te hace daño. Desapegarte es una gran forma de abrir tu mente, así que viaja ligero y fluye, libérate de todo lo que no sea realmente importante, pues de seguro pronto todo cambiará.
Parálisis por análisis. Esta terrible condición te incapacita para tomar decisiones debido a una sobrecarga de información en tu cerebro y, como la creatividad se paraliza sin tránsito libre, pensar demasiado se convierte en su mayor enemigo. Una página en blanco, tu miedo al fracaso o al éxito, tu prestigio o frustración laborales, el talento, la crítica, la expectativa o la decepción de alguien más: sobran razones para paralizarse. Pero en el fondo todas son formas ineficaces con las que enfrentamos nuestros miedos e intentamos proteger nuestro frágil ego.
Eliminar estos hábitos te permitirá desarrollar tu creatividad y la autonomía como individuo responsable de su propia libertad. Eres tú mismo, alguien afortunado y único; no sigas multitudes, conviértete en tu propio líder y dirígete hacia lo que genuinamente te mueve por dentro. Todo el tiempo eres libre de experimentar tu vida en la forma que elijas y de adoptar prácticas que favorezcan tus propósitos. Al final, tú decides cómo cablear tu cerebro…