Hadas, elfos y otras fabulosas criaturas

Hadas, elfos y otras fabulosas criaturas
Ana Pazos

Ana Pazos

Creatividad

Hoy día es posible ver a un hada en el tocador de una niña, en el escritorio de una terapeuta, sosteniendo la pantalla de una lámpara o en un libro ilustrado. A los duendes se les ve adornando los jardines de las casas —aunque algunos deciden irse a recorrer el mundo, como el duende del señor Poulain. Los enanos siempre van en fila, detrás de Blancanieves, y las sirenas, por lo general, son pelirrojas y tienen como amigo a un cangrejo con acento cubano. Los elfos de juguete son fetiches de niños y adultos; Legolas, el elfo del Señor de los anillos, provocó innumerables fantasías. Y aunque ahora son parte de la cultura de masas, hubo una época en la que estas criaturas vivían en los bosques y los ríos, cerca de los seres humanos. O al menos eso es lo que dicen las leyendas.

En la Antigüedad y durante la Edad Media, lo maravilloso y lo real formaban parte de un mismo universo. En las ciudades y las aldeas, los hombres vivían tranquilos, pero en las orillas del mundo —en las montañas más altas, en los bosques inundados de neblina y en las islas remotas— habitaban hadas, elfos, enanos, duendes y sirenas. Con el avance de la filosofía y la aparición de la ciencia, las maravillas empezaron a desmitificarse hasta quedar atrapadas en los textos: relatos sobre hechos sobrenaturales en el sentido de que violentan el funcionamiento del mundo tal cual lo percibimos. Hay maravillas en la Biblia, en Las mil y una noches y en los relatos artúricos, pero actualmente muy pocos creen que existan las hadas, las sirenas, los gnomos o los elfos.

Las criaturas menudas —como se ha denominado a este grupo de seres mitológicos— podrán ser imaginarias, pero eso no les quita lo fascinantes. ¿Por qué si no seguimos hablando de ellas, disfrutando de la literatura y de las películas que protagonizan, adornando nuestras casas con sus figuras, y deseando, tal vez secretamente y desde lo más profundo, que alguien demuestre su existencia?

En el imaginario colectivo moderno, las criaturas menudas responden a los estereotipos de la industria del entretenimiento, pero cada una de ellas tiene una historia mucho más rica e interesante que cualquier película del ratón. Las hadas, por ejemplo, se encuentran presentes en el folklore de infinidad de culturas. En cuanto a su origen, existen tantas teorías como personas se han atrevido a formularlas; no obstante, recopiladores de narraciones populares de todo el mundo coinciden en que aparecieron cuando los cerros, los cielos y los mares estaban todavía en formación. Según lo atestiguan las leyendas celtas, nórdicas y teutónicas más antiguas, las hadas son descendientes de los espíritus primitivos del planeta, lo que explica su íntima relación con la naturaleza.

Hada

Una de las tradiciones más curiosas, de origen escandinavo, dice que del cadáver de Ymir, el primer gigante del mundo, brotaron gusanos negros y blancos: los primeros se transformaron en hadas del aire, gráciles y traviesas; los segundos en elfos subterráneos, oscuros y malignos. La versión cristiana dice que las hadas y demás personas menudas son las almas de los difuntos paganos que, en vida, no fueron lo suficientemente buenos para merecer el Cielo ni lo suficientemente malos para ir al Infierno, por lo que se les condenó a permanecer en una especie de limbo terrenal.

Una leyenda irlandesa dice que las criaturas menudas son ángeles que fueron expulsados del cielo. Los que cayeron al mar, se convirtieron en sirenas; los que quedaron atrapados en los bosques, fueron hadas, y aquellos que terminaron en cuevas y fosos se transformaron en criaturas subterráneas y malignas.

Las hadas de la tierra son bellas, buenas y generosas, siempre y cuando los humanos no dañen sus hogares —islas remotas, grutas, bosques y casitas amuebladas con setas y hongos silvestres— o interfieran con sus entretenimientos y juegos. Desde la Antigüedad hasta nuestros días se han venido reportando casos de avistamiento. Algunos describen a las hadas como bellezas que irradian una luminosidad opalina; otros hablan de horribles ancianas jorobadas y verrugosas. Pero la descripción más común es la de una pequeña figura femenina, de anatomía sublime, que se encuentra rodeada por un halo o aura iridiscente.

Con su canto, las sirenas seducen a marineros y pescadores para hacer estrellar sus barcos y llevárselos a las profundidades del mar, de donde nunca vuelven. Las Aguane, o hadas mediterráneas, son protectoras de los bosques y arroyos. Cualquier agresión a un árbol o a una flor puede enfurecerlas al grado de llegar a matar a quien haya perpetrado el crimen. También están las Hadachi, hadas japonesas guardianas de los bambúes, los cerezos y los almendros. Estas delicadas criaturas de ojos rasgados cercenan las manos de quienes se atreven a cortar las flores o tronchar por diversión las ramas de los árboles.

Las Aguane

Todo ser fantástico posee objetos mágicos que refuerzan sus facultades. Oberón, el más célebre de todos los enanos de la Edad Media, tenía cuatro: un sillón, un arco, una copa y un cuerno que devolvía la salud a todo aquel que percibiera su sonido. Cuenta la leyenda que el sillón lo fabricaron las hadas en la isla de Ávalon; lo ofrecieron a Alejandro Magno, quien se lo dio a César, padre de Oberón. Si caía en el fuego, el trono no podía arder, además protegía a cualquiera que se sentara en él. El arco nunca fallaba el blanco; con la mano derecha, Oberón daba tres vueltas alrededor de la copa, luego dibujaba una cruz en el aire, y de inmediato la copa se llenaba de vino y néctar.

Algo curioso sobre los enanos mitológicos es que nada comprueba su famosa estatura. En la zona germánica, al enano se lo designa con el término zwerc, que significa ‘fauno, sátiro y sileno’. Se piensa que estos espíritus campestres venidos de la Antigüedad clásica son de pequeño tamaño, pero ¿qué tan pequeños? En la literatura alemana medieval es común encontrar locuciones del tipo: ‘el pequeño enano’, ‘el enano minúsculo’ o ‘el pequeño enanito’. Tal vez el término zwerc no acompañe una idea de tamaño; si no, ¿cómo explicar estos pleonasmos? Ningún texto antiguo hace alusión al tamaño promedio de los enanos.

La mitología normánica y las literaturas occidentales reconocen al enano como un artesano hábil y herrero de gran fama. Ellos fabrican los objetos más importantes que poseen los dioses: el martillo de Thor, el chuzo de Odín y el barco de Freyr, el dios y señor de los elfos. Cada uno de estos objetos posee virtudes maravillosas, lo que sugiere que los enanos conocen la magia… Más de una leyenda nos advierte que seguir a un enano a la montaña o al interior de una mina es sinónimo de morir. Así que los enanos son criaturas oscuras —en las que no se puede confiar— que viven en cuevas o debajo de túmulos funerarios.

Más enigmáticos que los enanos, los elfos dan la impresión de ser elementos decorativos de la mitología germánica. En ningún texto son descritos, y lo que pueden hacer o el papel que pueden desempeñar tan sólo se aprende por deducción y contraste. La palabra elfo está relacionada con el término latino albus —blanco—, lo que sugiere que el elfo es una blanca criatura, un ser que tiene un brillo sobrenatural.

Mujer elfo

Una vez construido el Ásgard —el mundo de los dioses nórdicos—, se edificaron extraordinarias mansiones para cada uno de ellos. Una era la Álfheimr, la morada de los elfos, ubicada en el seno del duodécimo cielo. A los que residen cerca de los dioses, se les llama elfos de luz: la claridad y la irradiación son su principal característica morfológica, y nada confirma que tengan orejas puntiagudas. Lo que sí sabemos es que, dada su cercanía con los dioses mayores, conocen y dominan algunos de sus poderes mágicos.

Hay textos que sugieren que algunos difuntos son elevados a la categoría de elfo, o sea, de divinidad menor. Éste es el caso de las personas cuya vida fue particularmente ejemplar o benéfica para sus contemporáneos. Pero no todos los elfos son de luz, también existen los elfos negros u oscuros, que habitan abajo, en la tierra. En la época medieval se creía que los elfos negros y las brujas eran responsables de las enfermedades que padecían los humanos.

Comparados con las hadas, los enanos y las sirenas, los elfos gozan de un verdadero culto. Ocupan un lugar estelar en las creencias paganas, en especial en el paganismo germánico, que tanto trabajo le costó erradicar a la Iglesia. Tanta era la fe por los elfos en la Edad Media, que los clérigos tuvieron que tergiversar la mitología y convertirlos en “criaturas nocivas y perniciosas”. Pero la leyenda sigue viva: algunas personas llevan a sus elfos de juguete a todas partes, los cuidan y les cuentan sus secretos con la esperanza de recibir alguno de sus dones…

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Hemos construido murallas, ciudades y sistemas de pensamiento que alejaron a los seres mágicos de nuestro lado, pero la nostalgia se cierne en todas partes. Si vamos al cine a ver una película sobre hobbits, enanos y elfos es porque deseamos evadir el mundo real y sentirnos sobrehumanos, aunque sea por algunas horas. En la imaginación, en los textos y en todas las expresiones artísticas, los seres mitológicos seguirán existiendo porque constituyen las raíces del árbol cultural del mundo.

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