En el 2006, el empleado sueco Roger Tullgren obtuvo un fallo legal favorable luego de promover durante diez años que su “adicción al heavy metal” debía ser considerada una discapacidad. Durante el juicio, Tullgren declaró que había asistido a 300 conciertos de heavy metal, teniendo siempre como consecuencia llegar tarde o faltar al trabajo al día siguiente, y que por ello lo habían despedido. Finalmente, logró que se le considerara como “discapacitado” por su adicción, de modo que no sólo percibe una compensación económica sino que, en su nuevo empleo como intendente de limpieza en un hotel, tiene permitido escuchar su música preferida mientras trabaja.
Este caso es presentado por el doctor Mark D. Griffiths en un artículo donde intenta dilucidar si escuchar música es adictivo. En él nos dice que para Pillip Dorrell, autor de ¿Qué es música? Resolviendo un misterio científico, la respuesta corta es: “Sí, más o menos”; mientras que la respuesta larga es “En teoría, la música podría considerarse similar en cuanto a fuerza y naturaleza de sus efectos a una droga recreativa leve porque 1) genera sentimientos ‘falsos’; 2) el nivel máximo de su efecto equivale a aproximadamente un par de bebidas alcohólicas estándar; 3) no es estrictamente adictivo, pero puede causar dependencia psicológica; y 4) el consumo excesivo puede causar algunos problemas de salud”.
Poco se sabe sobre las razones por las cuales, al escuchar nuestra música preferida, tenemos reacciones placenteras que pueden ir de la sonrisa o el llanto a la tensión muscular y los escalofríos. Sin embargo, un grupo de científicos de la Universidad McGill de Montreal, Canadá, quiso arrojar un poco de luz sobre el tema al estudiar la liberación de dopamina mientras se escucha música que “provoca escalofríos”.
Al pedirle a un grupo de voluntarios que escucharan su canción favorita, los científicos observaron qué cambios en la frecuencia cardíaca, conductancia de la piel, temperatura y respiración se correlacionaban con lo agradable de la música. Además, encontraron que la liberación de dopamina era mayor para la música placentera en comparación con la música neutral.
¿Adicción es igual a evolución?
En su complejidad, el cerebro maneja un sistema químico de recompensas que logra que repitamos conductas como comer, tener sexo o, claro, escuchar música, las cuales nos permiten sobrevivir para evolucionar: comemos para alimentarnos, tenemos sexo para reproducirnos y escuchamos música para… ¿?
Según Valorie Salimpoor, uno de los científicos a cargo del estudio, “la dopamina es importante porque nos hace querer repetir comportamientos, y esa es la razón por la que existen adicciones, ya sean positivas o negativas. En este caso, los picos eufóricos de la música son reforzados neuroquímicamente por nuestro cerebro, por lo que seguimos repitiendo la experiencia para volver a obtenerlos. Es como las drogas; funciona con el mismo sistema que la cocaína, lo que explica por qué estamos dispuestos a gastar tanto tiempo y dinero tratando de lograr experiencias musicales, como el asistir a muchos conciertos. Esta es la primera vez que encontramos liberación de dopamina en respuesta a un estímulo estético. Los estímulos estéticos son en gran parte de naturaleza cognitiva. No es la música la que nos está dando el ‘jalón’, sino la forma en la que la estamos interpretando”.
Griffiths, quien se considera un adicto a la música, termina añadiendo que “el estudio también reveló que la sola especulación entre los voluntarios de que escucharían música placentera también liberaba dopamina, y que lo anterior explica por qué los individuos repetimos continuamente canciones o álbumes enteros cada vez que queremos experimentar esas sensaciones repetidamente”.
Salimpoor opina que la música tiene que ver con la mejora de las emociones. Las emociones inducidas por la música generalmente son evocadas por la tensión, la resolución, las expectativas, el retraso, la predicción, la anticipación y la sorpresa.
Pensemos en cuando vamos a un concierto de nuestro grupo preferido y tocan nuestra canción favorita. De pronto, justo en el momento en que debería cantar el coro, el vocalista calla, y el público comienza a cantar por él. La habilidad de predecir y anticipar es poco útil evolutivamente hablando cuando se trata de completar el coro de una canción, pero muy útil si el objetivo es prevenir un peligro o una situación adversa.
Otro artículo menciona que la música estimula “una antigua vía de recompensa en el cerebro, haciendo que la dopamina inunde el cuerpo estriado, parte anterior del cerebro activada por la adicción, la recompensa y la motivación de la misma manera que el sexo, el juego o las papas fritas”. [1]
El neurocientífico Jaak Panksepp, por su parte, descubrió que “la música triste provoca escalofríos con más frecuencia que la música feliz”, y sostiene que “una melodía melancólica activa un mecanismo antiguo que induce el escalofrío, una respuesta de angustia que nuestros antepasados sintieron cuando se separaron de la familia. Cuando una balada nos hace sentir nostalgia, ese diseño evolutivo se pone en marcha. Sin embargo, los escalofríos no entristecen a la mayoría de las personas porque la experiencia que evocan suele ser abrumadoramente positiva”.
Entonces, la tristeza experimentada a través del arte suele ser más placentera que la que se tiene en un mal día en la oficina…
[1] Reilly, Lucas (2016), Why does music gives you chills? Puedes consultarlo (en inglés) aquí.