La neurociencia responde: ¿se puede invocar a las musas de la inspiración?

La neurociencia responde: ¿se puede invocar a las musas de la inspiración?
Ana Carrera

Ana Carrera

¿Qué artista o crador no espera con ansias la chispa de la inspiración? Y cuando leemos las historias de los genios de la humanidad que dieron con grandes ideas durante una siesta, caminando al aire libre, en sueños o bajo la regadera, uno se pregunta de dónde viene la inspiración, si es posible inducirla de algún modo o si estamos condenados a depender de la caprichosa llegada de las musas.

Pablo Picasso decía que “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando” y, por su parte, se cuenta que Thomas Alva Edison creía que “el genio consiste en 1% inspiración y 99% transpiración”. Ambos genios aludían al trabajo, la disciplina y la constancia como elementos esenciales para inspirarse en cualquier ámbito. Pero todos sabemos que la inspiración es algo más…

El Diccionario de la Lengua Española la define como el “estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia”. Por siglos, el misterio detrás de ese momento de iluminación efímero ha eludido a artistas y científicos que deseamos entenderlo y, sobre todo, rastrear su origen en la mente o el cerebro de tal suerte que podamos entrenarlos para encender la inspiración a voluntad.

"El estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia"...

Por fortuna, en años recientes los científicos han estudiado el tema y llegado a conclusiones sorprendentes. Si hablamos de neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para reorganizar sus patrones de conectividad neuronal y ajustar su funcionalidad, hoy sabemos que aunque ésta es más favorable en la infancia, el cerebro adulto aún es capaz de formar nuevas conexiones neuronales. Esto significa que, sin importar la edad, nuestro cerebro puede adaptarse a nuevas situaciones y alojar esquemas cognitivos recientes. Así, una de las teorías sobre el origen de la inspiración es que las ideas innovadoras que tenemos cuando estamos inspirados dependen de dicha neuroplasticidad cerebral; o sea, de la capacidad de relacionar datos e información aparentemente no relacionados.

En esa misma línea, Sergio Lerma, investigador del Centro Universitario La Salle en Madrid, afirma: “Hoy sabemos que la inspiración suele surgir cuando hay una inhibición de las redes y los componentes menos racionales toman las riendas del cerebro”. Así, contrariamente a lo que muchos piensan, cuando el cerebro está en reposo o realizando actividades que no requieren mucha atención —limpiar, dar un paseo o tomar un baño— es que se activa la red neuronal por defecto, ubicada en la corteza prefrontal, parietal y temporal; entonces, se producen ondas Alpha y Theta que inducen la relajación y, bajo ciertas circunstancias, nace la inspiración.

Este fenómeno explica por qué muchas ideas brillantes o la solución a un problema que hemos analizado durante mucho tiempo llega a nosotros de improviso al realizar tareas rutinarias, en un sueño o estando distraídos. Cuando vivimos este proceso y estamos en un “trance de inspiración”, nuestro cuerpo de forma natural produce altas cantidades de dopamina y serotonina, dos neurotransmisores responsables de que sintamos placer y felicidad, tengamos buen ánimo y regulemos los procesos de memoria y las funciones motrices.

"...la solución a un problema llega de improviso al realizar tareas rutinarias, en un sueño o estando distraídos..."

En cambio, al estar en alerta o realizando actividades que exigen altos niveles de concentración específica, el cerebro produce una mayor cantidad de ondas Beta, con lo que la actividad de la red neuronal por defecto disminuye y es más difícil tener ideas o involucrarse en procesos creativos. Además, el estrés y la alerta estimulan la producción de cortisol, una sustancia conocida como la “hormona del estrés”, la cual disminuye nuestra capacidad de retención de memoria y perjudica nuestro estado anímico general.

Por otro lado, tenemos el ensayo “Inspiration as a psychological construct” de Todd M. Trash y Andrew J. Ellion; en él, la inspiración se define como un constructo psicológico de tres partes constituido por la evocación, la trascendencia y la motivación. Para los investigadores, la inspiración no es “iniciada” sino “evocada” por un individuo que adjudica su estado a un estímulo externo —un aroma, un sonido, una obra de arte o una persona— que produce una “epifanía” o revelación, la cual abre las puertas a nuevas ideas y posibilidades que el individuo experimenta de manera vívida y trascienden lo mundano.

Una vez en este estado exaltado, el individuo se siente motivado a actuar y representar su nueva visión. En el mismo ensayo, los cienfíficos disntiguen dos procesos diferentes de inspiración: el primero es pasivo, en el que el individuo es inspirado por algo, y el segundo es un proceso activo en el que se está inspirado para hacer algo y, por tanto, toma acción.

Ahora que entendemos un poco mejor lo que sucede a nivel neurológico en nuestro cerebro, podemos concluir que la inspiración no puede provocarse de manera deliberada. Pero como lo último que queremos es quedarnos sentados a esperar a que aparezcan las musas, podemos recurrir a ciertos recursos que estimulan su aparición: por ejemplo, darse una pausa para emprender una caminata, tomar un baño o alimentar la sensibilidad con música y otras manifestaciones artísticas.

Pero quizás el paso más importante sea determinar tu pasión, aquello que te hace sentir vivo, y definir tus valores esenciales para que actúes en alineación con ellos. Enseguida, cuando necesites una chispa de inspiración, enfócate en tu labor primero y después relájate, libérate de los prejuicios mentales y sociales, reemplaza el miedo con curiosidad y atrévete a desengancharte de la lógica con alguna actividad que te dé la libertad para crear nuevas ideas. ¿Lo intentamos?

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