La novela que investigó el FBI

La novela que investigó el FBI
Bernardo Monroy

Bernardo Monroy

Creatividad

A lo largo de la historia de la literatura, algunas novelas han sido censuradas, como El amante de Lady Chatterley; otras, sido responsables de asesinatos de políticos, como El guardián entre el centeno; algunas más se han convertido en objeto de culto, como En el camino, de Jack Kerouac; y otras tantas han marcado a generaciones enteras, como El señor de los anillos. Pero solamente una ha sido objeto de investigación por el Buró Federal de Investigaciones, cual terrorista, criminal internacional o ladrón de cuello blanco. Su título es Primary Colors y ésta es su historia…

Corría el año de 1996. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos estaban a todo lo que daban. En la parte demócrata, teníamos a Bill Clinton y Al Gore contra los republicanos Bob Dole y Jack Kemp. Como en toda contienda electoral, no faltaban los trapos sucios sacados al sol, las jugadas maliciosas y las puñaladas traperas a la orden no sólo del día, sino del segundo. Ya conocemos el desenlace: Clinton ganaría con 379 votos a favor contra los 159 de los republicanos.

Durante la contienda, se publicó una novela titulada Los colores primarios, firmada como “Anónimo” y, en cuestión de días, se volvió un best-seller. Se trataba de una historia de ficción política, en la que el protagonista, Jack Stanton, buscaba llegar a la presidencia de su país. La descripción y las acciones del personaje dejaban clarísimo que la obra aludía a Bill Clinton enfrentando la campaña electoral de 1992. Primary Colors es una novela cruel e inmisericorde desde el título mismo, pues “primario” hace referencia al agotador proceso de selección por el que debe pasar cada presidente estadounidense. La narración expone toda clase de secretos, pugnas internas, luchas, convenios, zafarranchos, acuerdos y pactos. Sobra decir que encendió la ira y el temor de demócratas y republicanos por igual.

Las autoridades electorales y el FBI acudieron a Random House, la editorial responsable de la publicación de Primary Colors, para averiguar quién era el autor, pero no obtuvieron una sola respuesta. Los editores afirmaron que ni siquiera ellos conocían la identidad del autor, pero la realidad era que el contrato les impedía develar su nombre.

La novela de “Anónimo” arranca con Henry Burton, un muchacho idealista y de buenos sentimientos que recibe la propuesta de incorporarse a la campaña presidencial del gobernador Jack Stanton. Lo que empieza como una historia de sueños e ideales se convierte en una hedionda cloaca de la grilla que se enfrenta en todo el mundo. Burton se da cuenta que “los ciudadanos de a pie pensamos que la cosa en la política está mal. Pero nos equivocamos. En realidad, está mucho peor”.

Lo cierto es que la idea de Primary Colors no era realmente novedosa. Luis Spota escribió novelas políticas en más de una ocasión, Carlos Fuentes hizo lo mismo con La silla del águila, y hasta Dumas, en Los tres mosqueteros, disfraza el cotilleo político de la época que le tocó vivir. Sacar trapitos al sol en una obra de ficción es una práctica común.

El exitazo que significó Primary Colors fue tal, que contó con una traducción de Alfaguara a nuestro idioma, a la que los editores llamaron “una de las mejores sátiras políticas jamás escritas”, y en 1998 se filmó una adaptación protagonizada por John Travolta.

La polémica no cesaba, y la pregunta persistía: ¿quién era el autor de Primary Colors? El escándalo que provocó hizo que el diario The New York Daily News la calificara como una farsa divertida, sincera y con información misteriosamente precisa.

El FBI se ocupó del caso y obtuvo una respuesta…

Donald Foster entra en escena

Para descubrir al autor, el Buró Federal de Investigaciones solicitó la ayuda del profesor Donald Wayne Foster, llamado por el Selecciones de Reader’s Digest “el detective de palabras”, y entre sus colegas es conocido como un “lingüista forense”.

La trayectoria de Foster es tan fascinante que resulta sorprendente que hasta el momento no se haya realizado una adaptación cinematográfica de su vida. Se trata de un especialista en la obra de William Shakespeare que se ha dedicado a investigar la autoría de sus sonetos, comparando palabras que repite una persona al escribir, muletillas y curvas en su caligrafía. Además de Shakespeare, ha descubierto la identidad de autores desconocidos, como la del poeta beat Tom Hawkins, así como la autoría de las cartas del Dr. Henry Livingston.

Pero lo más destacado en su currículum es el apoyo que ha brindado al FBI en investigaciones criminales, gracias a su habilidad para reconocer la identidad de quienes envían cartas anónimas. Ayudó a descubrir a los responsables de las cartas de ántrax enviadas anónimamente, y también a Ted Kaczynski, mejor conocido como el terrorista “Unabomber”, sirviéndose del manifiesto que éste escribió e hizo público. Para Foster, las palabras que usamos al escribir son tan personales en cada ser humano como el olor, el ADN o las huellas dactilares.

Foster se dedicó a leer y releer Primary Colors, así como varias columnas políticas de la época, e hizo pública la identidad de su autor: se trataba de Joe Klein, un reputado columnista político de la revista Time. En un principio, Klein quiso demandar a Foster por difamación; pero conforme las investigaciones del brillante académico en letras avanzaban, no tuvo más opción que tragarse cada una de las palabras que había dicho y escrito, reconociéndolo en una confesión publicada el 18 de julio de 1996 en el NY Times, titulada Columnist’s Mea Culpa: I’m Anonymous. Foster publicó el libro autobiográfico Author Unknown: Tales of a Literary Detective, donde narra cada uno de sus logros.

Primary Colors no ha sobrevivido al tiempo. Quedó convertida en una moda pasajera de la presidencia de Bill Clinton que se consigue muy barata en amazon.com. Por otro lado, Joe Klein sigue publicando su columna y Donald Foster ayudando al FBI, demostrando que no importa que sean novelistas, lingüistas, académicos o agentes federales: todos somos animales políticos.

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